Merck y Pfizer están por presentar sus pastillas de prescripción para tratar la COVID-19. Vienen más fármacos en camino
Credit…Merck & Co. vía Associated Press
Mientras el mundo se preocupa por la posibilidad de que la variante ómicron del coronavirus pueda causar un aumento de casos y debilitar las vacunas, los desarrolladores de medicamentos tienen algunas noticias alentadoras: dos nuevos fármacos para tratar la COVID-19 están a punto de llegar y se espera que funcionen contra todas las versiones del virus.
Se espera que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) autorice pronto una píldora fabricada por Merck y Ridgeback Biotherapeutics, llamada molnupiravir, que reduce un 30 por ciento el riesgo de hospitalización y muerte por COVID-19 si se toma durante los cinco días siguientes a la aparición de los síntomas.
Otra píldora antiviral, desarrollada por Pfizer, podría funcionar aún mejor. Un análisis provisional demostró que el medicamento tiene una efectividad de un 85 por ciento si se toma durante los cinco días siguientes al inicio de los síntomas. La FDA podría autorizarlo a finales de año.
Desde el comienzo de la pandemia, los científicos esperaban la aparición de opciones prácticas como estas: medicamentos que podría recetar cualquier médico y que pueden adquirirse en cualquier farmacia.
Y estas dos píldoras podrían ser solo el inicio. Con la amenaza de ómicron y de otras variantes, los científicos dicen que tendremos un arsenal de fármacos para enfrentar nuevos adversarios en especial si esas variantes erosionan la protección de las vacunas existentes.
Los investigadores de todo el mundo están creando nuevos medicamentos desde cero, y se enfocan precisamente en los puntos débiles de la estructura molecular del coronavirus. Y otros intentan probar si las pastillas funcionan mejor solas o combinadas.
“Los virus son criaturas astutas y hay que estar un paso adelante de ellos”, comentó Anthony Fauci, principal experto en enfermedades infecciosas del gobierno estadounidense. “Creo que sería ingenuo pensar que si tenemos uno o dos medicamentos buenos, no se necesitan más, no es así cuando se tiene un virus que ya ha matado a 760.000 estadounidenses”, agregó
La carrera por crear fármacos para tratar la COVID-19 comenzó el año pasado durante los primeros días de la pandemia. En las farmacéuticas y los laboratorios académicos, los investigadores analizaron miles de medicamentos existentes para ver si alguno funcionaba contra el SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19.
Esta estrategia era una apuesta arriesgada, pero un éxito habría permitido obtener un antiviral con mayor rapidez comparado con intentar fabricar un fármaco desde cero. Lo que siguió fue una brutal oleada de fracasos.
Los antivirales que funcionaban en las placas de Petri fracasaron al probarse en animales y los que funcionaron en animales no pasaron los ensayos clínicos. Incluso los fármacos que lograron llegar a las pruebas clínicas a menudo eran decepcionantes. Una medicina contra la influenza llamada favipiravir brindó resultados prometedores en los primeros análisis, lo que llevó a la empresa Appili Therapeutics, con sede en Canadá, a lanzar un ensayo de fase tardía con más de 1200 voluntarios. Pero el 12 de noviembre la empresa anunció que la píldora no aceleraba la recuperación de la enfermedad.
“En la investigación no todo es un gran éxito”, dijo Fauci.
El nuevo medicamento de Merck, molnupiravir, fue estudiado en 2019 por una empresa sin fines de lucro vinculada con la Universidad de Emory como tratamiento para el virus de la encefalitis equina venezolana, un virus poco conocido y temido debido a su uso como una posible arma biológica. Cuando el molnupiravir se encuentra con los genes de un virus, causa estragos y produce una serie de nuevas mutaciones. Los nuevos virus suelen ser incapaces de replicarse.
En octubre, Merck anunció los resultados iniciales de su ensayo con molnupiravir: este medicamento redujo el riesgo de hospitalización y muerte casi un 50 por ciento. El gobierno estadounidense, ansioso por frenar el número de víctimas de la COVID-19, compró cerca de 3,1 millones de tratamientos de molnupiravir por unos 2200 millones de dólares.
Sin embargo, en el análisis final del ensayo, la eficacia del fármaco se redujo al 30 por ciento. En una reunión de un comité asesor de la FDA el 30 de noviembre, los expertos discutieron el potencial del fármaco para causar mutaciones no solo en los virus, sino en el propio ADN de las personas. El comité votó para recomendar la autorización del molnupiravir, pero solo por una pequeña mayoría. Incluso los miembros del comité que votaron a favor del fármaco expresaron fuertes reservas, dados los posibles efectos secundarios.
El próximo en llamar la atención es el medicamento de Pfizer. Sus orígenes se remontan a casi veinte años, cuando los investigadores de esa empresa buscaban un fármaco que pudiera combatir el coronavirus que causaba el SRAG (o SARS por su sigla en inglés). Decidieron crear una molécula que pudiera bloquear una proteína viral esencial, conocida como proteasa. Las proteasas actúan como tijeras moleculares, al dividir las moléculas largas en fragmentos que sirven para crear nuevos virus.
El fármaco, llamado en un principio PF-00835231, se alojaba en la proteasa como un chicle metido entre las hojas de la tijera. El PF-00835231 demostró ser eficaz contra el SRAG cuando se administró por vía intravenosa a ratas.
La epidemia de SRAG terminó antes de que Pfizer pudiera lanzar un ensayo clínico. Pero después de la pandemia de COVID-19 del año pasado, los investigadores retomaron el medicamento para probarlo contra el SARS-CoV-2.
Lo modificaron para que funcionara contra la proteasa del nuevo coronavirus y modificaron la molécula para que funcionara en forma de píldora. El mes pasado, el paxlovid, como Pfizer llamó al fármaco, acabó los ensayos clínicos con unos resultados iniciales fabulosos: un 85 por ciento de efectividad si se toma en los cinco días siguientes a la aparición de los síntomas; aún no se sabe si la cifra se mantendrá igual en el análisis final.
Poco después de anunciar los resultados preliminares, Pfizer solicitó a la FDA la autorización del paxlovid y llegó a un acuerdo con el gobierno estadounidense para suministrar hasta 10 millones de dosis del medicamento por una suma de 5300 millones de dólares.
Cuando la FDA revise la solicitud de la empresa, tendrá en cuenta no solo la efectividad de paxlovid, sino también sus posibles efectos secundarios. A diferencia del molnupiravir, el paxlovid no introduce mutaciones, por lo que es probable que no genere las mismas alarmas.
“Como funciona a través de un mecanismo diferente, no relacionado con nuestro material genético, es menos probable que provoque cambios en nuestro ADN”, afirmó Sara Cherry, experta en virus de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania. Pero, añadió, “los inhibidores de la proteasa son responsables de otras cosas”, señaló.
Nuestras propias células fabrican proteasas, que empleamos para ir reduciendo nuestras proteínas, lo que les permite realizar nuevas tareas. Aunque muchos fármacos inhibidores de proteasa han probado ser seguros, algunos también pueden fijarse a nuestras proteasas en lugar de a las que fabrican los virus. Sin embargo, el corto tratamiento de píldoras que se necesita para detener la COVID-19 podría reducir el riesgo de un fármaco como el paxlovid.