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Lula presidente: la asombrosa “resurrección” de quien fue un niño lustrabotas y vuelve a asumir el poder en Brasil

Lula regresa al poder 12 años después de haber dejado la presidencia.

El hombre que nació en la pobreza, de niño fue lustrabotas y llegó a ser llamado “el político más popular del mundo”, inicia otro capítulo extraordinario en su vida.

Tres años, un mes y 24 días después de salir de la cárcel por una condena de corrupción que parecía apagar su brillo político y resultó anulada, Luiz Inácio Lula da Silva vuelve a asumir la presidencia de Brasil este domingo 1 de enero de 2023.

Se trata de un retorno al poder que él mismo ha definido como “un proceso de resurrección” política.

“Intentaron enterrarme vivo y ahora estoy aquí para gobernar el país”, dijo el líder izquierdista el 30 de octubre al derrotar por estrecho margen de votos al mandatario saliente de ultraderecha, Jair Bolsonaro.

Otrora un joven tímido y desinteresado en la política, Lula retoma ahora, con 77 años, la presidencia que ejerció en dos mandatos consecutivos entre 2003 y 2010, confirmándose como el líder más popular e influyente del siglo del mayor país de América Latina, pese a los escándalos que mancharon sus gobiernos.

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Lula con su esposa Rosângela, durante la campaña.
Lula con su esposa Rosângela, durante la campaña. La pareja se casó en mayo de 2022.

“Lula es un fenómeno político y electoral que debería ser de gran interés para el mundo”, señala John French, profesor de historia en la universidad estadounidense de Duke y autor de una biografía sobre Lula.

“No hay ninguna razón para esperar que una persona de su origen llegara a donde llegó. Y cada etapa de su vida ha sido una sorpresa”, le dice French a BBC Mundo.

La primera liberación

Nacido el 27 de octubre de 1945 en Pernambuco, estado del noreste pobre de Brasil, Luiz Inázio fue el séptimo de ocho hijos de un matrimonio de agricultores analfabetos.

La campaña de Lula vivió momentos tensos cuando su caravana pasó por la región Sur y se dispararon tiros contra buses pertenecientes a la comitiva.

Su infancia fue compleja.

Su papá los abandonó poco antes de que él naciera, para trabajar como estibador en Santos, en el estado de São Paulo, donde formó otra familia con una prima de su esposa.

Lula lo conoció recién a los 5 años, cuando regresó a visitarlos brevemente.

Un par de años después —luego de que uno de sus hermanos mayores escribiera una carta haciéndose pasar por el padre para pedir que se reunieran con él—, la madre de Lula, “doña Lindu”, partió al sur con sus hijos.

Pero no duró mucho, y la familia original del patriarca migró otra vez, ahora a la gran ciudad de São Paulo.

Lula ha dicho que la separación de sus padres “en el fondo fue una gran liberación” para él, porque el papá era agresivo y contrario a la educación de sus hijos.

Soy “tornero mecánico”

Entre su niñez y adolescencia, Lula fue vendedor callejero, lustrador de zapatos, repartidor de una tintorería y ayudante de oficina.

Lula y Alckmin durante a campaña presidencial.
De cara a las elecciones de este año, Lula se alió electoralmente con su exrival Geraldo Alckmin.

Dejó la escuela a los 14 años y antes de los 20 se formó y trabajó en tornería mecánica, algo que con los años él mismo convirtió en una seña de identidad.

“Si me preguntan si soy de izquierda o derecha, voy a responderles: soy tornero mecánico de profesión, católico por opción religiosa y corinthiano (entusiasta del club Corinthians Paulista) por opción futbolística”, respondió en 2006, siendo presidente, cuando un periodista le preguntó sobre su ideología y eludió con astucia una definición más clara.

Una marca de su pasado obrero es visible hasta hoy: la falta del dedo meñique en su mano izquierda. Lo perdió tras un accidente laboral, cuando intentaba reparar una prensa averiada en una metalúrgica de São Paulo en 1964.

Aquellos años de penurias, sacrificios y búsqueda de oportunidades, que Lula suele evocar hasta hoy en sus discursos, le han permitido sintonizar mejor que otros políticos con los votantes de bajos recursos y escolaridad.

Lula conoce mucho la cultura, los jeitos (costumbres) del pueblo brasileño. Y la política es también el arte de la comunicación: ese es su fuerte“, le dice a BBC Mundo el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, quien tiene una relación estrecha con Da Silva.

“Una escuela de política”

Según ha contado el propio Lula, su verdadera pasión de adolescencia y juventud fue el fútbol: jugarlo y seguirlo por las noticias. La política no le interesaba mayormente.

Lula siendo cargado por sus compañeros después de las elecciones sindicales de 1979.
Lula después de las elecciones sindicales de 1979. Estando al frente del Sindicato de trabajadores metalúrgicos, él lanzó las huelgas de trabajadores que contribuyeron al debilitamiento de la dictadura militar.

Eso comenzó a cambiar en 1969, cuando fue electo dirigente del sindicato de metalúrgicos de São Bernardo do Campo, un municipio obrero e industrial de São Paulo.

Da Silva entró a la vida sindical llevado por un hermano comunista y contra la opinión de su primera esposa, Maria de Lourdes, quien murió trágicamente en 1971, poco después de un año de matrimonio, por una hepatitis contraída durante su séptimo mes de embarazo.

El niño que esperaba también falleció.

Esa fatalidad dejó una huella duradera en él, quien en su momento afirmó sospechar de falta de cuidado médico.

Tras recuperarse de una depresión de meses, Lula tuvo una primera hija con una enfermera con la que nunca se casó. Y en 1974 contrajo matrimonio con Marisa Letícia, con quien tuvo tres hijos más.

Marisa Letícia y Lula.
Lula junto a su segunda esposa Marisa Letícia, con quien estuvo casado durante décadas.

Cada vez le dedicaba más tiempo a la actividad gremial y en 1975 fue elegido presidente de su sindicato, señal de un liderazgo en ascenso. Encabezó las grandes huelgas obreras organizadas a fines de esa década en la región industrial paulista, inesperadas en un Brasil bajo régimen militar (1964-1985).

A comienzos de 1980 fue encarcelado junto a otros dirigentes sindicales sin mandato judicial. Pasó 31 días en una celda del Departamento de Orden Político y Social (DOPS) del gobierno militar.

Ese mismo año, se volcó de lleno a la política y fundó junto a otros sindicalistas, activistas sociales y católicos de izquierda el Partido de los Trabajadores (PT).

El PT ha sido hasta hoy una organización de izquierda sin ideología única, que forjó relaciones con distintos movimientos izquierdistas de América Latina, desde más radicales hasta más moderados.

Mientras, la popularidad de Lula seguía creciendo.

Fue una figura central del movimiento que exigió el retorno de la democracia en Brasil. En 1986, lo eligieron diputado y luego de ser derrotado tres veces como candidato presidencial, en 2002 hizo historia al convertirse en el primer exobrero en alcanzar la cima del poder en su país.

Lula con Fernando Henrique Cardoso, Marisa y José Alencar en su primera toma de posesión, en 2003.
Lula con Fernando Henrique Cardoso, Marisa y José Alencar en su primera toma de posesión, en 2003.

French, su biógrafo, sostiene que aquellos años de sindicalista fueron “una escuela de política” que definieron el estilo de liderazgo de Lula, basado en “crear espacios de convergencia entre la diferencia”.

“En otras palabras, la idea de no dejarse capturar por ningún grupo, sino manejar las cosas en una relación de apertura con todos”, explica. “Eso permite ampliar tu potencial de acción”.

Mujica afirma que “Lula nunca dejó de ser un dirigente sindical, un deshacedor de entuertos”.

“No es un radical; es un negociador nato”, dice. “Un luchador nato, de esos que la derrota parece que los fortifica”.

Fama global

Su último éxito electoral en octubre se debió en buena medida al dulce recuerdo que tienen muchos brasileños de los años en que fue presidente, que contrastan con las duras crisis que siguieron.

Lula y Marisa Letícia en 2007.
El modelo económico comenzó a mostrar signos de fatiga en el segundo mandato de Lula.

Brasil vivió durante los gobiernos de Lula una bonanza económica impulsada por los altos precios de las materias primas. Millones de personas salieron de la pobreza y ascendieron a la clase media con programas asistenciales y educativos del Estado.

En 2011, Lula dejó la presidencia con un índice de aprobación superior al 80%.

Lula con Dilma en 2013
Lula con Dilma durante la campaña de 2013.

Medios extranjeros lo destacaron como la personalidad del momento. Fue un referente para la izquierda latinoamericana, considerado más apegado a las reglas de la democracia liberal que líderes “bolivarianos” como el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.

Universidades alrededor del mundo lo distinguieron como doctor honoris causa y el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, lo definió como “el político más popular del mundo”.

Dejó un Brasil emergente, que había descubierto grandes reservas de petróleo y fue elegido para albergar el Mundial de fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016 durante la presidencia de su sucesora y correligionaria del PT, Dilma Roussef.

Un legado inconcluso

Sin embargo, los gobiernos de Lula también son criticados por impulsar costosos proyectos públicos de dudosa viabilidad y recordados por grandes escándalos de corrupción.

Lula.
Lula fue condenado por corrupción y le aumentaron la pena cuando el caso fue revisado en segunda instancia, aunque luego la sentencia fue revocada.

El primero fue el mensalão o gran mensualidad, surgido en 2005: un esquema secreto de compra de votos en el Congreso que acabó con la condena de colaboradores cercanos de Lula y puso en riesgo su reelección.

Luego, ya en el gobierno de Rousseff y en medio de una creciente debacle económica, explotó el Lava Jato, un caso de sobornos por contratos multimillonarios de la petrolera estatal Petrobras con empresas constructoras, considerado el mayor escándalo de corrupción en América Latina.

En el marco de este caso, Lula fue acusado de recibir favores de constructoras privadas y condenado a prisión en 2018 por corrupción pasiva y lavado de dinero, en una megacausa conducida por el entonces juez Sérgio Moro.

Sergio Moro
El proceso contra el expresidente se cerró por falta de pruebas. Y el juez que lo condenó, Sergio Moro, fue cuestionado por ser considerado parcial.

Por segunda vez en su vida, Lula volvió a la cárcel, asegurando que era inocente.

En un mensaje grabado habló de “la honra del niño que cruzó el país para vencer el hambre y se volvió lustrabotas; del adolescente que se volvió un joven obrero; del hombre que se volvió padre y luchó con todas sus fuerzas para representar al pueblo brasileño”.

La condena le impidió postularse a las elecciones presidenciales de 2018, cuando encabezaba las encuestas tras la destitución de Rousseff en un juicio político en medio de una colosal crisis económica y política.

Bolsonaro ganó esos comicios y poco después designó a Moro como su ministro de Justicia.

Lula pasó 19 meses preso y fue liberado por el Supremo Tribunal Federal, que en 2021 anuló sus condenas por errores en los procesos y falta de imparcialidad de Moro.

Lula sale de prisión.
Tras ser excarcelado, Lula fue recibido en la calle por sus seguidores.

Sus críticos sostienen que ese desenlace nunca fue una demostración de su inocencia. Él, en cambio, afirma que jamás tuvo conocimiento de la corrupción y que fue perseguido judicialmente por motivos políticos.

Lula, que sobrevivió a un cáncer de laringe en 2011, envuidó de Marisa Letícia en 2017 y se volvió a casar en mayo pasado con Rosângela da Silva, una socióloga de 56 años también conocida como “Janja”.

En su última campaña, destacó con voz ronca sus logros como gobernante e hizo poca autocrítica.

Brasil hoy parece desolado tras una pandemia de covid que ha matado más de 690.000 personas y fue desestimada por Bolsonaro, una recesión que volvió a sumergir a millones en la pobreza, un gasto fiscal disparado y una polarización política inquietante.

Los expertos creen que Lula enfrentará en su nuevo gobierno que se inicia este primer día de 2023 retos todavía mayores que los que tenía cuando llegó al poder por primera vez hace 20 años.

“El desafío de Lula es proponer políticas que sean sustentables y de hecho puedan cambiar este escenario, tanto desde el punto de vista macroeconómico como social”, apunta Magna Inácio, profesora de ciencia política en la Universidad Federal de Minas Gerais.

Y agrega que evitar nuevos escándalos de corrupción también será un reto vital del nuevo presidente.

“Desde el punto de vista de sobrevivencia del propio gobierno, esa es una cuestión muy sensible”, le dice Inácio a BBC Mundo. “Esperamos que sea un aprendizaje para el PT y que tenga estrategias más eficientes para lidiar con esos riesgos”.

Todo indica que el capítulo que marcará el legado final de Lula recién empieza a escribirse.

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