Era previsible que, una vez asentado en la silla presidencial, el primer mandatario brasileño viajara cortésmente a visitar a su principal socio comercial desde hace más de una década.
Pero el viaje fue mucho más que eso.
Lula ha demostrado en sus primeros cien días de gestión que está dispuesto a mover fichas en el plano geopolítico y financiero y que su llegada a China, después de varios acuerdos neurálgicos, convirtió el encuentro con el presidente chino Xi Jinping en un catalizador de los cambios financieros en la nueva geopolítica y además en una bisagra de las economías emergentes con América Latina.
Los acuerdos de ambos países, anunciados hace pocos días, de comerciar en sus monedas nacionales e incluir a Brasil en el CIPS (Cross-Border Interbank Payment System), un esquema paralelo al Swift, demuestran que la tendencia del intercambio comercial ya no solo busca ampliarse sino que también busca cambiar su carácter, edificar un nuevo modelo.
Lula ha demostrado que está dispuesto a mover fichas en el plano geopolítico y financiero, y que su llegada a China convierte el encuentro con el presidente chino Xi Jinping en un catalizador de los cambios financieros en la nueva geopolítica y además en una bisagra de las economías emergentes con América Latina.
Con estos anuncios, la principal economía latinoamericana busca diversificar las reservas internacionales brasileñas hacia monedas diferentes al dólar para ponerlas en buen resguardo e impedir las presiones políticas en un mundo convulso e inestable.
Parece claro que la visita de Lula no busca solo inversión y mercados en China, sino que persigue también otro objetivo mayor: desatarse rápidamente de la rémora del dólar y del sistema financiero occidental. Lo relevante es que no intenta hacerlo en solitario sino acompañado de las economías emergentes articuladas en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un grupo de países en ascenso.
En fin, el líder brasileño está produciendo un verdadero giro geopolítico que acelera el debilitamiento de la unipolaridad iniciada hace más de treinta años.
El nombramiento de la expresidenta Dilma Rousseff como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por sus siglas en inglés) del BRICS obedece a esta lógica, en la que se busca acompasar a las economías emergentes en un tránsito conjunto.
Vuelve Brasil, vuelve Dilma
Quién podría haber pensado, hace siete años, después de haber sido judicializada por la derecha radical, que Dilma (como popularmente se le conoce) volviera a la palestra política mundial como presidenta del Banco de los BRICS y, por ende, como gestora importante del cambio de paradigma del dólar como moneda preponderante hacia la constitución de un sistema financiero alternativo verdaderamente competitivo.
El líder brasileño está produciendo un verdadero giro geopolítico que acelera el debilitamiento de la unipolaridad iniciada hace más de treinta años.
Durante su acto de posesión en el banco, Rousseff describió en un dato la situación financiera del nuevo mundo: el Producto Interno Bruto (PIB) del BRICS está por encima del propio G7.
El discurso de Lula en el acto ocurrido en Shanghái no ha dejado dudas sobre el afán que ronda su visita: “Me pregunto todas las noches por qué todos los países están obligados a comerciar en dólares”, dijo horas antes de su encuentro con el presidente chino. “¿Por qué no podemos comerciar en nuestra propia moneda?“, añadió.
En los próximos casi cuatro años, Brasil va en camino de convertirse en una economía más autónoma y libre y, además, de arrastrar a América Latina hacia la misma senda. Y es que el primer mandatario brasileño no habla solo por su país: “Ningún banco puede estar asfixiando las economías de países como está haciendo ahora en Argentina el FMI (Fondo Monetario Internacional) o como hicieron con Brasil durante tanto tiempo y con todos los países del tercer mundo” dijo, agregando: “ningún gobernante puede trabajar con un cuchillo en la garganta porque (su país) tenga deudas”.
Aunque se sabe ‘bisagra’ hacia América Latina, Lula piensa más allá, y ahora con Dilma en el Banco BRICS, Brasil se convierte en un agente articulador del mundo no occidentalizado.
El Lula que declara la “vuelta de Brasil” es uno que se desplaza por el sur global desafiando el mundo imperante y coadyuvando a la formación de un nuevo orden social postunipolar.
Otros temas en la mesa
El tema financiero no es el único en el que Lula hizo énfasis durante su viaje. Desde que comenzó su gestión en enero ha planteado reiteradas veces la necesidad de crear un grupo mediador para buscar la paz en Ucrania, además del tema climático con el que simpatizan varios gobiernos europeos.
Lula además invitó al presidente chino a Brasil, lo que podría generar una ampliación de las inversiones chinas y la llegada de la ‘nueva ruta de la seda’, un proyecto estratégico chino, al país amazónico.
El discurso de Lula confirma que los recientes intentos de EE.UU. por criminalizar las economías emergentes no ha tenido mella en varias partes del mundo. Hace días, el presidente francés Emmanuel Macron lanzó fuertes declaraciones luego de su visita a China, llamando a la “autonomía estratégica de Europa” en relación a las políticas de Washington.
Mientras tanto, el nuevo mundo emergente espera la cumbre BRICS que se realizará este verano y en la que debe decidirse la apertura a una decena de países que quieren