Definitivamente las elecciones regionales madrileñas no eran una cita electoral cualquiera. Aunque todos los indicios apuntaban a la victoria del Partido Popular (PP) de la mano de Isabel Díaz Ayuso, los comicios han provocado importantes cambios en la dinámica política española.
En primer lugar, se ha producido un contundente triunfo de la formación conservadora. Las cifras son inapelables. El PP ha arrasado en la capital del reino, logrando nada menos que 65 escaños, es decir, más del doble de los 30 que poseía hace dos años, cuando se celebró la última cita con las urnas. Eso ha dejado a los populares a las puertas de la codiciada mayoría absoluta de la Asamblea de Madrid, fijada en 69 escaños, de los 136 con que cuenta la cámara legislativa autonómica.
El resultado facilitará la investidura de la presidenta Díaz Ayuso quien optaba a la reelección. La ganadora indiscutible formará, presumiblemente, un gobierno monocolor sin tener necesidad de negociar una coalición con Vox, el grupo de extrema derecha que obtuvo 13 actas de diputado.
La caída del PSOE
La segunda consecuencia relevante de la jornada se refiere al Partido Socialista Obrero Español. El PSOE, que dirige el timón del Ejecutivo a nivel nacional, ha sufrido una debacle. Ha perdido el liderazgo de la izquierda en la región madrileña. Ha visto con estupor cómo era sobrepasado en número de sufragios por una formación joven, Más Madrid, cuya líder Mónica García se ha convertido en otra de las campeonas incontestables de la votación.
El sorpasso se debe, entre otras razones, a que el PSOE no ha sabido captar a las bases progresistas y a la falta de carisma y credibilidad de su candidato, Ángel Gabilondo. La campaña socialista estuvo realmente dirigida desde La Moncloa, sede del Gobierno central, por Iván Redondo, gurú del presidente Pedro Sánchez.
La estrategia del influyente Redondo ha fracasado con estrépito pues el partido ha cosechado los peores resultados de su historia, perdiendo 13 puestos para situarse en 24, los mismos que atrapó Más Madrid. El batacazo obliga a Sánchez a hacer balance de daños y replantearse la jugada de aquí a los próximos dos años, fecha en la que debe renovarse el Parlamento nacional, el Congreso de los Diputados.
Adiós de Iglesias, y Ciudadanos
Más Madrid es una reciente escisión de Podemos. Esta formación de extrema izquierda presentaba como candidato nada menos que a Pablo Iglesias, referente progresista en España desde hace siete años. Iglesias había dimitido, el pasado 15 de marzo, como vicepresidente segundo del Gobierno central para asumir el reto electoral. Sin embargo, no tuvo éxito y consiguió a duras penas que su grupo ganara un escaño más.
Tras rumiar la derrota que sonaba anunciada, Iglesias anunció que deja la política activa y dimite de todos sus cargos (diputado nacional y secretario general de Podemos), porque, en su opinión, ya no contribuye “a sumar” y no quiere ser “un tapón”. Con su despedida se va una figura histórica para la izquierda. Supo leer como nadie el clima en 2014, puso en marcha un proyecto audaz que ilusionó a millones de personas, pero sus errores devoraron al personaje y al proyecto. El “Podemos original” cambió la forma de pensar de este país, pero ya no es lo que era.
“Logró abrir con éxito muchos debates en sus primeros años en Podemos, que cambiaron la mentalidad de los españoles y forzaron a otros partidos a cambiar, sobre todo al PSOE: transparencia, corrupción, puertas giratorias, ingreso mínimo, salario mínimo, primarias…”, escribió el periodista Álvaro Carvajal, quien siguió a la formación durante varios años.
“Por contra, lo que quiso ser un proyecto constructivo, socialdemócrata, amplio e ilusionante con principios del 15-M terminó por devorarse a sí mismo con un funcionamiento mesiánico, centralista e implacable que ha sido un rodillo expulsando talento, liderazgos y sensibilidades”, opinó Carvajal.
Otro hecho destacable fue la desaparición del panorama político de la opción centrista representada por el partido Ciudadanos. Aunque en 2019 había obtenido 26 diputados, en esta ocasión no llegó ni siquiera al 5% de los votos necesario por ley para entrar en la Asamblea.
Esta hecatombe augura el principio del fin de este grupo que, junto a Podemos, puso fin al bipartidismo imperante en España desde la transición a la democracia, a finales de los años 70 del siglo pasado. Los votos de Ciudadanos, partidario del equilibrio y del consenso, se fueron casi directamente a Ayuso y al PP, recuperado de sus pasados y sonados escándalos de corrupción.
Asistencia masiva y euforia del PP
La participación electoral también se convirtió en noticia al llegar a cotas récord. Un 76,25% de los madrileños con derecho a voto acudieron a las urnas, lo que supone un 11,98% más que en los comicios autonómicos de hace dos años. Pese a la pandemia de coronavirus y a una jornada electoral atípica en día laborable, nunca antes había ido a votar tanta gente en unas elecciones autonómicas en Madrid. El récord anterior era el 70,36% y databa de 1995.
Es atrayente analizar los resultados en clave nacional. El PP anda eufórico hablando ya del inicio de un cambio de rumbo. Su líder, Pablo Casado, extrapoló el triunfo de Díaz Ayuso y declaró satisfecho que el escrutinio representa una “moción de censura al sanchismo”.
Ese es, sin embargo, un análisis prematuro y tramposo porque, aunque Madrid sí es España, España no es Madrid. De hecho, resulta muy complicado aplicar lo que ha ocurrido a todo el territorio español, donde confluyen circunstancias y personajes distintos. Casado hizo lo que hizo porque precisaba hacerlo, porque necesita victorias como el aire que respira, en su particular batalla soterrada por afianzar su liderazgo dentro del partido frente a poderosos barones regionales como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
En realidad, fueron muchos más votos de rechazo en contra de Sánchez y de Iglesias, que votos de arrastre en favor de Díaz Ayuso. Esta desarrolló una campaña que trascendió a las siglas de su partido, llevando el debate hacia donde ella quería: el choque contra Sánchez, y no contra Gabilondo. Y la polarización hizo el resto.