A dos días de cumplirse un mes de su salida del hospital por una grave neumonía, el papa Francisco ha fallecido este lunes a los 88 años en su residencia de Santa Marta, según ha confirmado en un vídeo el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, quien hasta la elección del próximo pontífice asumirá el liderazgo de la Iglesia.
“Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 07.35 horas de hoy, el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados”, ha anunciado Farrel.
El pontífice, aún convaleciente por la enfermedad por la que estuvo más de un mes ingresado, hizo su última aparición pública este domingo para la bendición Urbi et Orbi tras la misa del Domingo de Resurrección. Asimismo, recorrió la plaza de San Pedro en papamóvil para saludar a las decenas de miles de fieles que allí se congregaban. Antes, se reunió en el Vaticano con el vicepresidente de EEUU, J. D. Vance, el último líder mundial en encontrarse con él.
Todas las grandes personalidades de la política global han lamentado este lunes la muerte de Francisco. El propio Vance, entre ellas: “Me alegré de verlo ayer, aunque obviamente estaba muy enfermo. Siempre lo recordaré por la homilía que dio en los primeros días de la covid-19. Fue realmente hermosa. Que Dios le dé descanso”, ha señalado. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha afirmado que el papa pidió “el coraje de un cambio de rumbo” y se ha mostrado “privilegiada” por “gozar de su amistad, de sus consejos y de sus enseñanzas”.
En España, el Gobierno ha decretado tres días de luto por su muerte. “Ha fallecido un hombre bueno, ha muerto un gran papa”, ha dicho el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, encargado de las relaciones con la Santa Sede.
El rito de la constatación de la muerte del papa Francisco tendrá lugar este lunes a partir de las 20.00 horas en su residencia de la Casa Santa Marta, en cuya capilla será velado.
El maestro ceremoniero del Vaticano, Diego Ravelli, ha informado en un comunicado de que el féretro será velado en la capilla de su residencia por disposición en vida del pontífice, ya que antes de Francisco esto se hacía en la capilla del Palacio Apostólico.
El pontífice simplificó el año pasado los ritos funerarios en el documento Ordo Exsequiarum Romani Pontificis y, entre otras cosas, estipuló ser velado en la capilla de su residencia y no en el Palacio, además de que su cuerpo fuera después expuesto a los fieles en un ataúd abierto y no sobre un catafalco en la basílica.
Con su muerte, se iniciará el protocolo que regirá su funeral, que habrá de celebrarse entre el cuarto y el sexto día desde el fallecimiento. Así, está previsto que se haga entre el viernes y el domingo. Después de este, en un plazo que no puede superar los 20 días, se convocará el cónclave para elegir a su sucesor.
Jorge Bergoglio, que será enterrado, tal y como quería, en la Basílica de Santa María la Mayor, quiso que se le conociera como Francisco I, en una auténtica declaración de intenciones. El hasta entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires se convertía por sorpresa el 13 de marzo de 2013 en el primer papa latinoamericano y jesuita de la historia y, con su cambio de nombre, rendía honor a San Francisco de Asís, patrón de los pobres, de vida austera y simple. Llegó también considerado un papa reformista y logró cambiar algunas cosas en el seno de la Iglesia, pero con una notable oposición interna y algunos fracasos.
El bonaerense, nacido el 17 de diciembre de 1936 en una familia de inmigrantes italianos, llegaba los 76 años a obispo de Roma. Habían pasado 55 desde que hubiese ingresado como novicio en el seminario del barrio Villa Devoto, de la orden jesuita, no sin antes licenciarse como ingeniero químico e incluso trabajar como portero en algunos clubes de tango. En 1969, a los 43 años, fue ordenado sacerdote.
Ese mismo año se desplazó a España, donde estuvo hasta 1972, para cumplir su tercer probandato —periodo que sirve para preparar intelectualmente a los jóvenes sacerdotes— en la Universidad Alcalá de Henares de Madrid. Más tarde ejerció como profesor de Teología.
Su gran salto llegó en 1998, cuando fue designado arzobispo de Buenos Aires, cargo que le dio una gran visibilidad y le convirtió en el gran referente del catolicismo de su país. Su llegada al Vaticano se produjo de la mano de Juan Pablo II, que lo nombró cardenal en 2001. Desde entonces formó parte de diversas congregaciones del gobierno de la Iglesia, aunque siguió como arzobispo en la capital argentina.