Colaboradores de la Casa Blanca sospechan que la reacción del líder ruso será redoblar la apuesta militar en Ucrania, y quizás ampliar la guerra
David E. Sanger, Eric Schmitt y
WASHINGTON — Los altos funcionarios de la Casa Blanca que diseñaron la estrategia para confrontar a Rusia han comenzado a debatir en voz baja sobre una nueva preocupación: la avalancha de sanciones dirigidas contra Moscú, las cuales han ganado velocidad más rápido de lo que imaginaban, está arrinconando al presidente Vladimir Putin y lo podría provocar para que ataque, tal vez con la intención de expandir el conflicto más allá de Ucrania.
En reuniones celebradas en la Sala de Situaciones en días recientes, el tema ha surgido varias veces, según tres funcionarios. Los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos les han dicho a la Casa Blanca y al Congreso que la tendencia de Putin es redoblar esfuerzos cuando siente que está atrapado por sus propios excesos. Los funcionarios han enumerado una serie de posibles reacciones que van desde bombardeos indiscriminados de ciudades ucranianas para compensar los primeros errores que cometió su fuerza invasora y ciberataques dirigidos al sistema financiero de Estados Unidos, hasta más amenazas nucleares y tal vez maniobras para expandir la guerra más allá de las fronteras de Ucrania.
El debate en torno a las próximas maniobras de Putin está relacionado con una urgente reexaminación de las agencias de inteligencia sobre el estado mental del líder ruso y si los dos años de aislamiento por la COVID-19 han alterado sus ambiciones y apetito por correr riesgos.
Esas inquietudes se incrementaron después del domingo, cuando Putin ordenó poner las armas nucleares estratégicas del país en una alerta “lista para el combate” con el fin de responder a los “comentarios agresivos” de Occidente (sin embargo, en los días siguientes, funcionarios de seguridad nacional aseguraron que han visto poca evidencia in situ de que las fuerzas nucleares rusas en realidad hayan cambiado a un estado distinto de preparación).
Una señal de la profundidad de la preocupación estadounidense fue que el secretario de Defensa, Lloyd Austin, anunciara el miércoles que iba a cancelar una prueba de misiles nucleares Minuteman que ya estaba programada, para no intensificar los desafíos directos a Moscú o darle una excusa a Putin para que vuelva a invocar el poder del arsenal nuclear del país.
“No tomamos esta decisión a la ligera, sino para demostrar que somos una potencia nuclear responsable”, comentó el miércoles el secretario de Prensa del Pentágono, John Kirby. “En este momento de tensión, reconocemos la trascendencia de que tanto Estados Unidos como Rusia tengan en cuenta el riesgo de un error de juicio y tomen medidas para reducir esos riesgos”.
Sin embargo, la reacción de Putin frente a la ola inicial de sanciones ha provocado una serie de preocupaciones, a las cuales un alto funcionario llamó el “problema de un Putin acorralado”. Esas inquietudes se centran en una serie de anuncios recientes: el alto al desarrollo de yacimientos rusos que realizaron empresas petroleras como Exxon y Shell, las maniobras en contra del banco central de Rusia que desplomaron el rublo y el anuncio sorpresivo de Alemania, según el cual levantará su prohibición para enviar armas letales a las fuerzas ucranianas e intensificará su gasto militar.
No obstante, más allá de la cancelación de la prueba de misiles, no hay ninguna evidencia de que Estados Unidos esté considerando tomar medidas para reducir las tensiones y un alto funcionario mencionó que no hay ningún interés en retirar las sanciones.
“Más bien sería lo contrario”, comentó el funcionario quien, al igual que otros empleados del gobierno estadounidenses entrevistados para este artículo, pidió permanecer en el anonimato para hablar sobre los debates internos entre los asesores del presidente Joe Biden.
De hecho, el jueves, Biden anunció más sanciones contra la clase oligarca de Rusia. Muchos de los nombres —entre ellos Dmitri Peskov, el portavoz de Putin y uno de sus más cercanos asesores— corresponden a algunos de los defensores más influyentes del mandatario ruso y los beneficiarios del sistema que ha creado.
Mientras leía un comunicado y sin responder preguntas, Biden señaló que las sanciones ya han tenido “un impacto profundo”.
Unas horas después de haber leído el comunicado, el S&P bajó la calificación crediticia de Rusia a CCC-, mencionó en un comunicado la agencia calificadora de créditos. Esa calificación es mucho menor a la de los niveles de bonos basura que obtuvo Rusia unos días después de la invasión y la colocan tan solo dos puestos arriba de una advertencia de que el país sea declarado en mora.
La agencia sugirió que el esfuerzo de Putin para que su economía fuera “a prueba de sanciones” había fracasado. Y, al menos por ahora, casi la única salida discernible que tiene el líder ruso es declarar un cese al fuego o retirar sus fuerzas, medidas que hasta ahora no ha mostrado ningún interés en llevar a cabo.
En una rueda de prensa celebrada la tarde del jueves en la Casa Blanca, la secretaria de Prensa Jen Psaki señaló que no estaba enterada de ningún esfuerzo para mostrarle una salida a Putin. “Creo que, justo ahora, están marchando hacia Kiev con un convoy y, según informes, siguen tomando medidas salvajes en contra del pueblo de Ucrania. Así que en este momento no ofreceremos opciones para reducir las sanciones”.
Sin embargo, un alto funcionario del Departamento de Estado, a quien se le preguntó sobre los debates al interior del gobierno en torno a los riesgos por venir, comentó que en la estrategia del gobierno había matices que apuntan a posibles salidas para el líder ruso.
Según el funcionario, la política de Biden no involucraba un cambio de régimen en Rusia; la idea más bien era influir en las acciones de Putin, no en su control del poder. Además, el funcionario hizo notar que las sanciones no estaban diseñadas como un castigo, sino como presión para terminar la guerra. Y se intensificarán si Putin escala su ofensiva, comentó el funcionario. Empero, el gobierno podría calibrar sus sanciones, y tal vez reducirlas, si Putin comienza a disminuir la intensidad.
Y el funcionario dijo que como el mandatario ruso ha ejercido tal control sobre los medios de comunicación de su país, cerrando los últimos vestigios de organizaciones de noticias independientes, podría convertir algún tipo de desescalada en una victoria.
Sin embargo, esa esperanza choca con las evaluaciones de los instintos de Putin, muchas de las cuales se basan en observaciones abiertas y no clasificadas.
William J. Burns, director de la CIA, fue uno de los primeros defensores de la opinión de que el líder ruso planeaba invadir, y que no estaba concentrando tropas en torno a Ucrania para ganar ventaja en algún tipo de juego de negociación.
“Nunca subestimaría a Putin y su apetito de riesgo en relación con Ucrania”, dijo en diciembre Burns, exembajador estadounidense en Moscú, que ha tratado con Putin durante más de dos décadas.
Las opiniones de Putin sobre Ucrania se mantienen férreamente. Parece poco probable que acepte cualquier resultado que no logre su objetivo de acercar a Ucrania al redil ruso. Y, sobre todo, después de la mala actuación de los militares rusos en la primera semana de la guerra, puede preocuparle que cualquier rumor de fracaso pueda debilitar su control del poder.
En reuniones a puerta cerrada celebradas desde que se aceleró la crisis, otros funcionarios estadounidenses han advertido que la estrategia de Putin para las próximas semanas podría ser redirigir el conflicto hacia Washington, con la esperanza de que funcione para distraer de los ataques de las fuerzas rusas en contra de civiles en Ucrania y despierte una respuesta nacionalista frente a las acciones de un adversario de toda la vida.
Si Putin quiere atacar el sistema financiero de Estados Unidos, como Biden ha atacado el suyo, tan solo tiene una vía significativa: su ejército bien adiestrado de hackers y un grupo adyacente de operativos criminales especializados en programas de secuestro, algunos de los cuales se han comprometido en público a ayudarle en su batalla.
Tatyana Bolton, directora de políticas de ciberseguridad y amenazas emergentes del R Street Institute, expresó el jueves su confianza en que el sector financiero estaba preparado.
“Los J. P. Morgan del mundo gastan más en ciberseguridad que muchas agencias gubernamentales”, dijo Bolton, una exfuncionaria del Departamento de Seguridad Nacional cuya familia emigró de Rusia.
Pero le preocupaba la posibilidad de que Putin active finalmente “el programa maligno preposicionado en el sector energético, como una manera de vengarse de Estados Unidos”.
Miembros del Congreso también han expresado su preocupación ante la posibilidad de que Putin desate la red de hackers criminales de Moscú, quienes han realizado ataques con programas de secuestro que han paralizado hospitales, plantas de procesamiento de carne y la red Colonial Pipeline que transportaba casi la mitad de la gasolina, el diésel y el combustible pesado en la costa este.
“Si la situación empeora, creo que veremos ciberataques rusos en contra de nuestra infraestructura crucial”, opinó el representante Mike Gallagher, republicano por Wisconsin, un miembro del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que fue copresidente de una influyente comisión del ciberespacio.
Otra posibilidad es que Putin amenace con adentrarse en Moldavia o Georgia que, como Ucrania, no son miembros de la OTAN y, por tanto, son territorios en los que las fuerzas estadounidenses y de la OTAN no entrarían. El secretario de Estado Antony Blinken está haciendo de Moldavia una de sus paradas en una gira de trabajo que comenzó el jueves.
Hay preocupaciones mayores, relacionadas con posibles amenazas nucleares. El domingo pasado, mientras se aceleraban los combates, Bielorrusia aprobó un referéndum que modificaba su constitución para permitir que las armas nucleares se instalaran, una vez más, en su territorio. Los funcionarios estadounidenses esperan que el presidente Aleksandr Lukashenko pueda pedir a Putin que coloque armas tácticas en su país, donde estarían más cerca de las capitales europeas. Y Putin ha demostrado, en dos ocasiones esta semana, que está dispuesto a recordarle al mundo los poderes de su arsenal.
No obstante, es probable que la próxima maniobra de Putin sea intensificar más sus operaciones en Ucrania, lo cual seguramente producirá más bajas civiles y destrucción.
“No fue pan comido para Putin y ahora no tiene otra opción que redoblar la ofensiva”, comentó Beth Sanner, una ex alta funcionaria de inteligencia. “Eso es lo que hacen los autócratas. No pueden retroceder, porque se verían débiles”.
Fuente: The New York Times