Más de 76 años después del inicio del conflicto palestino-iraelí, España se ha convertido en uno de los primeros países de la órbita occidental en reconocer oficialmente al Estado de Palestina. El Ejecutivo español califica el hecho de “histórico” y asegura que es “un paso hacia la resolución de la disputa en Oriente Medio”. Pese a ello, la solución de los dos Estados está todavía lejos de tener una aplicación real, ya que llega en un momento donde el territorio está más ocupado que nunca por colonos israelíes, con una guerra abierta en Gaza y el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en medio de una importante crisis de legitimidad interna. Además, España ha reconocido un territorio que lleva casi 20 años sin celebrar elecciones.
Los Acuerdos de Oslo de 1993 dividieron los territorios palestinos en tres áreas dependiendo de si el control civil y militar lo ejercían los palestinos o israelíes. Fue al calor de aquella firma cuando se acordó la creación de la ANP, cuya idea era que fuera el embrión de un futuro Estado soberano independiente. Sin embargo, hoy ese proceso transitorio no solo continúa sino que la ANP cuenta con un poder mucho más mermado que entonces, ya que su área de influencia territorial es más pequeña y el apoyo popular con el que cuenta es menor.
Mientras que la Autoridad ejerce el control de algunas partes de Cisjordania, en la Franja de Gaza no lo hace desde hace más de 17 años. Las disputas entre Fatah (la facción secular palestina que controla la ANP) y Hamás estallaron a principio de siglo, cuando en el año 2006 el grupo islamista ganó las elecciones parlamentarias. Fatah no reconoció los resultados y poco después Hamás rompió con la ANP y se quedó con el control de facto de Gaza. Desde entonces no se celebran elecciones ni presidenciales ni parlamentarias en territorio palestino; únicamente se han realizado comicios locales en algunas zonas de Cisjordania.
“La Autoridad Nacional Palestina es actualmente una autoridad muy débil”, reconoce a 20minutos Javier Gil Guerrero, profesor de relaciones internacionales de Comillas ICADE. “La corrupción de la ANP manejada por Fatah y la popularidad de Hamás ha llevado a la situación excepcional que se vive en este momento que también ha permitido la comunidad internacional”, apunta.
Los motivos detrás de estas casi dos décadas sin elecciones democráticas se deben muchos factores. Para la ANP del presidente Mahmud Abás, el principal motivo es la situación de ocupación de buena parte del territorio y el impedimento de Tel Aviv para que los palestinos de Jersualén Este puedan votar. No obstante, la política de ocupación no es el único factor. La pugna interna por el control de la causa palestina juega también un papel fundamental.
“Hay una imposibilidad física y política de llevar a cabo unas elecciones en todo el territorio palestino porque está fragmentado y con dos entidades que afirman ser las legítimas representantes del pueblo palestino”, asegura Gil Guerrero, que agrega que Fatah también tiene miedo a perder las elecciones; como ocurrió en 2006. En este sentido, apunta que mientras que Fatah es “una gerontocracia corrupta que no ilusiona a la población, sin proyectos y cuya media de edad del Gobierno es de 70 años”, Hamás ha conseguido dar la sensación de ser una “alternativa” con un fuerte respaldo en Palestina.
Según el sondeo que realizó el Centro Palestino para la Investigación Política en diciembre (varios meses después del atentado de Hamás y el comienzo de la ofensiva israelí sobre Gaza), “el apoyo a Hamás se ha triplicado en Cisjordania”, según recogía entonces EFE. El 68% de población cisjordana consideraba que la ANP era “una carga”, los favorables a su disolución superaban el 60% y más del 90% quería la dimisión de Abás. Además, el apoyo a la lucha armada superaba el 70% en Cisjordania, lo que demostraba que las políticas de Fatah en estas últimas décadas habían perdido un amplio respaldo.
Para Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial, se da la paradoja de que, pese a esta situación, “cada vez hay más poder concentrado en la figura de Abás, que tiene 88 años y por tanto no es una persona que esté involucrada activamente en la toma de decisiones”. En este sentido, insiste en que mientras liderazgo es “cada vez más débil”, ese poder que aglutina aumenta la “sensación de corrupción política y económica”. Además, añade que la cooperación de la ANP con Israel en cuestiones como la seguridad hacen que la población les acuse directamente de ser “parte del sistema de ocupación de Israel”.