Esto significa que debemos prestar atención no sólo a las declaraciones, claramente incendiarias, de varios dirigentes azeríes —como por ejemplo las declaraciones del presidente Aliyev, el cual hace unos meses ponía el foco en la supuesta marginación de los más de 40 millones de azeríes que viven en Irán, sino que debemos poner el foco en la visión política que Irán tiene de Azerbaiyán.
Empecemos con un poco de historia, lo cual servirá para arrojar luz sobre cuestiones que podemos definir como de “larga duración”. Antes de las guerras entre Rusia y el Irán de la dinastía Qajar, cuyo resultado fue la imposición a Irán de los tratados de Golestán y Turkmenchay —en 1813 y 1828 respectivamente—, lo que hoy es el territorio de Azerbaiyán formaba parte de Irán. Es en aquel momento, una vez que todos los territorios iraníes en el Cáucaso pasan a manos de Rusia, cuando se establece la frontera entre ambos países en el río Aras. Debido a esta división administrativa, a finales del siglo XIX las poblaciones azeríes con una tradición cultural persa se encuentran a ambos lados del río. Después del colapso del Imperio Ruso, debido a la I Guerra Mundial, y después de un breve experimento federal, nace en 1918 el estado independiente de Azerbaiyán. El experimento no dura demasiado, ya que en 1920 el país pasa a estar incluido en la Unión Soviética hasta su colapso y posterior disolución.
Un análisis político es imprescindible para desmitificar una posible lectura esencialista sobre las relaciones entre Irán y Azerbaiyán. Una lectura, política, no-esencialista nos ayudará a comprender este conflicto más allá de las posibles explicaciones hipersimplistas que reducen la actual situación a un enfrentamiento entre dos países musulmanes. La República Islámica, articula el Islam de una manera que podemos definir como política, podemos decir que la República Islámica intenta construir un discurso que busca que el Islam se convierta en el punto político central en las comunidades musulmanas. Mientras que para Azerbaiyán, el Islam no es una posibilidad política, sino simplemente un artefacto cultural. Podríamos definir este tipo de articulación como la mera concesión de cierta visibilidad al Islam en los espacios culturales, pero sin que esto se traduzca en una articulación del Islam como lenguaje en las relaciones internacionales, políticas públicas, etc… El Islam oficial de Azerbaiyán, es en definitiva, desde el punto de vista iraní, un Islam como el de Arabia Saudí, un Islam que no tiene como objetivo desafiar la actual configuración política global.
Esta diferencia a la hora de articular el islam tiene claras implicaciones políticas. Esta es la razón por la que Azerbaiyán puede adoptar políticas claramente “anti-ummáticas” a pesar de considerarse un país islámico. Bakú, puede desplegar esas políticas porque las autoridades azeríes ven el Islam como mero ritual, sin ninguna intención anti-hegemónica.
Volvamos a la historia, o mejor dicho, a la distorsión de la historia que Azerbaiyán lleva años promoviendo. Esa distorsión está basada en la narrativa del pan-turquismo, una narrativa ultranacionalista, cuyo objetivo es la unión de todos los países de lengua turca. No podemos dejar de mencionar que la llegada del AKP al poder en Turquía y su política expansionista en el Cáucaso sur, sirve como explicación del resurgimiento de la doctrina del pan-turquismo en la región, y de manera particular en Azerbaiyán.
Es el lenguaje del pan-turquismo el que sirve como combustible ideológico para que Azerbaiyán, en un movimiento claramente expansionista, hable del “Gran Azerbaiyán”. Lo que es visto desde Teherán como una clara amenaza. Es ese mismo lenguaje ultra expansionista, el que hace que Bakú incite, de forma totalmente inaceptable, un movimiento secesionista entre la población Irano-Azerí. Esta distorsión de la historia puede observarse si nos fijamos en el actual plan de estudios en Azerbaiyán, y vemos como este plan de estudios intenta inculcar en las poblaciones más jóvenes la idea de un Gran Azerbaiyán —un Gran Azerbaiyán que incluye territorios iraníes—.
El pan-turquismo, como ideología política, puede verse como un intento por bloquear la creación de una identidad política musulmana. Como lenguaje etno-nacionalista, es un lenguaje claramente racista, racista en el sentido de crear una jerarquía ontológica en la cual los turcos estarían situados en la cima de esa misma jerarquía. El objetivo del pan-turquismo es la creación de un cuerpo político, en el cual las minorías sean expulsadas hacia los márgenes y en donde la posibilidad de diversidad sea aplastada por el peso de la homogenización étnica. En esta visión, la historia islámica ha sido reemplazada por una historiografía nacionalista.
Una identidad islámica, como la defendida por Irán, se posiciona contra ese reduccionismo nacionalista. El “principio ummático” de Irán, trasciende las barreras nacionales y sectarias en su articulación política. De nuevo, podemos ver aquí la diferencia entre un Islam político y un Islam visto como reliquia museística, que sería la visión de Bakú. El Islam no político de Azerbaiyán no tiene ningún tipo de problema en relacionarse con la entidad sionista, incluso recibirla con los brazos abiertos. Es difícil negar que Azerbaiyán se ha convertido en una base militar sionista. Además de realizar todo tipo de operaciones contra Irán, la presencia sionista también estaría ayudando a que Azerbaiyán busque la reconfiguración de las fronteras regionales —en particular las fronteras entre Armenia, Irán y Azerbaiyán—, algo que ha sido calificado como una línea roja para Teherán.
Puede parecer extraña la defensa de las fronteras regionales actuales desde una perspectiva no nacionalista, como la que hemos dicho que defiende la República Islámica. Lo primero que debemos tener claro es que no se puede ver a la República Islámica desde la perspectiva del estado-nación. Nuestro análisis es mucho más completo si consideramos a la República Islámica como el hogar político de los musulmanes, sin tener en cuenta diferencias nacionales y/o étnicas. Un ataque contra las actuales fronteras, en nombre de una visión como el pan-turquismo, supone un ataque sobre una visión ummática, representada por Irán. Podemos incluso añadir, que tanto el pan-turquismo, como el sionismo, comparten las mismas bases anti-ummáticas y antislámicas.
Sin una visión ummática independiente y soberana, la idea de un “hogar político para los musulmanes” estará siempre en cuestión.
Por: Xavier Villar