La primera vuelta de las elecciones en Colombia mostró que la población del país no quiere saber nada con el uribismo que ha gobernado en las dos últimas décadas.
La oligarquía colombiana que ha gobernado, por décadas en Colombia, sin apenas contrapesos, ha contado con el apoyo irrestricto de los gobiernos estadounidenses, para ejecutar esta hegemonía de la derecha política, económica y militar del país del norte, que ha tenido con Iván Duque el último de los actores proestadounidenses.
Las administraciones colombianas, ligadas al paramilitarismo y el narcotráfico han creado un país subsidiario, tanto de Estados Unidos como del sionismo. El gobernar de esta manera es lo que ha posibilitado la conformación de un país, que es un verdadero portaviones de los intereses de Washington en el continente: dotado de ocho bases militares del Pentágono, agresor de su vecino venezolano, centro de espionaje regional y además centro de producción y distribución de drogas, para los propios Estados Unidos y Europa.
Colombia es un país con una profunda crisis económica, derivado no sólo de la pandemia del Covid 19, sino también de la inexistencia de cambios estructurales de un modelo político, económico y social, que ha generado un país con una profunda brecha social y económicas en uno de los estados más neoliberales del continente. Con ejemplos de abandono de la sociedad más carenciada, que se expresa en una crisis severa del sector público de salud, con escasísima protección económica a los sectores más golpeados por la pandemia. Unamos a ello la inseguridad crónica y los altísimos niveles de corrupción, abusos de poder, el nepotismo y una crisis que alcanza, no sólo lo mencionado, sino también aspectos éticos, que hacen impresentable, por ejemplo, que el candidato de la derecha, Rodolfo Hernández diga que su bandera de lucha sea acabar con la corrupción, cuando él ha sido acusado de la misma conducta, cuando fue alcalde de Bucaramanga.
La primera vuelta mostró un hecho evidente: la población colombiana, mayoritariamente, no quiere saber nada con el uribismo – que ha gobernado en las dos últimas décadas – Y, por ello los candidatos Gustavo Petro y su compañera de fórmula Francia Márquez del Pacto Histórico, pasaron a segunda vuelta con un 40,3% de los votos, más de ocho y medio millones de preferencias, que los harán competir por el sillón de Nariño contra la fórmula del millonario Rodolfo Hernández y su candidata a vicepresidenta Marelen Castillo, que obtuvo el 28,2% de los votos – con cinco millones 950 mil sufragios – Dos de cada tres colombianos y colombianas, que tuvieron derecho a sufragar votaron, por una opción distinta al uribismo y eso ya es un cambio profundo en la nación sudamericana. Efectivamente, el candidato ultraderechista Federico Gutiérrez quedó en un tercer lugar con un 23,7% de los votos y entregando de inmediato su apoyo a Hernández, a pesar que en la campaña lo trató como un farsante y un solapado. Todo sea por tratar de frenar el triunfo de Petro. Una prueba evidente, que más puede el temor a las izquierdas, que las disputas de escasa profundidad entre dos representantes de la derecha colombiana, con sus bemoles, pero no muy distintos.
Se está levantando un frente anti Pacto Histórico, que califica a la fórmula Petro-Márquez como “una amenaza a la democracia” tratando de desinformar, manipular y generar un temor en la población colombiana frente a una fórmula presidencial decidida a cambiar el rostro de un país, que durante 60 años vivió una cruenta guerra civil, que aún sufre el asesinato de líderes sindicales, campesinos, indígenas, la presencia de bandas paramilitares, una insurgencia refractaria a acuerdos políticos y un narcotráfico, que no da tregua.
Petro pasó de ganar nueve departamentos, en la elección del año 2018 a 18 en la actual contienda electoral, lo que evidencia la posibilidad cierta de poder triunfar en el ballotage del próximo 19 de junio. Tal situación viabilizaría, que la corriente progresista en Colombia se uniera a otros triunfos en naciones sudamericanas, después de una ola derechista que sacudió por más de una década al continente. Una Colombia, que entre los años 2020 y 2021 fue sacudida por masivas manifestaciones sociales, que pedían acabar con la corrupción, el narcotráfico y los efectos de un modelo neoliberal, que no da el ancho frente a las enormes necesidades de la sociedad colombiana. Necesidades que la fórmula Petro – Márquez desean cambiar y donde la figura de Francia Márquez juega u papel relevante en su condición de abogada, defensora de los derechos humanos y el medio ambiente que le valió el premio Goldman, líder d ela lucha por lo derechos de afrocolombianos y aborígenes, que le ha valido amenazas de muerte y agresiones.
La fórmula presidencial del Pacto Histórico tiene una difícil pero necesaria tarea. Necesita dos millones de votos más de los que ha obtenido ahora, que no saldrán del campo ultraderechista, tendrá que llamar a los indecisos, a los que no fueron a votar y así contrarrestar al llamado “fenómeno Hernández” considerado hasta ayer un outsider y hoy un rival de temer, que genera simpatías y el apoyo de la derecha más dura, lo que implica ayuda comunicacional, política, económica y también de los Estados Unidos, que con su maquinaria de apoyo político, diplomático y de compra de voluntades, puede volcar elecciones a sus intereses. Petro ha comenzado un lento camino de búsqueda de apoyos, que ya se han expresado, como es el caso del exministro de Salud y ex candidato presidencial, Alejandro Gaviria, que confirmó su apoyo al candidato presidencial del Pacto Histórico “Gustavo Petro ha hecho un esfuerzo, representa la opción de cambio más responsable institucional y liberal. Además, ha hecho un esfuerzo, para articular una visión de cambio” sostuvo Gaviria.
Sergio Fajardo, el cuarto candidato mayor votado, que representa al centro político aún no define su voto en segunda vuelta, a diferencia de su compañero de fórmula Luis Gilberto Murillo, quien expresó su respaldo a Petro y se sumó con su equipo del movimiento Colombia Renaciente. Para el analista Camilo Rengifo, el plan C de la derecha en Colombia, visto el fracaso de su candidato Federico Gutiérrez, es Rodolfo Hernández, “inflado por los medios hegemónicos durante las últimas semanas, un candidato alternativo, pero ni tanto, un supuesto candidato antisistema al mejor estilo Trump, o Jair Bolsonaro, para garantizar los intereses de los dueños del sistema. El ingeniero, como le gusta que le digan, se caracteriza por su incapacidad, para contener arranques de violencia verbal y física, por sus comentarios inequívocamente misóginos y por su manifiesta admiración a Adolf Hitler”
Lo evidente, es que nada está escrito aún en esta segunda vuelta histórica en Colombia. Un país que merece salir de la oscuridad de veinte años de uribismo y décadas de una oligarquía que ha generado muerte, dolor, destrucción y la fragmentación de la sociedad de este hermoso país sudamericano.