La reacción de Occidente a la operación militar rusa en Ucrania ha expuesto su doble rasero y “alto grado de hipocresía”, considerando que las guerras libradas por EE.UU. en el extranjero nunca recibieron la respuesta punitiva que merecían, critica el periodista estadounidense Robert Bridge en un artículo de opinión.
Los acontecimientos en Ucrania han demostrado que Washington y sus aliados son capaces de destruir países como Afganistán, Irak, Libia y Siria, entre otros, con “impunidad casi total”, mientras que Moscú y el presidente ruso Vladímir Putin están siendo linchados en casi todos los medios de comunicación, escribe el periodista.
Bridge recuerda que durante más de una década Rusia ha venido advirtiendo sobre la expansión de la OTAN, pero sus preocupaciones no solo fueron recibidas con un “desprecio” predecible, sino que la Alianza Atlántica continuó expandiéndose hacia Europa del Este. “Imagine cuál sería la reacción de Washington si Moscú estuviera construyendo un bloque militar en continua expansión en América del Sur”, cuestiona.
“Arrogancia e indiferencia”
La paciencia de Moscú terminó cuando Washington y la OTAN “comenzaron a inundar a la vecina Ucrania con una deslumbrante variedad de armamento sofisticado, en medio de pedidos de membresía en el bloque militar”. Para Rusia, Ucrania “comenzaba a representar una amenaza existencial”. En diciembre del 2021, en un último intento por evitar la escalada, Moscú “entregó borradores de tratados a EE.UU. y la Alianza Atlántica solicitando que detuvieran la expansión militar”, pero “una vez más” esas propuestas fueron recibidas “con arrogancia e indiferencia por los líderes occidentales”, critica el autor del artículo.
Robert Bridge recuerda que en las últimas dos décadas Washington y “sus secuaces” han tenido un “comportamiento beligerante”. El “ejemplo más notorio de ello es la invasión de Irak en 2003. Esa desastrosa guerra que los medios occidentales han calificado como un desafortunado ‘fallo de inteligencia’ representa uno de los actos más atroces de agresión no provocada en la memoria reciente”, denuncia.
Washington acusó a Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva, y “en lugar de trabajar con los inspectores de armas de la ONU, que se encontraban en Irak intentando verificar esas denuncias, EE.UU., junto con Reino Unido, Australia y Polonia lanzaron un masivo bombardeo […] En un abrir y cerrar de ojos, más de un millón iraquíes inocentes murieron, resultaron heridos o tuvieron que salir de su país debido a esa flagrante violación del derecho internacional”, recuerda.
Más de 900 mentiras del Gobierno de EE.UU.
Más tarde se reveló que el entonces presidente estadounidense George W. Bush y otros altos funcionarios de su Administración hicieron más de 900 declaraciones falsas entre el 2001 y 2003 en su “esfuerzo por reforzar el apoyo público a la carnicería” en Irak. Pero, de alguna manera, los medios de comunicación occidentales, que se han convertido en los proliferadores más enérgicos de agresiones militares, no dudaron de los argumentos presentados para la guerra”, censura el periodista.
Por todo eso, “se podría esperar que EE.UU. y sus aliados estuvieran sujetos a sanciones severas. De hecho, hubo sanciones, pero no contra Washington. Irónicamente, las únicas sanciones que resultaron de esa loca aventura militar fueron contra Francia que, junto con Alemania, se negó a participar en el baño de sangre iraquí. La hiperpotencia global no está acostumbrada a tal rechazo, especialmente de sus supuestos amigos”, asevera.
“Independientemente de lo que una persona pueda pensar sobre el conflicto que ahora se libra entre Rusia y Ucrania, no se puede negar que la hipocresía y el doble rasero que sus perennes detractores lanzan contra Moscú es tan impactante como predecible”. Además de las sanciones impuestas contra Rusia, ha habido un “esfuerzo profundamente inquietante para silenciar” a la prensa rusa, que podría dar al público occidental la opción de ver la otra cara del conflicto, lamenta.
Bridge considera que lo que EE.UU. y sus aliados están haciendo es “tan imprudente, que no deja espacio para el debate, para la discusión, ni espacio para ver la postura de Rusia en esta situación extremadamente compleja”. “A menos que Occidente esté buscando el estallido de la Tercera Guerra Mundial, sería recomendable detener la horrible hipocresía y el doble rasero contra Moscú y escuchar pacientemente sus opiniones y versiones de los hechos”, concluyó.