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¿Por qué la UE tiene que cambiar su política hacia África? La situación en el Sahel tensa la política exterior europea

La política exterior de la Unión Europea está en manos de los Estados miembros y por eso la ausencia tantas veces de una visión común ha puesto en jaque al bloque al completo. En su busca de aliados frente a Rusia, la UE ha tratado de atraer sobre todo en los últimos meses a América Latina; pero en África está perdiendo esa especie de batalla por la influencia: la crisis en Níger ha puesto en evidencia estos problemas, sobre todo desde el punto de vista de Francia, cuya estrategia para el continente ha quedado muy en entredicho. El Sahel es un hervidero y la Unión empieza a ser consciente de que tiene que cambiar su mirada hacia el continente vecino.

En 2021, todavía en plena pandemia y con la ‘mano’ del presidente ruso, Vladímir Putin, cada vez más presente en el Sahel, el Consejo aprobó -con el abrazo también del Parlamento Europeo- un giro en el enfoque de su política con África. Dos años después, apenas se ven los efectos, incluso pese a la firme intención de Bruselas de impulsar la llamada Global Gateway, una estrategia de inversiones hacia el exterior con el objetivo de competir en el escenario geopolítico con Rusia y China.

Decenas de miles de personas volvieron a manifestarse este domingo en Niamey para expresar su apoyo a la junta golpista de Níger.Decenas de miles de personas se manifiestan en Niamey para expresar su apoyo a la junta golpista de Níger.EFE
La política exterior de la Unión Europea está en manos de los Estados miembros y por eso la ausencia tantas veces de una visión común ha puesto en jaque al bloque al completo. En su busca de aliados frente a Rusia, la UE ha tratado de atraer sobre todo en los últimos meses a América Latina; pero en África está perdiendo esa especie de batalla por la influencia: la crisis en Níger ha puesto en evidencia estos problemas, sobre todo desde el punto de vista de Francia, cuya estrategia para el continente ha quedado muy en entredicho. El Sahel es un hervidero y la Unión empieza a ser consciente de que tiene que cambiar su mirada hacia el continente vecino.

En 2021, todavía en plena pandemia y con la ‘mano’ del presidente ruso, Vladímir Putin, cada vez más presente en el Sahel, el Consejo aprobó -con el abrazo también del Parlamento Europeo- un giro en el enfoque de su política con África. Dos años después, apenas se ven los efectos, incluso pese a la firme intención de Bruselas de impulsar la llamada Global Gateway, una estrategia de inversiones hacia el exterior con el objetivo de competir en el escenario geopolítico con Rusia y China.

La situación para la UE es tensa porque sabe que el espacio que no pueda ocupar ella -o al menos uno de sus motores, como es el caso de Francia- acabará ocupado por Moscú o por Pekín, que poseen un músculo del que todavía no está dotado el bloque de los 27. Además, una crisis muy profunda en África, y más especialmente en el Sahel, podría desembocar en un recrudecimiento de la cuestión migratoria, algo de lo que están muy pendientes los Estados miembros fronterizos (España, Grecia e Italia). Así, la UE sabe que tiene muchos deberes por hacer.

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