Pekín no presionará a Putin como a Occidente le gustaría. Pero si consigue que cuaje una tercera vía, esta llevará su firma
En la semana del aniversario de la invasión de Ucrania hemos visto un frenesí de actividad política y discursos de guerra. Joe Biden, principal valedor de Kiev, se dio un baño de masas en Polonia y se erigió en defensor del mundo libre. Vladímir Putin hizo lo mismo ante las élites rusas, vendiéndose como el guardián de la tradición frente a la depravación neoliberal de Occidente. Esas intervenciones, al igual que las de Volodímir Zelenski o la del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para pedir más armas, no han sorprendido. El verdadero giro de guion ha venido de China, que parece mover ficha por fin: Wang Yi, el jefe de la diplomacia china, ha prometido que este viernes presentarán una propuesta política para resolver el conflicto.
Wang, que en la estructura del Partido Comunista está por encima del ministro de Exteriores y asesora directamente al presidente, viajó a Moscú para allanar el terreno de una próxima visita de Xi Jinping. Despachó directamente con Putin, y en una mesa mucho más pequeña que la que le costó tantos chistes a Emmanuel Macron. El Kremlin necesita mostrar que tiene una relación estrecha con la segunda potencia del mundo. Fue revelador cómo Wang salió del paso: le dio a Rusia el gusto de presumir de alianza estratégica y al mismo tiempo le transmitió a Occidente que en esta guerra si alguien puede mediar es China.
Que el Gobierno de Pekín presente una “resolución política de la crisis de Ucrania” (mal traducida como plan de paz) es novedoso porque hasta ahora ha mantenido una especie de ambigüedad estratégica: dice estar del lado de “la paz y el diálogo”, pero sin condenar la invasión de Ucrania. Tardó varias semanas en mencionar el término “guerra” y oficialmente sigue hablando de “conflicto”. No ha apoyado ninguna condena internacional contra Rusia. Y aunque oficialmente acata las sanciones, está sosteniendo económicamente a Putin al comprarle combustible. Pekín niega que vaya a suministrar armas a Rusia, por mucho que algunas fuentes, posiblemente interesadas, lo estén asegurando. Para China no tiene mucho sentido poner en riesgo sus alianzas en Europa, su primer mercado de exportación. Sabe que, si apoya militarmente a Putin, sus socios estratégicos en economía, de Alemania a Hungría, se verían bajo muchísima presión para darle la espalda y desacoplar sus economías de las del gigante asiático. Perdería también pie en sus críticas a Estados Unidos por dar armas a Taiwán. Mostraría un carácter belicista que reforzaría a quienes dicen que Pekín quiere invadir Taiwán, la isla autogobernada que China reclama como propia, algo que el Gobierno chino ha desmentido siempre.
Pekín no presionará a Putin como a Occidente le gustaría. Pero si consigue que cuaje una tercera vía, esta llevará su firma. En un momento en que económicamente necesita coger aire tras tres años de covid cero que la han dejado baldada, sería un triunfo para su imagen. Y una salida, ojalá, para el mundo.