En paralelo a los justos repudios, se debería tratar de comprender por qué Noboa, un joven político con perfil de derecha democrática o moderada, hace tamaña y escandalosa acción, a todas luces ilegal y extremadamente grave para los intereses de su país en el mundo.
Con la realización de este hecho, sectores internos y externos lo han acusado de “salvaje”, de “bárbaro”; han repetido que ni el dictador Augusto Pinochet se atrevió a perpetuar una acción similar que la Unión Europea calificó de “violación”. Y, ciertamente, hay muchas razones éticas y morales, diplomáticas e internacionales como para rechazar tamaña ejecución que no había sido nunca vista en América Latina.
Sin embargo, hay que entender que Daniel Noboa no es un irracional.
Todo lo contrario, es un agente político, un actor racional de tradición y raigambre política que proviene de una familia dedicada a ello y a los grandes negocios y que el propio Noboa tiene una experiencia suficiente como para no cometer tamaños “errores”, como podría hacerlo un advenedizo, y que sabe sopesar los posibles efectos. En palabras de la canciller ecuatoriana Gabriela Sommerfeld, devela que la decisión vino del propio mandatario y que “es verdad que tiene un costo para el país, que fue analizado también en el momento de la toma de decisión, por parte del presidente de la República”.
Así que, no podemos desdeñar lo ocurrido como un acto de “locura” o definirlo como una patología, sino que cabe analizarlo, para su cabal comprensión, como un acto enteramente racional y del que Noboa podría estar sacando rédito con base en las reacciones que ha provocado.
Lo primero que se requiere recordar, para intentar entender, es que Noboa tendrá el 21 de abril su gran prueba de fuego. Un proceso electoral (consulta y referendo) que es de vital importancia para su gestión, ya que va a ser definitorio para la estabilidad de los meses que le quedan a este período de gestión, pero sobre todo para garantizar, en los comicios de febrero de 2025, su reelección por cuatro años más.
La situación de Ecuador
Pero la situación económica y de seguridad que presenta el país hace que crezcan las probabilidades de escenarios más complejos para el país y que el malestar social se esté propagando, horadando la base social del presidente. La crisis económica es tan grave que no pudo esperar para después del evento comicial y tuvo que aumentar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 12% al 15%, una medida que negó durante su campaña electoral. Esto puede generar un fuerte rechazo de las mayorías ecuatorianas que están viviendo los aumentos en todos los rubros, incluyendo hidrocarburos (siempre detonante de levantamientos populares), lo que además está aderezado con las denuncias realizadas por medios españoles sobre el exceso de gastos y fiestas por parte de Noboa en su visita oficial a España en enero de este año.
El asalto a la embajada busca refractar la cadena de hechos incontrolables que atentan contra su legitimidad, busca torcer el sentido que lo tiene a él como principal responsable y afectado, políticamente hablando.
Y en el área de la seguridad, la situación luce aún peor debido a que todo el impulso que había logrado su gestión con el decreto del “estado de excepción por conmoción interna” y la movilización de las Fuerzas Armadas a la calle —que a partir de enero y luego de una cruenta avanzada de las bandas armadas generó importante respaldo y una atenuación de la sensación de la inseguridad, que es la principal preocupación de las mayorías del Ecuador—, ahora viene mermando debido a una seguidilla de acontecimientos criminales nefastos que han ocurrido desde comienzos de marzo. A dos meses de la medida, el impulso inicial parece haberse estancado y nuevos eventos lamentables están haciendo agua su política en la materia.
Entonces, la gestión de Noboa parece en picada y recuerda la de su antecesor, el expresidente Guillermo Lasso, que no pudo culminar su período, todo esto a pocos días de la consulta. Y allí, el asalto a la embajada de México busca refractar la cadena de hechos incontrolables que atentan contra su legitimidad, busca torcer el sentido que lo tiene a él como principal responsable y afectado, políticamente hablando.
Y ciertamente, después de haber invadido la embajada de México, la agenda pública ha pasado la página de la situación doméstica y se ha encumbrado hacia la internacional.
Comenzando la semana, y a trece días del evento electoral, se va olvidando ya el aumento del IVA, el asesinato de la alcaldesa de Manabí, Brigitte García, a finales de marzo. Así, el motín en la Cárcel Regional de Guayaquil de la semana pasada, que recordó que la situación carcelaria continúa igual que durante el gobierno anterior, también es “periódico de ayer”. En cambio, resurge el conflicto internacional que le permite a Noboa avivar las contradicciones ideológicas a lo interno y, con ello, reeditar el clivaje que tanto éxito le ha dado a la derecha en el escenario electoral: correísmo-anticorreísmo.
Noboa logró, con este abominable hecho, que toda la atención se ubique en lo que dicen gobiernos ideológicamente adversos y actores políticos internos asociados al correísmo. Esa podría ser, por los momentos, su gran victoria.
Resurge el conflicto internacional que le permite a Noboa reeditar el clivaje que tanto éxito le ha dado a la derecha en el escenario electoral: correísmo-anticorreísmo.
Ante la crisis multidimensional que se mantiene en el país bajo su gestión, Noboa, para ganar la consulta y posteriormente asegurar su reelección, necesita un acontecimiento político que cohesione a los sectores sociales que respaldan su política anticorreísta. Y este evento podría ayudarle a ello.
Por lo tanto, todas las respuestas en el área diplomática (o de micrófono) que pueda ofrecer el gobierno izquierdista de México, y todas las críticas que recibe Noboa de sectores progresistas (internos y externos), radicales o moderados, como efecto de la “patada de mesa” que supone invadir una embajada, coadyuvan a cumplir su objetivo de repolarizar el país entre dos grandes bandos, el correísmo y el anti-correismo. Esa fue la estrategia exitosa para ganar las elecciones, tanto de Lasso como de Noboa, y ahora esta vuelve a ser la estrategia del actual mandatario para ganar el importantísimo referéndum del 21 de abril.
Además, hay que entender que Ecuador es hoy un país desesperado porque, en muy poco tiempo, vio cómo se derrumbó el Estado frente al flagelo de las bandas criminales y el narcotráfico y cómo estos se filtraron en todas las estructuras estatales. Entonces, es un país que está exigiendo “mano dura”, sea contra las bandas delincuenciales o sea contra los políticos que los medios de derecha consideran “corruptos”, lo importante es que se aplique dicha mano dura y que el jefe de Estado tenga esa capacidad en medio de una parálisis total en tres sucesivos gobiernos, incluido éste de Noboa. Es probable que la evaluación del pueblo ecuatoriano, en medio de la impotencia, se vaya más por la capacidad de aplicar firmeza, que a quién se le aplica.
Se suma que con este tipo de acciones, Noboa busca parecerse más al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien tiene una imagen positiva en Ecuador según se dejó ver durante la campaña presidencial del año pasado, en el que se exigía a los candidatos una oferta electoral que ponga en cinta a las bandas criminales y que utilice un “brazo de hierro” para revivir las colapsadas estructuras del Estado. Y además, que logre que sus adversarios políticos, como el expresidente Rafael Correa, se vuelvan a alinear en su contra con el tono más elevado posible y que esta pelea se imponga por sobre la situación que vive el país, tanto en materia económica como de seguridad.
Cabe esperar si el éxito que ha tenido Noboa con este acontecimiento en la arena mediática es extrapolable a la arena electoral, es decir, si el 21 de abril el pueblo ecuatoriano cae en el juego planteado por el presidente, que trata de sumar el anticorreísmo con la aplicación de políticas represivas espectaculares, o si se concentra en rechazar el aumento del IVA, de los hidrocarburos y la incompetencia en materia represiva contra las bandas armadas. Es decir, si el gran elector desarrolla la habilidad de no comprar los “trapos rojos” de un político pragmático que está aumentando las apuestas para mantenerse en el poder político.