El ataque perpetrado este viernes contra una sala de conciertos en las afueras de Moscú es el atentado terrorista más grave en territorio ruso desde la matanza de Beslán en 2004. Al menos 143 personas han muerto en el ataque ocurrido este viernes en torno a las 20.00 hora local (17.00 GMT) antes de un concierto en la sala Crocus City Hall de la ciudad de Krasnogorsk, en el noroeste de Moscú. Además, en los hospitales hay más de un centenar de heridos, de los que 44 se encuentran en estado grave y 16, muy grave, según fuentes del Ministerio de Sanidad.
Las autoridades admiten que el saldo mortal podría aumentar “considerablemente” en las próximas horas, ya que los equipos de rescate aún están buscando cadáveres entre los escombros del edificio, donde aún no ha sido extinguido el incendio.
De acuerdo con los servicios de seguridad rusos, los terroristas pretendían cruzar la frontera hacia Ucrania y mantenían “contactos” con representantes de ese país, que les habrían garantizado una escapatoria.
El grupo yihadista Estado Islámico reivindicó el tiroteo, según informó en Telegram la agencia Amaq, su órgano de propaganda. Según los expertos, los yihadistas habrían decidido castigar a Rusia por su papel en la defensa del régimen sirio de Bachar al Asad, la liquidación de la guerrilla islamista en Chechenia y su decisión de cooperar con los talibanes, enemigos del Estado Islámico.
El último ataque yihadista contra territorio ruso tuvo lugar en 2017 contra el metro de San Petersburgo, donde murieron 17 personas y otras 64 resultaron heridas.
Políticos rusos han sugerido que Ucrania podría estar detrás del ataque, aunque Kiev lo ha negado categóricamente, refutación que fue respaldada por Estados Unidos.