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Se cumplen 80 años del ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor

Primera modificación:

El 7 de diciembre de 1941, el Imperio Japonés asestó un histórico golpe contra Estados Unidos en su propio territorio con el objetivo de neutralizar a toda la flota marítima estadounidense. El ataque a Pearl Harbor fue un golpe militar histórico que pilló por sorpresa a la primera potencia global, pero que no fue definitivo. Este episodio hizo que Washington entrara de lleno en la Segunda Guerra Mundial, algo que cambió radicalmente el curso de la guerra.

El 7 de diciembre de 1941 es una fecha difícil de olvidar para Estados Unidos. La mañana de ese domingo el país norteamericano sufrió el que para entonces fue el mayor ataque en su territorio registrado en la historia.

El Imperio Japonés asestó un duro golpe a la marina estadounidense en la base de Pearl Harbor que precipitó la entrada de Washington en la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿qué motivó a este país asiático a atacar de esa forma a Estados Unidos a pesar de su inferioridad militar?

Para entenderlo hay que remontarse al final del siglo XIX y el inicio del XX. Con ayuda Occidental inicial, este país asiático emprendió una reforma profunda de sus estructuras militares e industriales que lo convirtió en la gran potencia regional en apenas unas décadas.

Su enorme superioridad motivó unas ansias de expansión hacia la Península de Corea y la región china de Manchuria durante la década de 1930 que pronto generaron la condena occidental debido a las matanzas y atrocidades cometidas contra varias poblaciones asiáticas, a quienes el ejército nipón consideraba inferiores.

Su campaña en China hizo ganar numerosos enemigos a Japón en Occidente. Mientras países europeos y Estados Unidos financiaron al ejército nacionalista chino, en Japón comenzó a aflorar un profundo sentimiento antioccidental, especialmente entre el Ejército.

Aunque representantes políticos de la nación nipona, como el emperador Hirohito y ex primer ministro Fumimaro Konoe trataron de establecer lazos diplomáticos con Estados Unidos, el poder del Ejército era cada vez mayor, al igual que sus aspiraciones coloniales en toda la región de Asia-Pacífico. Esto se evidenció de forma más clara con la llegada al frente del Gobierno del militar Hideki Tojo en octubre de 1941.

Washington comenzó embargando exportaciones de materiales militares hacia Japón y terminó cortando, para mediados de 1941, el suministro de petróleo. Este último movimiento obligaba a los japoneses a intentar buscar nuevas fuentes de este combustible básico para continuar la guerra con China. Informes de la inteligencia estadounidense apuntaron para entonces que la guerra contra Japón era casi inevitable. Pero no se sabía cuándo y dónde comenzaría.

El momento elegido fue la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941. 353 aeronaves japonesas se aproximaron a la base militar de Pearl Harbor, situada en el archipiélago de Hawái, con el objetivo de destruir a la flota estadounidense del Pacífico. El ataque fue una sorpresa para Estados Unidos, ya que, aunque había advertencias, el Imperio Japonés jamás hizo una declaración de guerra.

Este hecho indignó profundamente a Washington, ya que rompía flagrantemente con los estatus básicos internacionales que aseguraban que para atacar a una nación, se debía de declarar la guerra primero. De hecho, la Secretaría de Estado de Estados Unidos recibió la notificación de guerra tres horas después del ataque. Una ofensa que la nación norteamericana no perdonaría tiempo después.

Un ataque que nadie esperaba

Aunque Estados Unidos estaba preavisado de un posible conflicto con el Imperio Japonés jamás se imaginó que podría estallar en su propio territorio. Para Washington era altamente improbable que Tokio decidiera llevar por 6.500 kilómetros de Océano Pacífico a toda su flota debido al alto riesgo que implicaba ser detectados. Pero contra todo pronóstico, lo hicieron y golpearon primero.

El objetivo principal era eliminar los 8 acorazados que estaban atracados en el puerto. El orgullo de la marina estadounidense. Cuatro de ellos fueron hundidos y el resto seriamente dañados. Junto a ellos, hasta otras diez embarcaciones más pequeñas fueron atacadas y casi 350 aviones fueron total o parcialmente dañados.

Además, las pérdidas humanas fueron muy numerosas: en apenas una hora y cuarto más de 2.400 militares estadounidenses fallecieron y casi 1.250 resultaron heridos.

El cerebro de toda esta operación de alto riesgo fue el almirante Isoroku Yamamoto, un reputado militar japonés que era consciente de que la única manera que su país tenía de derrotar a Estados Unidos era atacar por sorpresa y destruir a toda la flota de Pacífico, atracada en su mayoría en Pearl Harbor. Pero, aunque el golpe fue muy duro, no fue definitivo. Y eso le costaría caro a Japón.

Durante los intensos bombardeos, los japoneses estaban tan enfocados en hundir los acorazados que olvidaron atacar los talleres, astilleros y almacenes de combustibles que había en Pearl Harbor. Elementos imprescindibles que ayudaron a Estados Unidos a reparar los daños de forma más rápida. Japón tuvo la oportunidad de haber arrasado estas instalaciones, lo que habría dificultado una reacción rápida estadounidense, pero temieron perder demasiados efectivos.

A ello, hay que sumar que los tres portaaviones del Pacífico habían salido a maniobrar durante los días previos. Estas tres embarcaciones serían pieza fundamental de posteriores victorias.

Pearl Harbor, una parte del plan japonés

Pearl Harbor fue solamente una parte necesaria para ejecutar el plan japonés. Con la marina estadounidense prácticamente neutralizada, invadieron en cuestión de semanas Tailandia, Filipinas, Malasia, Hong Kong e Indonesia. Esta última plaza fundamental para obtener petróleo con el objetivo de seguir conquistando China.

La gran mayoría de estas plazas de la región de Asia Pacífico eran, para esa época, colonias de países Occidentales como Reino Unido, Francia, Estados Unidos o Países Bajos.

Esta agresión premeditada hizo que Estados Unidos rompiera con su no intervención en la Segunda Guerra Mundial. Algo que, sin duda, cambiaría el transcurso de la guerra.

Bajo la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, la nación norteamericana se había mantenido de perfil ante la contienda. Aunque había existido un apoyo estratégico a Reino Unido, las presiones para evitar el intervencionismo eran muy fuertes dentro de Estados Unidos, que mantenía una política aislacionista. Pero el ataque a Pearl Harbor fue un shock para la sociedad estadounidense y precipitó al país a la guerra.

Al día siguiente, el mandatario estadounidense pronunció su famoso “discurso de la infamia” en el que, ante el Congreso de Estados Unidos, declaró la guerra a la nación asiática.

La declaración de guerra al Imperio Japonés al día siguiente precipitó que la Alemania nazi de Adolf Hitler y la Italia Fascista de Benito Mussolini declararan la guerra a Estados Unidos como respuesta a la alianza que mantenían con Japón. Esta cuestión abrió el frente para Estados Unidos también en Europa, algo que a la postre sería fundamental para la victoria del bando aliado sobre Alemania en 1945.

La guerra con Japón en el Pacífico sería igual de cruel a la librada en el continente europeo. Tras las primeras victorias niponas, Estados Unidos comenzaría a tener la iniciativa frente a un Imperio Japonés en retirada que se defendió con todo.

Batallas como la del Midway, el Mar de Coral, Guadalcanal, Iwo Jima u Okinawa fueron cercando a las tropas japonesas. Hasta que las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, lanzadas ya durante la presidencia de Harry Truman, precipitaron su rendición el 2 de septiembre de 1945.

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