Tras independizarse de la Unión Soviética en los años noventa, y después de dos guerras contra Rusia, estos guerreros han sido desplazados en masa hacia Kiev
Pablo García Sánchez, autor de ‘Chechenia, el hogar de los lobos’, hace un retrato robot de estos combatientes para ABC
Desde el mismo 25 de febrero, cuando Vladimir Putin desató la pesadilla sobre Ucrania, en las redes sociales se han multiplicado las imágenes de soldados chechenos presentes en territorio de guerra. Tanto el Kremlin como Ramzán Kadýrov –presidente pro ruso de la república– han insistido en que más de 70.000 combatientes están preparados para acceder al país. Una amenaza que, para muchos analistas, no es más que propaganda barata basada en el terror que provocan estas tropas en el enemigo. Y no es para menos, pues su figura evoca matanzas de rehenes como la acontecidas en el teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002 o el degollamiento masivo de moscovitas ese mismo año.
Los vídeos hablan por sí solos: combatientes barbados y armados hasta el copete que avanzan sobre el terreno al grito de ‘¡Allahu akbar!’.
Pero… ¿hasta qué punto la brutalidad de estos combatientes no es mera propaganda? El investigador Pablo García Sánchez, autor de varios artículos especializados sobre el nacimiento de esta república como ‘ Chechenia, el hogar de los lobos’, no niega que sean unos combatientes envidiables. Aunque también es partidario de la cautela. Al fin y al cabo, nadie es invencible. Y si no, que se lo digan al ‘escuadrón de la muerte‘ de dicha región que, según informó el pasado 1 de marzo el secretario del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, fue eliminado mientras intentaba acabar con la vida del presidente Volodímir Zelenski.
Sufrir con Stalin
Narra el investigador Joan Casañas en el ensayo ‘La autodeterminación de los pueblos’ que el concepto de Chechenia no fue alumbrado hasta finales del siglo XVIII, cuando el Imperio Ruso se hizo con el control de la zona y dotó a las regiones del norte del Cáucaso con administraciones propias. La llegada de la revolución bolchevique y su defensa de la liberación de las regiones –piedra angular en la futura constitución ideada por Lenin y sus seguidores– entregó en bandeja a los ciudadanos la posibilidad de independizarse. Así nació, casi de la nada, un emirato del Cáucaso Norte con religión islámica y escritura árabe en el que se incluyó a esta región.
En 1922, sin embargo, el Ejército Rojo se hizo con el control de la zona y se creó la ‘República Autónoma Soviética de la Montaña‘, en la que Chechenia tenía estatus de región soberana. Hubo que esperar catorce años para que naciera la ‘República Socialista Soviética Autónoma de Chechenia – Inguishetia‘. Aunque poco se extendió su historia. Para ser más concretos, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Tal y como afirma el historiador Iván Romero Catalán, fue entonces cuando Iósif Stalin acusó sin pruebas a este pueblo de colaborar con la invasión nazi. «Así comenzó un proceso de deportación del pueblo checheno», desvela el autor en ‘Breve historia de los nacionalismos’.
Las cifras del sufrimiento abruman: un 60% de sus ciudadanos fallecieron en las purgas stalinistas. Las deportaciones a Kazajstán, Kirguistán y Siberia incluyeron a 400.000 personas. Todas ellas fueron transportadas en vagones de carga sin calefacción ni comida. Solo durante el trayecto fallecieron unos 100.000 reos. Tan bárbaro fue, que en 2004 el Parlamento Europeo reconoció este episodio como un acto de genocidio. El dolor se extendió hasta los años cincuenta, cuando, durante la presidencia de Nikita Jruschov, la mayor parte de los chechenos pudieron regresar a su región de origen y restablecer la extinta ‘República Socialista Soviética Autónoma de Chechenia – Inguishetia‘. Solo para ver, eso sí, que sus hogares habían sido ocupados por rusos y ucranianos.
Dos dolorosas guerras
El siguiente salto en la historia de la región caucásica hay que situarlo en 1991, cuando la caída de la Unión Soviética llevó hasta sus fronteras la independencia y unas elecciones unilaterales que tuvieron como resultado el ascenso al poder de Dzhojar Dudáyev. Tras la separación de Inguishetia y su entrada en la Federación Rusa, la nueva república esquivó siempre la incorporación a la madre patria que germinaba apoyándose en sus antiguos estados satélite. Eso, a pesar de algunos movimientos en favor de Rusia que se alzaron en la zona. Cuesta resumir la historia de todo este conglomerado de territorios, pero basta decir que el Kremlin comenzó a apoyar a sus partidarios de forma extraoficial; algo similar a lo acontecido en el Donbás en 2014.
Durante estos primeros años de combates soterrados, los chechenos se ganaron la fama de sanguinarios al perpetrar matanzas, ataques suicidas y secuestros de soldados rusos para llamar la atención de la opinión pública. El resultado fue el que cabía esperar: el Kremlin invadió Chechenia en diciembre de 1994 y dio comienzo uno de los conflictos más crueles del Cáucaso. La república se mantuvo fiel a su terrible forma de hacer la guerra y, en junio de 1995, el comandante Shamil Basáiev se internó en territorio enemigo con un centenar de soldados, tomó un millar y medio de rehenes en un hospital –él afirmó que eran 5.000– y ejecutó a varios para forzar a las autoridades moscovitas a pactar una conferencia de prensa en la que pudiera expresar sus reivindicaciones.
«No somos bandidos, nos han obligado a tomar las armas para defender nuestra tierra, a nuestras mujeres y a nuestros hijos», explicó entonces Basáiev. Los acuerdos de 1996 pusieron fin sobre el papel al conflicto tras instaurar un gobierno de coalición en Chechenia, pero lo cierto es que la herida producida en Rusia no iba a sanar. Desde luego, no ayudaron los ataques orquestados por los señores de la guerra locales contra los territorios fronterizos. Y lo mismo sucedió con la llegada de soldados suníes tras la proclamación de la Yihad contra Rusia. Sobre estos mimbres, Vladimir Putin inició un nuevo conflicto el 26 de agosto de 1999 que se centró en acabar con los rebeldes asentados en Daguestán y ocupar después la capital chechena, Grozni, a sangre y fuego.
El resultado fue la destrucción virtual de los insurgentes y la llegada de un nuevo gobierno pro ruso a la república liderado por Ahmed Kadyrov; de quien desciende, por cierto, el actual presidente, Ramzán Kadýrov. El problema es que, en los años que han seguido a la presunta paz, los insurgentes han continuado con su campaña del terror. El evento más triste y sonado se sucedió el 23 de octubre de 2002, con la toma del teatro Dubrovka de Moscú por parte de un comando de 50 yihadistas liderados por Movsar Barayev. Los chechenos secuestraron a 850 civiles y, a cambio, el Kremlin envió a sus famosos Spetsnaz. El asalto surtió efecto y todos los guerrilleros murieron. Pero, con ellos, 120 rehenes.
Escuadrones de la muerte
Hoy todo ha cambiado, pero la furia de este pueblo sigue intacta. Según explica la investigadora y especialista en inteligencia Munira Mustaffa en sus múltiples artículos sobre el conflicto, los soldados que vemos a través de las redes sociales se corresponden con un batallón pro Moscú conocido como Kadyrovtsy. Este fue formado en su momento por Ahmed Kadyrov, gran mufti de la república durante la primera guerra chechena. Su nombre, de hecho, se traduce como ‘seguidores de Kadyrov’. «El conflicto, en los noventa, llevó a la caída de las élites en la región y radicalizó a una generación de combatientes», añade la experta. A partir de entonces la unidad se convirtió en una suerte de guardia pretoriana que hoy rinde pleitesía a Ramzán.
Kadyrov reclutó a un número significativo de chechenos como fieles soldados. A la postre, y según adquirió poder en la región de la mano del gobierno de Putin, el presidente convirtió a estos combatientes en la principal fuerza de seguridad de la república. Siempre con la aprobación del Kremlin. En la actualidad, operan fuera de la estructura del mando militar ruso. Su alistamiento se basa en clanes al servicio del estado, pero también del jefe tribal (si es que puede llamarse así) al que obedecen. «Sus métodos crueles para someter a la insurgencia yihadista que opera en el Cáucaso ha agrandado su leyenda. Hasta tal punto, que el Kremlin los ha ‘subcontratado’ para liderar operaciones de contraterrorismo», añade la experta.
Aunque su lado oscuro es igual de destacado que su pericia en combate, como bien explica la historiadora Amy Knight en ‘Putin’s Killers: The Kremlin and the Art of Political Assassination’ o ‘Orders to Kill: The Putin Regime and Political Murder’: «En marzo de 2017, las fuerzas de Kadyrovtsy participaron en una campaña de represión contra los homosexuales». No le falta razón. Por entonces, el diario ‘Novaia Gazeta’ confirmó que «se les dio orden de hacer un barrido» y «hasta asesinar» a decenas de personas. Algunas víctimas declararon que la guardia pretoriana chechena les propinó palizas hasta acabar con su vida. El presidente de la república ha negado siempre estas acusaciones.
Seis preguntas a Pablo García Sánchez
-Sorprende ver una región de las características de Chechenia en Rusia…
En contra del imaginario popular Rusia no es un conglomerado homogéneo, sino que, fruto de su amplia extensión, alberga una compleja realidad interna marcada por la presencia de numerosos pueblos y culturas en su seno, siendo el caso de Chechenia uno de sus máximos referentes. La República de Chechenia está ubicada en la región del Cáucaso y se caracteriza por dos elementos clave: una parte importante de su territorio está dominado por bosques y altas montañas y su población pertenece mayoritariamente al islam suní. La difícil orografía dio como resultado el compartimento de la sociedad en diversos clanes, muy apegados a sus costumbres y tradiciones y muy marcados por una postura religiosa muy conservadora.
-¿Por qué se han ganado sus guerreros esa fama de letales y bárbaros?
Tras la derrota infligida a Rusia en 1996 y terminada la guerra, Chechenia se convirtió en un nido de mafias, señores de la guerra y especialmente islamistas radicales. El gran peso que adquirieron los yihadistas condujo a que muchos líderes chechenos opuestos a la interpretación radical del Islam cambiasen de bando y apoyasen a Rusia cuando comenzó en 1999 la Segunda Guerra Chechena (destacando Akhmad Kadyrov, padre del actual dirigente Ramzan Kadyrov). Esto permitió a los rusos contar con apoyo local y tropas conocedoras del terreno, logrando expulsar a los rebeldes más combativos de las ciudades y obligándolos a esconderse en las montañas.
Es probablemente a partir de este momento cuando la fama de letales y bárbaros de los chechenos comenzó a adquirir mayor peso, ya que la fama de duros combatientes y tenaces oponentes ya la habían ganado en escenarios como el asedio de Grozni, pero al perder la guerra y verse arrinconados en las montañas los rebeldes se volvieron cada vez más radicales y pasaron a una guerra de guerrillas y ataques terroristas. Esto dio lugar a que la década del 2000 estuviera marcada en Rusia por el constante problema del terrorismo checheno con famosos ataques como el del Teatro Dubrovka en 2002, la matanza de la escuela de Beslán en 2004 o los numerosos ataques a manos de “viudas negras”.
-¿Por qué se ha generalizado la violencia en el país?
Esta espiral de violencia convenció a Rusia de acabar con los rebeldes y terroristas chechenos a cualquier precio; a lo que se une el hecho de que el 9 de Mayo del 2004 Akhmad Kadyrov (puesto al frente del gobierno) fue asesinado mediante una bomba al ser considerado por los radicales como un traidor. Esta combinación daría como resultado la actual figura de Ramzan Kadyrov. Putin necesitaba un hombre de confianza afín a Rusia con la voluntad y medios de solucionar el problema y, por su parte, Ramzan debía hacer frente a aquellos que suponían una amenaza para su poder y vengarse de la muerte de su padre. Contando con carta blanca por parte de Putin y debiendo hacer frente a un difícil problema agravado por una difícil geografía, Ramzan decidió combatir fuego con fuego y, desde entonces, ha usado todo medio a su alcance para eliminar la amenaza terrorista y a su persona. De este modo, para obtener ‘la paz y estabilidad’ en Chechenia el empleo de la violencia se ha naturalizado en ‘operaciones antiterroristas’ en las que el empleo de torturas, secuestros, detenciones ilegales y ejecuciones son algo común.
-¿Cómo nació la milicia Kadyrov?
Durante las guerras chechenas la familia Kadyrov mandaba una gran milicia (conocida como los kadyrovtsy), que, debido a la naturaleza de los clane,s siente una absoluta lealtad hacía su líder, imbuidos por el espíritu del honor y la tradición. Con el paso de los años y el control de los recursos, Ramzan Kadyrov se hizo con el control de Chechenia y amplió aún más la extensión de esta fuerza personal, siendo incluso reconocida por el gobierno ruso y legitimada para el empleo en seguridad interior.
-¿Son militares profesionales?
Aunque últimamente se afirme erróneamente, los kadyrovtsy no son militares ni forman parte del ejército ruso; realmente sobre el papel están encuadrados en la Guardia Nacional (Rosgvardiya) aunque operan independientemente de Moscú y responden personalmente ante Ramzan Kadyrov. Su cometido principal es el del control del territorio y el mantenimiento de la seguridad, siendo principalmente una unidad de carácter policial, aunque con un especial enfoque en la lucha contra el terrorismo y la insurgencia, contando con diversas unidades de élite tipo Spetsnaz.
-¿Con qué armamento cuentan?
Lo cierto es que debido a este carácter antiterrorista los kadyrovtsy carecen de material pesado (carros de combate, IFV, artillería, …), siendo más bien una unidad ligera que, como se puede comprobar en los vídeos, se mueve principalmente en camiones de transporte y en algunos blindados tipo MRAP o BTR. En cuanto al armamento individual a grandes rasgos no varía mucho a nivel general del que pueden utilizar los soldados de otras unidades rusas, siendo comunes de ver fusiles de asalto AK-74, ametralladoras PKM y PKP Pecheneg, lanzagranadas RPG, fusiles de precisión Dragunov…
No obstante, sí que están mejor equipados en relación a elementos de comunicaciones, equipo de asalto o miras y visores que otras unidades convencionales. Sin embargo, más que la calidad del armamento en los kadyrovtsy influye más su entrenamiento y motivación, así como la imagen de poder e invencibilidad que se ha logrado transmitir a través de espectaculares vídeos de propaganda a lo largo de los años.
Sus características y capacidades les hacen especialmente efectivos para llevar a cabo operaciones de seguridad y mantener el control en la retaguardia rusa o para realizar ciertas operaciones de combate urbano donde pueden ser muy útiles, pero su mayor baza no cabe duda de que es el miedo que infunden con su sola presencia siendo un elemento con el que desmoralizar la resistencia ucraniana, especialmente de civiles sin experiencia militar que pueden verse muy afectados por las imágenes que circulan por las redes.