Un retrato de los negociadores de paz del Gobierno, al que ha tenido acceso en exclusiva EL PAÍS, marca el arranque de las conversaciones con la guerrilla
Los cuatro se colocaron en los mejores asientos del avión de la fuerza aérea colombiana, junto a la cabina de los pilotos. De espaldas al cuadro de mandos viajaban Danilo Rueda, el comisionado de paz, y José Félix Lafaurie, el representante de los ganaderos y los terratenientes, un hombre de derechas al que el presidente ha incluido por sorpresa. Frente a ellos, el exguerrilero Otty Patiño e Iván Cepeda, un político de la máxima confianza de Gustavo Petro. Iban rumbo a Caracas, donde mañana comienzan las negociaciones con el ELN, la última guerrilla activa del continente. Mantuvieron una charla distendida en la que llevó el peso Lafaurie —no es alguien parco—, que mostró un gran conocimiento sobre la economía de Venezuela. Los cuatro pesos pesados de la negociación, en un momento dado, posaron por una foto histórica a la que ha tenido acceso en exclusiva EL PAÍS. En ese preciso momento volaban hacia la Paz Total, la idea suprema de que en este país ya no se mate la gente por convicciones políticas.
El retrato llama la atención por ver sentados a lados tan opuestos del arco ideológico colombiano. Lafaurie, hace apenas seis meses, tildaba de nazi a Petro y lo consideraba un peligro para la nación. Ahora mismo está de su lado y tiene un papel relevante en una de las metas más importantes para el presidente, la de encontrar la paz con un grupo armado que lleva levantado en armas más de 50 años. El ganadero ha compartido este domingo avión con Patiño, jefe de los negociadores del Gobierno, un exguerrillero del M-19, donde también militó Petro. Lafaurie representa todo lo opuesto, el de los grandes hacendados que están detrás del surgimiento del paramilitarismo. Ese conflicto ha regado de sangre la tierra de este país. Ahora juntos parecen buscar la paz.
Cuando tocó tierra, la delegación colombiana se dirigió al hotel Humboldt, una joya ideada por el arquitecto Tomás José Sanabria, quien recibió el encargo del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez. Hugo Chávez recuperó este edificio sobre las nubes, en la cima de un cerro, al que se llega en teleférico. Nicolás Maduro, su sucesor, acabó su remodelación y ahora funge como un establecimiento de lujo. Revistas de diseño de todo el mundo han hecho reportajes sobre el lugar en los últimos años. Ahí se van a celebrar las negociaciones, al menos durante 20 días. La intención es que las sedes sigan siendo rotatorias, como está escrito en el antiguo trato que hizo la guerrilla con el expresidente Juan Manuel Santos.
En el aeropuerto, ambas delegaciones, la del Gobierno y la del ELN, se encontraron en la pista. También los delegados de los países mediadores. Fueron todos a cenar al Humboldt. Allí ya han empezado las primeras conversaciones. Ambos equipos van un poco a ciegas. No hay todavía una guía de lo que se va a discutir, todo eso todavía está por concretarse. Estos son los primeros acercamientos de una relación que tiene que derivar hacia un clima de confianza. Hay recelos por ambas partes, todo sea dicho. El Gobierno sabe que los dirigentes del ELN, muy teóricos e idealistas, son negociadores muy duros. Y los guerrilleros, por defecto, desconfían de la palabra de los políticos, después de que el Estado no siempre haya cumplido su parte cuando ha habido procesos de negociación.
El asunto arranca con una foto histórica que lo será de verdad si se alcanza un acuerdo y Petro y su gente acaba con un anacronismo heredado del siglo XX, el de los grupos armados que quería llegar al poder por la fuerza. De ahí proviene Petro, de ahí proviene Patiño. Ahora quieren ser quienes le pongan el punto y final.