Ursula von der Leyen sigue tratando de encajar peticiones, aspiraciones y equilibrios para configurar la nueva Comisión Europea, la segunda bajo su mandato. Y lo cierto es que no está siendo fácil: tenía previsto presentarla este mismo miércoles ante los líderes de los grupos en el Parlamento Europeo, pero ha decidido posponer la reunión a la semana que viene, concretamente el martes, ya coincidiendo con el inicio del pleno de septiembre en Estrasburgo, tal como han anunciado portavoces de las instituciones comunitarias.
Esa presentación sería el primer paso, con una estructura cerrada pero pendiente de que cada comisario pase el examen de la Comisión correspondiente a su porfolio dentro de la Eurocámara. Hay dos claves, por el momento, que destacan: no será una Comisión paritaria y sí muy renovada. Si se completa todo el proceso, repetirían como comisarios, además de Ursula von der Leyen en la presidencia, Dubravka Suica (Croacia), Thierry Breton (Francia), Oliver Várhelyi (Hungía), Vladis Dombrovskis (Letonia), Wopke Hoekstra (Países Bajos) y Maros Sefcovic (Eslovaquia). Solo se mantendrían el 26% de los comisarios.
Ahora, a Von der Leyen ya le han aparecido reclamos importantes. Por ejemplo, la familia socialdemócrata le pone dos deberes a la dirigente alemana: en la nueva Comisión tiene que estar, según ellos, el que fuera su candidato principal para presidirla, Nicholas Schmidt, y además los progresistas no quieren que Italia, bajo el Gobierno de Meloni, tenga una vicepresidencia ejecutiva, es decir, con poder de decisión, en manos de la apuesta de Roma, Raffaele Fitto.
La presidenta tendrá que hacer encaje de bolillos durante los próximos días. La paridad es uno de los asuntos que más le preocupan, y ni siquiera las nominaciones de Portugal o Bulgaria, o los cambios de última hora en Rumanía o Eslovaquia hacen que la presencia femenina en el Ejecutivo sea notoria. Además, hay que tener en cuenta que no es una quimera ver vetos por parte del Parlamento Europeo a algunos nombres, como pasó sin ir más lejos en 2019.
Dos de aquellos afectaron directamente a Rumanía y a Francia. La comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo bloqueó la candidatura de la comisaria designada como responsable de Transporte, Rovana Plumb, por unos conflictos de intereses con sus declaraciones de bienes. El puesto acabó en manos de Adina Valean, que sí pasó el examen. Sylvie Goulard, por su parte, estuvo implicada en un escándalo de contratos ficticios y no pudo ser comisaria de Mercado Interior porque la Eurocámara no le dio luz verde. Finalmente el puesto recayó en Thierry Breton. El bloqueo de algún comisario obliga al gobierno del Estado miembro afectado a proponer otro nombre.
¿Y ahora qué quiere cada uno? En lo que respecta a España, Teresa Ribera será una figura de mucho peso en la Comisión, pero todavía no está claro qué tendrá entre manos: aspira, con bastante firmeza, a una vicepresidencia ejecutiva, pero parece diluirse la opción de que esta tenga que ver con la transición energética. En los últimos días de hecho se ha puesto sobre la mesa, según adelantó el Financial Times, la posibilidad de que sea la nueva encargada de Competencia, es decir, la nueva Margrethe Vestager, como ‘guardiana’ del Mercado Único y en lucha directa por ejemplo con las grandes tecnológicas.
Ribera tiene en su contra al lobby nuclear de la UE, pero también las ideas que tiene Francia para la parte climática, precisamente en defensa de la energía nuclear como energía de transición, algo que la todavía vicepresidenta del Gobierno no ve con buenos ojos. Además de la española, Italia, la propia Francia, Polonia o perfiles veteranos como Vladis Dombrovskis o Maros Sefcovic quiere formar la guardia pretoriana de la era Von der Leyen 2.0. Las dudas con Ribera, eso sí, son en torno a su puesto, no a su entrada o no en la Comisión, la cual parece muy clara a falta de ese test que tiene que pasar, como todos, en la Eurocámara.
En conclusión, la nueva Comisión Europea será mucho más política que otras y tendrá, parece, una mayor carga ideológica. El Ejecutivo comunitario siempre ha tenido como contrapeso al Consejo, es decir, a los países miembros, aunque las voces más críticas con Von der Leyen la han acusado amargamente precisamente de hacerle “seguidismo” a los gobiernos. Eso es precisamente lo que pueden pretender ahora los 27: que la Comisión mantenga una postura cercana a la suya, evitando choques o debates y priorizando las cargas ideológicas en algunos temas. Solo el tiempo dirá si ese camino es el correcto para la Unión.