Las libélulas, esos coloridos insectos que vuelan como minihelicópteros, son algo más que un espectáculo. Según un nuevo estudio, estos depredadores iridiscentes pueden ser también la mejor forma de detectar dónde y cómo se acumula el mercurio en nuestro medio ambiente, un metal tóxico tanto para las personas como para la fauna salvaje.
La comunidad científica ha utilizado a menudo peces o aves como indicadores de la contaminación por mercurio. Pero las libélulas son un indicador aún mejor. Por un lado, sus larvas se desarrollan en casi cualquier tipo de masa de agua, incluidos los diminutos baches del desierto o las marismas fangosas que no pueden albergar animales más grandes. Además, es más barato, fácil y preciso analizar el mercurio en larvas de insectos que en peces o aves.
La Organización Mundial de la Salud incluye el mercurio entre las 10 sustancias químicas que más preocupan a la salud pública, y el metal existe en nuestra atmósfera en una concentración aproximadamente un 450% superior a los niveles naturales debido a las actividades industriales del ser humano, como la combustión de carbón y la producción de cemento.
Desde 2009, más de 7000 ciudadanos e investigadores han recogido larvas de libélula en 150 parques nacionales de EE. UU. como parte del Proyecto Libélula del Mercurio, dirigido por el Servicio Geológico de EE. UU. y el Servicio de Parques Nacionales. Este esfuerzo científico comunitario, actualmente la mayor evaluación de la contaminación por mercurio del país, ha analizado decenas de miles de larvas de libélula.
Al hacerlo, los científicos han descubierto patrones sorprendentes en la forma en que el mercurio se desplaza por el paisaje, incluyendo dónde las concentraciones de este metal dañino son las más altas.
Según Collin Eagles-Smith, ecólogo investigador del USGS y director científico del Proyecto Libélula del Mercurio, coautor de un estudio sobre el tema publicado recientemente en la revista Environmental Science and Technology, este fructífero esfuerzo de investigación demuestra que las larvas de libélula deberían ser el patrón oro para detectar el mercurio.
“Hay un esfuerzo global para reducir las emisiones de mercurio, y las libélulas nos están ayudando a rastrear cómo responden los ecosistemas a esas reducciones”.