Según cuenta la leyenda, el ajolote o axolote es el dios azteca del fuego y el rayo, Xólotl, que se disfrazó de salamandra para evitar ser sacrificado. Pero lo cierto es que estos anfibios mexicanos no necesitan de ninguna fábula para mantener su fama: son suficientemente impresionantes por sí solos gracias a su capacidad de regenerar miembros perdidos y mantenerse “jóvenes” durante toda su vida.
A diferencia de otras salamandras con metamorfosis, los ajolotes nunca superan su fase larvaria, un fenómeno llamado neotenia.
Sus rasgos juveniles incluyen branquias plumosas que brotan de su cabeza como una melena, patas palmeadas, una aleta dorsal que recorre todo su cuerpo y una cola. Aunque conservan las branquias, los ajolotes (o axolotes) adultos también tienen pulmones funcionales y pueden respirar a través de la piel. Y por si esta condición de bebés eternos no fuera lo suficientemente adorable, tienen la boca respingona en una permanente sonrisa de Mona Lisa.
Pero esas dulces sonrisitas pueden convertirse rápidamente en aspiradoras cuando llega la hora de comer. Los axolotes succionan sus presas, que incluyen crustáceos, moluscos, huevos de insectos y peces pequeños.
Los ajolotes llevan mucho tiempo fascinando al público,sobre todo desde que fueron trasladados por primera vez de México a París en 1864. Fue entonces cuando europeos de todo el continente empezaron a criar estas salamandras, lo que supuso el inicio de un intenso comercio de estos animales, que se reproducen fácilmente en cautividad.
En estado salvaje, la mayoría son de color marrón grisáceo. Los axolotes de colores más claros, sobre todo los de cuerpo blanco y branquias rosadas, suelen criarse como mascotas.
Sin embargo, en la mayoría de los países no está permitido comerciar con esta especie más allá de las fronteras internacionales, en parte por la preocupación de que sean cazados furtivamente en su hábitat natural. En algunos estados de EE. UU. es ilegal poseer ajolotes por la misma razón. En España, la posesión de ajolotes está sujeta a la legislación sobre especies exóticas invasoras, lo que supone la necesidad de contar con una autorización especial (varía según la comunidad autónoma en la que se resida).
Los axolotes son también un tema de investigación habitual para los biólogos, gracias a su capacidad para regenerar extremidades, corazones, médulas espinales e incluso partes del cerebro perdidos o dañados, todo ello sin cicatrices permanentes.
Dado que la cicatrización impide la regeneración de los tejidos, averiguar cómo y por qué los ajolotes no cicatrizan podría dar luz al estudio de la regeneración de tejidos en humanos. Un estudio de abril de 2021, por ejemplo, descifró cómo se comunican las moléculas del ajolote para promover la regeneración.
A pesar de su omnipresente población cautiva, los ajolotes salvajes están en grave peligro de extinción. Estos anfibios habitaban antaño los lagos de gran altitud que rodean Ciudad de México, pero la degradación de su hábitat los ha limitado a unos pocos canales interiores de la zona.
Los ajolotes, que son criaturas solitarias, alcanzan la madurez sexual al año de edad y su época de desove en libertad se da en febrero. Los machos buscan a las hembras, posiblemente mediante feromonas, y bailan una danza de cortejo llamada “hula”, sacudiendo la cola y la parte inferior del cuerpo, a la que la hembra responde propinando un golpe con el hocico.
A continuación, el macho deposita espermatóforos, o paquetes de esperma, en el suelo del lago, que la hembra recoge con su cloaca (una cavidad corporal) para luego fecundar sus huevos.
Las hembras pueden poner hasta mil huevos (aunque la media es de unos 300) sobre material vegetal o rocas, lo que las protege de los depredadores. Al cabo de dos semanas eclosionan y, sin necsidad de cuidados parentales, las larvas salen a nadar solas.
Hay una teoría que explica por qué los ajolotes no cambian de aspecto cuando son adultos. Como sus lagos natales nunca se secan, como ocurre con muchas otras masas de agua, los ajolotes no tuvieron que cambiar sus rasgos acuáticos (como la cola de renacuajo) por otros terrestres, como las patas.