Comprensión de evento en Perú revisa impactos en episodios extraordinarios de 1982-1983, 1997-1998 y 2017
Cada cierto tiempo, los peruanos nos enteramos, y otros experimentamos, los padecimientos, perjuicios y pérdidas producidas por inundaciones, lluvias intensas, sequías y otros fenómenos inducidos por la ocurrencia de El Niño
Cada cierto tiempo, los peruanos nos enteramos, y otros experimentamos, los padecimientos, perjuicios y pérdidas producidas por inundaciones, lluvias intensas, sequías y otros fenómenos inducidos por la ocurrencia de El Niño.
A pesar de lo vivido en 1982-1983, 1997-1998, 1925 y 2017, años en los que se registraron episodios importantes de El Niño, los peruanos no comprendemos del todo por qué ocurre este fenómeno y cómo podemos prepararnos mejor ante él en el contexto del cambio climático.
Así, surge esta pregunta: ¿en el escenario de cambio climático, aquel en el que parece inalcanzable impedir que la temperatura global del planeta sobrepase por 1.5 °C los valores de los niveles preindustriales, se puede exacerbar la intensidad, frecuencia e impactos de El Niño en Perú? Este reportaje recoge testimonios de ciudadanos víctimas de sus impactos y científicos destacados en el tema, con el objetivo de dilucidar cómo se comprende este fenómeno y cómo debemos entenderlo en adelante.
En Perú existe la Comisión Multisectorial encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen), conformada por distintas instituciones científicas del país: el Instituto Geofísico del Perú (IGP), el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrografía (Senamhi), la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú (Dihidronav), el Instituto del Mar del Perú (Imarpe), la Autoridad Nacional del Agua (ANA), el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) y el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred).
El Enfen maneja dos definiciones para El Niño, ello de acuerdo con la zona en donde se produce el calentamiento de las aguas oceánicas que luego influyen en el clima del Perú. El Niño del Pacífico central se genera por el incremento de la temperatura en esta parte del océano, en la región conocida por los científicos como El Niño 3+4.
El segundo concepto se refiere a El Niño costero, el cual se vincula al incremento de la temperatura superficial del mar frente a la costa norte del Perú, en la zona conocida por los científicos como El Niño 1+2.
Estos conceptos, no obstante, son difícilmente entendidos por el ciudadano de a pie, por quienes son afectados y aquellos tantos que son vulnerables ante dicho evento. De este modo, quienes viven en la costa norte del Perú refieren que El Niño es un evento donde llueve torrencialmente, disminuye la pesca, crecen los ríos, se desbordan e inundan las ciudades.
Quienes viven en la sierra sur indican que El Niño es la época de escasez de lluvias, de sequías y de heladas; otros, incluso, mencionan que no perciben grandes cambios en el clima en sus localidades como producto de este evento. A continuación, se presentan algunos testimonios de ciudadanos que enfrentaron este evento:
“El Niño representa para mí los recuerdos del evento de 1982-1983. Han sido las peores lluvias que he visto en mi vida. Mi madre me contaba que algo así pasó en 1925. Perdimos 25 hectáreas de arroz, no cosechamos un solo kilo. El río Tumbes inundó todo. Hubo deslizamientos en los cerros; los huaicos bajaron por las quebradas. Cuando todo esto pasó no sabíamos que era El Niño”. (Humberto Villar Valladares, 63 años, agricultor en el distrito de Corrales, Tumbes).
“El Niño son lluvias extremas sin aviso, inundación. Es sufrimiento, impotencia, pérdida, dolor. Son recuerdos tristes de hechos que no creía que podían pasar. Me contaban de El Niño y sus impactos, pero no lo había vivido hasta el 2017”. (Patricia Atalía del Rocío Yarlequé Ipanaqué, 26 años, docente de educación primaria en el distrito de Catacaos, Piura).
“El Niño es para mí la época de descarga de los ríos a consecuencia de las lluvias, del calentamiento del mar y la muerte de peces. Es la pérdida de terrenos de cultivo, de las cosechas”. (Celestino Puma Churata, 68 años, agricultor en la provincia de Camaná, Arequipa).
Estas concepciones aluden a los impactos generados por El Niño, pero no a la naturaleza del evento. Ken Takahashi, director de la subdirección de Ciencias de la Atmósfera e Hidrósfera del IGP y uno de los expertos más destacados en el estudio de El Niño a escala mundial, advierte que es importante entender que cada evento El Niño puede ser distinto al anterior en cuanto a sus características y sus impactos en el país, lo cual puede generar confusión en la población.
“Por ejemplo, el 2015, la Comisión Enfen estimó una probabilidad del 50 % de que ese verano sea como el de El Niño extraordinario de 1997-1998. Consistente con esto, el 2015-2016 se observó un calentamiento de las aguas del océano Pacífico central incluso más fuerte que en 1997-1998, uno de los más intensos jamás registrados. También tuvimos un fuerte calentamiento de la costa del Perú. Sin embargo, ambos calentamientos en las dos regiones descritas tienen efectos opuestos en el clima de nuestro país. El resultado neto es el balance de los dos calentamientos: El Niño en la costa genera lluvias y El Niño en el Pacífico central las reduce. Finalmente, en dichos años, el calentamiento que dominó fue el del Pacífico central, lo que dio lugar a la supresión de lluvias en dicho evento El Niño, incluso en la costa norte, lo contrario que en 1997-1998”, explica Takahashi.
En esa línea, Takahashi agrega que “la generalización de los impactos de El Niño puede ser un problema”. Al respecto, enfatiza que no se debería hablar de los efectos de El Niño a secas, ya que el análisis siempre se debe realizar de manera específica para cada evento. “El Niño no siempre produce lluvias en la costa norte ni sequías en el sur andino y, aunque así ocurriera, tampoco quiere decir, por ejemplo, que siempre los mismos lugares serán afectados de la misma manera. A este nivel de detalle no se llega con los conceptos simplificados de El Niño”, acota.
A la fecha, no puede afirmarse que los eventos El Niño de 1997-1998 y El Niño costero de 2017 fueron extraordinarios en cuanto a sus indicadores por influencia del cambio climático. Takahashi menciona que recién se están comenzando a publicar investigaciones referidas a lo que se denomina atribución, es decir, detectar un cambio en la frecuencia de El Niño y, en adición, determinar si existe responsabilidad o no del cambio climático.
“Estadísticamente, es difícil hacer la atribución, ya que la señal del cambio climático es muy débil para afirmar que influye en El Niño, sobre todo si nos referimos al caso de eventos extremos. Los eventos El Niño en 1982-1983 y 1997-1998 fueron los más grandes registrados, pero fueron similares a El Niño en 1877-1878 en el siglo XIX. Por sí solo, esto no sería evidencia sólida para decir que la frecuencia de eventos extraordinarios de El Niño ha aumentado. La estadística es muy pobre”, describe Takahashi.
No obstante, los impactos de El Niño sí pueden ser peores debido al calentamiento global, el cual es un síntoma del cambio climático. Takahashi refiere que “conforme el planeta se vaya calentando, si un evento El Niño en el presente produce un calentamiento de 1 °C en un año dado, en el futuro esa misma fluctuación, sumada al calentamiento global, alcanzaría mayores temperaturas, lo que produciría más impactos por golpes de calor, por ejemplo. También se espera que para un mismo calentamiento de El Niño se produzcan en el futuro lluvias mayores; en consecuencia, los impactos de El Niño podrían ser peores, aun cuando El Niño en sí como fluctuación no haya cambiado”.
Por su parte, Ivonne Montes, científica también del IGP y miembro de la Red Global del Oxígeno Oceánico (GO2NE), iniciativa de la Comisión Oceanográfica Internacional de la Unesco (COI-Unesco), coincide con Takahashi y agrega que “no se tienen investigaciones contundentes que permitan determinar en retrospectiva la influencia del cambio climático en eventos pasados de El Niño. Lo que sí se tiene son las proyecciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas, cuyos modelos sugieren con confianza media que es posible que, en el futuro, se registren eventos El Niño más frecuentes y posiblemente se intensifiquen los peligros/riesgos (zonas más secas, húmedas)”.
En ese contexto, Montes advierte el reto que supone para la ciencia establecer modelos que reflejen y pronostiquen las condiciones climáticas y, por supuesto, permitan pronosticar con mayor certeza la ocurrencia de El Niño. “Este es un evento que repercute en diversas zonas del planeta. Por ello, comprender su dinámica a escala global y regional es clave, y más aún en el contexto del cambio climático. Este es el reto que tenemos en el caso del Perú”, destaca.
El IGP, organismo adscrito al Ministerio del Ambiente (Minam), realiza una labor vital en la comisión ENFEN. Su aporte está orientado principalmente al análisis de las condiciones atmosféricas y oceánicas en el marco de la actividad “Generación de modelos climáticos para el pronóstico de la ocurrencia del fenómeno El Niño”, Programa Presupuestal por Resultados 068: “Reducción de vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres”.
Así, esta institución viene trabajando en la implementación de un modelo regional para el pronóstico de El Niño en el Perú, de mejor resolución en comparación con los modelos globales y de alta confiabilidad. Kobi Mosquera, científico del IGP y representante de este organismo en la comisión Enfen, comenta que el modelo tiene como base el intercambio constante de datos del océano y de la atmósfera a una escala regional.
“No se puede hacer el pronóstico de El Niño frente a la costa del Perú estudiando de manera independiente las variables atmosféricas y oceánicas. Este es un sistema acoplado y el modelo regional integra datos de ambos sistemas. Ahora, para armar el modelo regional se emplea información de un modelo más grande, el cual suministra las llamadas condiciones iniciales y de frontera. El reto que tenemos en IGP es construir un modelo que pueda pronosticar El Niño o La Niña frente a la costa peruana con un alto grado de confiabilidad para beneficio de la población y los tomadores de decisiones”, sustenta Mosquera.
En adición, Montes agrega que el modelo estará funcionando y generando pronósticos de El Niño para la comisión Enfen a más tardar en 2025; sin embargo, el equipo integrado por ella, Kobi Mosquera y otros científicos del IGP espera tenerlo listo antes. “Es un trabajo que nos ocupa mucho esfuerzo y tiempo, pero confiamos que obtendremos los resultados esperados, es decir, poder pronosticar El Niño con una antelación de 6 o 12 meses. Por ahora, las pruebas efectuadas con datos de los últimos 20 años nos vienen dando un porcentaje de confianza de más del 90 %, lo cual es muy bueno y alentador”, comenta.
“De inicio, debemos sacarnos de la cabeza que existe un único concepto de El Niño”, sostiene Takahashi. “Simplemente, no va a haber un concepto único que satisfaga todas las necesidades. Es imposible. Ya sabemos que el ENFEN viene manejando dos conceptos y, hoy en día, eso es considerado como lo mínimo; incluso, probablemente, necesitemos más”, añade.
Es por ello que la apuesta por entender El Niño y cómo afrontar su futura ocurrencia pasa por no olvidar las experiencias vividas, sobre todo las dejadas por los eventos extraordinarios de 1982-1983, 1997-1998 y de los episodios de El Niño costero de 1925 y 2017. “Sabemos que puede llover de forma intensa, que los ríos pueden desbordarse e inundar las calles, que pueden ocurrir episodios de sequías; entonces, necesitamos trabajar en prevención y no estar esperando el pronóstico de un evento para prepararnos a responder ante él”, enfatiza Takahashi.
En ese mismo sentido, Mosquera complementa y expresa que hoy el Perú cuenta con suficiente información para actuar en prevención. “¿Qué más necesitamos saber para reconocer, por ejemplo, que las quebradas y las riberas de los ríos son áreas vulnerables que pueden ser dañadas por la entrada de huaicos como resultado de lluvias intensas? Existe un tema social detrás de la comprensión de los fenómenos naturales que lleva a la gente a culpar de los desastres a la naturaleza por encima de la responsabilidad personal o colectiva”, concluye.
No existen razones para creer que el Perú no será ajeno en el futuro a los efectos que puedan desencadenar nuevos eventos El Niño. Esta amenaza, que se presenta en principio más impredecible en el contexto del cambio climático, pondrá a prueba la capacidad de adaptación y resiliencia no solo de peruanos, sino de todos los habitantes del planeta. ¿Si luego de haber experimentado varios eventos El Niño no somos capaces de aprender de las tragedias, cómo lo haremos ante eventos extremos como lluvias, inundaciones, sequías, etc., cuyos impactos se asoman como devastadores? La respuesta pasa por una seria reflexión de cada uno de nosotros y, principalmente, por aquellos que ejecutan e implementan las decisiones en materia de gestión del riesgo de desastres.