A medida que en 2018 el huracán Florence se acercaba a la costa de Carolina del Norte, su gravedad se degradó repetidamente: de categoría 4 a categoría 1. Sus vientos disminuyeron poco a poco.
Pero la tormenta aumentó de tamaño, se desaceleró y desató lluvias torrenciales que provocaron grandes inundaciones que causaron la muerte de 50 personas y dejaron unos destrozos de más de 10 000 millones de euros.
Aunque se suele pensar que las peores tormentas son las de categoría más alta en la escala de huracanes, la tres, la cuatro o la cinco, las tormentas de nivel inferior siguen podiendo provocar daños catastróficos.
La conocida clasificación de huracanes, la escala de vientos Saffir-Simpson, se basa únicamente en las velocidades máximas de los vientos medidas en un momento determinado.
“Eso sólo capta una dimensión de cómo puede impactar un huracán”, dice Allison Wing, científica atmosférica de la Universidad Estatal de Florida.
Cuando la tormenta tropical Allison tocó tierra en Texas en 2001, provocó inundaciones extremas y mató a 23 personas. La tormenta tropical Claudette, que azotó la costa del Golfo el pasado mes de junio, provocó inundaciones repentinas y mató a 14 personas.
En España, en septiembre de 2022 las Islas Canarias se vieron afectadas por la tormenta tropical Hermine que dejó una gran cantidad de daños materiales y un fallecido y sus efectos se notaron hasta en la Península.
“Creo que uno de los mayores retos de comunicación para todos nosotros es la lluvia de los huracanes”, dice James Done, científico atmosférico de la Universidad de Colorado, en Boulder (Estados Unidos). “La mayoría de las víctimas mortales se producen por el agua, tanto por las inundaciones como por las mareas de tempestad”.
Por eso, él y otros han ideado formas alternativas de clasificar el riesgo de una tormenta, argumentando que transmitir el peligro al público de forma más completa podría ayudar a salvar vidas.
La escala Saffir-Simpson está diseñada para transmitir a los que viven en la trayectoria de una tormenta el tipo de daños en las infraestructuras que pueden esperar: “todo, desde daños en los tejados y las tejas en una categoría 1, hasta la destrucción total de las casas con estructura en la categoría 5”, dice Michael Brennan, jefe de la Unidad de Especialistas en Huracanes del Centro Nacional de Huracanes. “Es una gran manera de proporcionar un riesgo de viento abreviado”.
Cuando una tormenta se está fortaleciendo, dice Brennan, puede ser útil mencionarlo en los pronósticos, “porque llama la atención de la gente. Rara vez lo mencionamos en los sistemas que se debilitan”.
Señala que la velocidad del viento también es una métrica fácil de utilizar en las advertencias porque tiene el mismo impacto en Miami que en Nueva Orleans.
Sin embargo, el agua que mueve un huracán suele ser la mayor amenaza, medida en términos de víctimas mortales. Aunque los vientos huracanados pueden contribuir a las inundaciones empujando el agua del océano hacia el interior, el tamaño de esa marea de tempestad y los daños que causa no siempre se correlacionan directamente con la velocidad del viento. La forma del fondo oceánico y de la costa, así como el diámetro de la tormenta, son también factores importantes.
“Las precipitaciones están casi totalmente desconectadas [de las velocidades máximas del viento] y generalmente se rigen por la rapidez con que se mueve la tormenta”, dice Brennan.
El año pasado, el huracán Sally, de categoría 2, se arrastró por la costa de Alabama, desatando más de 76 centímetros de lluvia. En 2017, el huracán Harvey azotó Houston como una tormenta de categoría 4, y aunque sus vientos causaron daños, rápidamente se dio a conocer como una de las tormentas más lluviosas de la historia de Estados Unidos, debido a la lentitud con la que se movió sobre la ciudad.
Aun así, dice Brennan, la escala Saffir-Simpson tiene sus ventajas en su simplicidad.
“Los otros peligros, realmente no se prestan a una categorización simple. Las mareas de tempestad pueden variar drásticamente. El impacto de las lluvias puede variar en función del grado de humedad del suelo: el terreno ya saturado tiene más probabilidades de inundarse. Sería difícil transmitirlo en un simple sistema de clasificación”, dice.