“El verde es un punto ciego para la mayoría de los malayos”, afirma el fotógrafo de fauna salvaje y conservacionista Peter Ong. Lo que quiere decir es que la población local tiende a dar por sentados sus bosques y parques, sin preocuparse ni darse cuenta de que esta cubierta verde disminuye constantemente.
Pero Ong se da cuenta. Pasa días enteros en estos bosques, fotografiando primates y aves endémicas para su Proyecto Monyet y para Eko-Eko, un movimiento que muestra la biodiversidad de Malasia, inspirado en el programa Roots and Shoots de Jane Goodall.
Sin embargo, a pesar de la pérdida del 28% de la cubierta arbórea en las dos últimas décadas, con magníficas selvas tropicales primarias que han dado paso a plantaciones comerciales de aceite de palma, el 54% de la superficie terrestre de Malasia sigue cubierta de bosques. Además, es uno de los países más biodiversos del mundo, con una asombrosa variedad de flora y fauna en sus selvas tropicales.
Una de las formas en que Malasia lo intenta es a través de pasarelas que revelan un mundo por encima del suelo de la selva tropical. Adoptan la forma de estructuras de acero independientes o puentes giratorios construidos alrededor de troncos de dipterocarpáceas de madera dura.
Con más de una docena de paseos por las copas de los árboles en el continente y Borneo abiertos a los turistas (el primero se construyó en 1968 con fines de investigación), Malasia es pionera del turismo de copas en Asia. Es uno de los cinco países seleccionados por el programa Global Canopy por su interés en las ciencias de las copas de los árboles, lo que demuestra su valor no sólo para el ecoturismo, sino también para la conservación de las especies y el desarrollo sostenible de las comunidades locales.