El ‘boom’ minero, que se desarrolla principalmente en la Puna, afecta los lugares de nidificación de esta especie de la que quedan menos de 80.000 individuos
Tiene la zancada elegante, de una gracilidad que hipnotiza. El plumaje es imponente: combina el rosado fuerte con el blancuzco y el negro. Puede medir más de un metro de alto. El flamenco andino —su nombre científico es phoenicoparrus andinus— nidifica en colonias durante el verano en los humedales de baja profundidad de la Puna y los Altos Andes de Chile, Bolivia y Argentina. La zona conocida como el “triángulo del litio”.
En la Argentina, la más rara de todas las especies de flamencos se encuentra mayormente en las provincias del norte (Salta, Catamarca y Jujuy) durante los meses más cálidos y también en las zonas bajas del centro del país, principalmente Córdoba y Santa Fe. Según la Secretaría de Minería de la Nación, hay 38 proyectos de litio en el país, de los cuales 17 están en los grandes salares de la provincia de Salta.
Desde hace algunos años, biólogos y especialistas en conservación vienen alertando sobre los impactos negativos de la explotación de salmueras de litio en los lugares donde estos animales se reproducen y alimentan. Esta especie de ave de la familia de los flamencos -en Argentina también hay ejemplares de flamenco austral y flamenco de James- fue catalogada como “vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Enrique Derlindati, doctor en Ciencias Biológicas, investigador y docente de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta, lleva años investigando estas aves, sus tendencias poblacionales y las amenazas que enfrentan en su entorno. Y apunta a la necesidad de tomar medidas para conservar su supervivencia y capacidad reproductiva.
“En verano, estas especies se mueven a la cordillera —en especial humedales y salares— por encima de los 4.000 metros de altura. Allí hacen sus colonias de nidificación, que son cada vez más difíciles de encontrar y que coinciden con el llamado triángulo del litio. El flamenco andino es una especie que se restringe a los Andes y la que tiene un menor tamaño en sus poblaciones. En los censos, se estima que hay alrededor de 80.000 ejemplares en toda Sudamérica. Están dejando de usar sitios de nidificación históricos por la presencia de campos de exploración y explotación de litio”, cuenta Derlindati, que estudia los flamencos desde la década del 90.
Esos números surgen del Sexto censo internacional simultáneo de tres especies de flamencos en el Cono Sur, realizado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), junto a otras instituciones de investigación y conservación socioambiental. “Es un seguimiento y un monitoreo que se hace de la población cada cinco años. En los últimos 15 años, empezamos a observar menos juveniles en los ambientes naturales. Eso es una gran alarma. Se están instalando mineras en todos los salares de la Puna; no están dejando ni uno solo sin intervenir. Así se restringen las posibilidades de nidificación porque los flamencos andinos buscan sitios aislados”, agrega el especialista.
Derlindati cree que la actividad minera podría realizarse con menor impacto ambiental en la Argentina y teniendo en cuenta la fauna de los lugares. “Tuve la oportunidad de estar en Chile. Allá, por ejemplo, las mineras no desarrollan sus tareas en los períodos de nidificación de las especies, entre noviembre y febrero. Pero si las mineras no quieren parar y los Gobiernos tampoco, es difícil hacerlo. También hay otras formas de extraer el litio. Acá se hace con piletones de secación porque es la más económica; eso exige una transformación del sistema del salar. El impacto directo de la actividad es muy grande”, asegura.
Matías Michelutti es guía de turismo en el Parque Nacional Ansenuza (Córdoba), que alberga el mayor lago salado de Sudamérica y el 66% de todas las especies de aves migratorias y playeras registradas en la Argentina, entre ellas los flamencos andinos que eligen la zona en invierno. Conoce el lugar como la palma de su mano: su papá fue guardaparques y su familia navegó sus aguas durante más de 40 años.
“La gran problemática es el agua. La conservación de los sitios y la disposición de alimentos están sujetas a las condiciones ambientales y a los niveles de agua de los espejos. En estos años de sequía —desde 2019 a diciembre del año pasado—, la laguna se retrajo a niveles históricos que sólo se vieron en los años 70. El número de individuos del flamenco austral es estable y no está en riesgo. Pero el andino usa para nidificar y alimentarse los mismos lugares donde se hace actualmente la extracción de litio o son favorables para esa actividad. La problemática es importante; no es la extracción del litio, sino el uso del agua para ese proceso”, dice Michelutti, que, al igual que Derlindati, forma parte del Grupo de Conservación Flamencos Altoandinos (GCFA), que integran científicos y especialistas en conservación y áreas protegidas de Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
El Parque Nacional Ansenuza recibió esa categoría de área protegida en 2022. Michelutti destaca ese marco legal para la conservación, luego de largos años de investigación y de trabajo de difusión para dar a conocer el enorme humedal de unos 8000 kilómetros cuadrados ubicado en el centro-norte de Argentina. “Fue un largo camino y un hito llegar a ser un parque nacional. A nivel mundial, la tendencia es que estos ambientes se sequen. Con el turismo, buscamos que el público general conozca la importancia de estos humedales”, apunta.
Las medidas de protección y las regulaciones más estrictas para frenar las actividades perjudiciales para el medio ambiente aparecen en la conversación. En la Argentina, existe la Ley 24.585 de Protección Ambiental de la Actividad Minera que otorga “marco regulatorio de protección”; sin embargo, la aprobación o denegación de los permisos para realizar los proyectos mineros depende de cada provincia, que posee la potestad sobre sus recursos tal como indica el Artículo 124 de la Constitución Nacional. “Corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio”, expresa el texto.
Derlindati alerta que a los impactos ambientales se suman la falta de datos provenientes de las mineras y los controles laxos -o insuficientes- por parte de los Gobiernos de esas provincias. “En muchos casos, las mineras no proveen datos porque el Estado no se los exige. La coyuntura económica hace que liquiden los bienes naturales, a raíz de una falsa panacea de la fiebre del litio. Por ejemplo, en Salta, la Legislatura de la provincia busca reducir la burocracia para facilitar la explotación minera. Eso hace que sean laxos con los permisos y restricciones. El costo siempre termina siendo ambiental y repercutiendo en la salud de las personas”, analiza.
“El estudio de impacto ambiental es completo: incluye aire, suelo, tierra y aspectos sociales. Lo que los ambientalistas dicen son opiniones y no datos estrictos de un organismo oficial”, responde Simón Pérez Alsina, presidente de la Cámara de Minería de Salta, la provincia con mayor cantidad de proyectos de litio en el país.
El funcionario dice que la Puna de Argentina es un territorio “que tiene millones de hectáreas”, con grandes extensiones para realizar emprendimientos productivos y conservar la flora y la fauna. “Cualquier actividad humana produce un impacto. Es una regla que sabe quien, por ejemplo, construyó una casa. Técnicamente, no está comprobado ningún impacto negativo de algún proyecto de litio. Ni contaminación ni falta de agua ni disminución de especies. El litio es el mineral de la transición energética. Sin litio, no descarbonizamos al mundo”.
El estudio Evidencias Técnicas del Impacto Negativo de la Explotación del Litio en los Humedales y Recursos Hídricos de los Salares de la Puna Altoandina, publicado por la Fundación Humedales con el apoyo de la ONG Wetlands International en 2021, advierte impactos documentados e identificados, como la salinización de suelos y humedales, contaminación de suelos con residuos peligrosos, modificación del flujo natural superficial del agua, alteración del balance hídrico y afectación de la flora y fauna autóctona.
Los inmensos salares del norte argentino no sólo son el “oro blanco” del litio. Están en un ambiente frágil que, según el estudio mencionado y la voz de otros especialistas, aún no tiene una red efectiva de monitoreo ambiental para cuantificar el impacto. El desafío es evaluar la factibilidad de desarrollar proyectos sostenibles ambientalmente y que beneficien la matriz energética nacional. Sin tener en cuenta esos elementos, los grandes parajes desérticos y sus espejos de agua se transformarán de manera irreversible. El problema se agrava aún más con la llegada de un presidente como Javier Milei que niega el cambio climático. Derlindati lo resume con una frase: “La Puna es un sistema complejo y frágil. Cuando empezamos a romper eslabones y sacar elementos en el medioambiente, todo comienza a funcionar mal. Y es difícil predecir los resultados en el futuro”.
Fuente: El País