Las consecuencias del cambio climático no solo son que aumente la temperatura del planeta, mengüen los glaciares o se intensifiquen los fenómenos meteorológicos extremos (entre otros dramas), sino que estos, a su vez, derivan en otros problemas como la seguridad alimentaria. Los veranos de incluso más de 40 °C en el Valle del Ebro empezaron a mermar la textura y la apariencia de las manzanas y las peras que allí crecían. Por ello, hace más de 20 años, los investigadores del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) de Cataluña pusieron en marcha, junto a colegas neozelandeses y productores españoles, el único programa de mejora varietal del mundo diseñado para hacer frente a los retos de producir manzanas y peras en climas cálidos. Un proyecto que ahora empieza a dar sus primeros frutos: ya está en el mercado una variedad roja, dulce, crujiente y jugosa a la que han bautizado con el nombre comercial de Tutti.
“Nuestras condiciones de producción de manzas y peras son de las más cálidas del mundo, por lo que decidimos que teníamos no solo probar otros programas de mejora genética sino empezar a crear nuevas variedades adaptadas a nuestras condiciones”, explica a 20minutos el investigador especialista en Fruticultura del IRTA. Y así, en 2001, comenzó formalmente este largo periplo cuyo primer hito fue presentado hace unos días en la feria internacional Fruit Logistica, celebrada en Berlín (Alemania). La nueva variedad, registrada como HOT84A1, ya ha llegado al mercado español, pero será a partir de 2024 cuando el volumen disponible sea mayor.
Aunque el concepto de “mejora genética” pueda invitar a pensar en la modificación en un laboratorio, los métodos que han empleado en este proyecto llamado ‘Hot Climate Partnership’ son “básicos, de toda la vida”, aclara Bonany. Este equipo ha realizado “lo que ha venido haciendo la naturaleza durante siglos, es decir, coger el polen de una variedad y ponerlo en la flor en otra variedad”.
Este cruce da lugar a la nueva variedad procedente de las anteriores dos, de la que se extraen las pepitas para sembrar y, al cabo de los años y con fruta ya en la mano, se analiza sus propiedades y se seleccionan las que más encajan en la calidad que exigen productores y consumidores. “En el caso de los frutales, esto es un proceso muy largo porque entre que realizas el cruce, obtienes las semillas, siembras, crece el arbolito y haces una primera selección de las mejores ya pasan unos cuantos años. Luego hay que corroborar que la selección ha sido la mejor en distintas condiciones climáticas”, expone el también director del IRTA Mas Badia (en Girona).
Cabe mencionar que para sembrar las semilla de manzano, que el árbol crezca, salgan las primeras flores y estas sean capaces de producir los primeros frutos pasan hasta cuatro años. Además, cuando los árboles son pequeños, dan una o dos manzanas. Hay que esperar aún más a que produzcan más frutas.
Para hacer frente a los retos que trae el cambio climático, el sector productor de fruta en muchas partes del mundo estudia diferentes estrategias, señala el investigador. “Con el cambio climático tienes dos opciones: o te adaptas o te escapas. Nosotros nos estamos adaptando intentando obtener variedades que sean capaces de aguantar condiciones más drásticas de las actuales. Lo que estamos haciendo ahora tendrá sus resultados dentro de 20 años, o sea que es como trabajar con un blanco móvil. Otra estrategia es trasladar los cultivos a zonas de mayor altitud donde hace menos calor”.
El rápido aumento de la población en el último siglo ha aumentado la presión sobre los recursos naturales, de los que cada vez han más demanda. A finales de 2022 se alcanzó la cifra de 8.000 millones de habitantes en la Tierra y a lo largo de este siglo se estima que se alcanzarán los 10.000 millones, la cifra que los especialistas sitúan en la capacidad límite del planeta. “Y todos quieren comer bien y de buena calidad, lo cual, en un contexto de cambio de climático es un reto mucho más complicado. Habrá evidentemente efectos”, advierte.