A estas alturas, el National Geographic Explorer, Josh West, tiene una gran comprensión del papel de los matices cuando se trata de los procesos de la naturaleza y, en consecuencia, cuando se trata de proponer soluciones a los problemas ambientales. Incluso las operaciones aparentemente sencillas del mundo natural se basan en capas de variables interdependientes. El ritmo se ve en el ciclo de vida de una sola gota de lluvia.
“Una vez que el agua cae en forma de lluvia sobre la superficie de la Tierra, comienza esta increíble vida pasando a través de suelos, rocas y vegetación, antes de regresar a la atmósfera”, dice West. “Todavía hay mucho que entender sobre esa vida oculta del agua, especialmente en un lugar como el Amazonas, donde es tan vital para los ecosistemas, e incluso para el ciclo global del agua”.
En la espesa selva amazónica, los árboles aguantan una evapotranspiración a un ritmo como en ningún otro lugar de la Tierra. Las raíces absorben agua que finalmente se expulsa de vuelta a la atmósfera, miles de millones de toneladas cada día. Finalmente, legiones de gotas forman una especie de río en el cielo. La corriente invisible pero poderosa alcanza un punto de saturación y la lluvia vuelve a caer hasta el suelo. Algunas se escabullen bajo tierra para que la vegetación vuelva a beber, y otras se escurrirán rápidamente por el suelo arcilloso y de baja permeabilidad, mezclándose con arroyos y ríos.
El viaje de una sola gota de lluvia en esta fábrica de reciclaje de humedad “es un microcosmos de lo que está sucediendo a nivel mundial”, dice West.
Durante décadas, West, geólogo, investigador y educador, ha estado estudiando cómo se desarrolla la topografía de la tierra y prepara el escenario para el viaje del agua a través de los suelos y la vegetación. En la Amazonía peruana, donde West ha pasado muchos años, la interacción entre paisajes, bosques y agua es especialmente vital para mantener el ecosistema, que alberga al menos una décima parte de las especies del planeta.
En colaboración con sus colegas exploradores Jennifer Angel-Amaya, Hinsby Cadillo-Quiroz y estudiantes de ciencias de la tierra en la Universidad del Sur de California (Estados Unidos), West investiga el destino y las consecuencias del agua en el Amazonas, estudiando sus caminos desde la gota de lluvia hasta el flujo del río, cuándo y cómo la vegetación usa el agua en el camino y las formas en que los arroyos y ríos transportan carbono y nutrientes.
Los cambios ambientales naturales y causados por el hombre pueden detener o acelerar el flujo de agua, redefinir el camino que toma y, por lo tanto, transformar el mapa de los nutrientes que sustentan la vida que proporciona.
El Amazonas es un entorno de estudio único. Las raíces de las plantas reabsorben la lluvia fresca y la bombean de vuelta a la atmósfera en cantidades notables. Algunos estudios científicos sugieren que este sistema tiene efectos globales de gran alcance sobre las precipitaciones y la temperatura de la Tierra.
“Hay muchas conexiones diferentes en el sistema climático”, destaca West. Con los sistemas de modelización climática, “se puede sacar la Amazonía y ver cómo responden los modelos, pero hay muchos otros pequeños eslabones que hay que tener en cuenta”, explica. “Obtener la respuesta correcta depende de comprender adecuadamente los detalles del ciclo del agua en la actualidad”, añade. Matices.
Durante años, los cimientos de este sistema hidrológico equilibrado —el suelo amazónico y su dosel— han ido desapareciendo gradualmente. Los expertos han advertido que la Amazonía se está acercando a un punto de inflexión debido al estrés de la deforestación, el cambio climático y las sequías severas. Sin embargo, no se conoce bien la magnitud de las amenazas individuales y el papel que desempeñan en la contribución al deterioro de la Amazonía. Comprender las implicaciones de arrancar las raíces del suelo y el suelo de la Tierra, es un área en la que West y sus colegas están trabajando para llenar un vacío.
Desde 2022, West, Angel-Amaya (geóloga especializada en el ciclo de los metales potencialmente tóxicos) y Cadillo-Quiroz (microbiólogo que intenta revivir los suelos amazónicos) han trabajado en equipo en la expedición Amazónica de National Geographic y Rolex Perpetual Planet. El viaje científico y narrativo de varios años abarca toda la cuenca del río Amazonas, desde los Andes hasta el Atlántico.
Para su proyecto, el trío está explorando tres sitios en la región amazónica de Madre de Dios, en Perú, para comprender en detalle el impacto de la deforestación y la minería en la calidad del agua. Están utilizando técnicas nunca antes aplicadas a la Amazonía post-minera para iluminar cómo el flujo de agua, desde los estanques mineros visibles hasta la humedad oculta en los suelos, se transforma como resultado de la minería, y lo que esos cambios significan para la contaminación por mercurio y las emisiones de gases de efecto invernadero.
El suelo de absorción lenta se convierte en arena una vez que se mina. El ritmo del flujo de agua, y el tiempo que el suelo tiene para absorber los nutrientes que transporta el agua, está acelerado. “En las zonas mineras, [el agua] se mueve muchos órdenes de magnitud más rápido que en los suelos naturales. Si te imaginas que el agua cae sobre la arena, simplemente se filtra”, explica.
Utilizando estudios de resistividad eléctrica, permeabilidad y herramientas de medición de infiltración, West y los estudiantes involucrados en la expedición han podido “mirar dentro del mundo oculto del agua bajo nuestros pies”, dice West. Esta parte del estudio está dirigida por los estudiantes.
Hasta ahora, los resultados muestran cómo el agua se mueve a través de la tierra firme natural a cuentagotas. El proceso puede, y debe, llevar horas. A través de la arena que queda tras el paso de la minería, el agua cubre la misma distancia en unos cinco minutos.
West y sus colegas piensan que estas diferencias pueden ser críticas para el rebrote de la vegetación y el éxito de los esfuerzos de reforestación. Debido a que el agua fluye tan rápidamente a través de la arena, es posible que no esté disponible para las plantas, dejando “zonas muertas altas y secas” en todo el paisaje.