Las islas griegas del Egeo suelen asociarse a un ambiente relajado y un paisaje tranquilo. Pero algunas de ellas, como Amorgos, Anafi y Santorini, últimamente se han visto asediadas por un enjambre interminable de intensos terremotos.
En los últimos días, los habitantes de la región se han visto sorprendidos por temblores de magnitud 5,3, y más de dos tercios de los habitantes de Santorini han decidido voluntariamente abandonar la isla. Las autoridades han ordenado el cierre de las escuelas y disuadido de celebrar grandes reuniones en lugares cerrados, y se ha pedido a la población que se mantenga alejada de la costa y de las escarpadas laderas de la isla.
Aunque se ha declarado el estado de emergencia, el Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, ha instado a la calma. En una reciente reunión sobre la crisis, declaró que “el Gobierno confía en la ciencia”, pero señaló que la comunidad científica se enfrenta a un “fenómeno extremadamente desconcertante”.
La cacofonía de seísmos inusualmente potentes, superpuesta al barroco y desordenado rompecabezas geológico de la región, tiene a los investigadores desconcertados. “No tengo claro por qué se repite esta secuencia de terremotos”, afirma David Pyle, vulcanólogo de la Universidad de Oxford (Inglaterra): “Es un auténtico rompecabezas”.
Aunque Santorini es en sí misma una isla volcánica parcialmente sumergida y aún activa, el consenso actual es que la causa de estos seísmos es cualquier cosa menos volcánica. Su origen parece estar relacionado con un proceso tectónico extraño y difícil de predecir, que podría remitir rápidamente o intensificarse peligrosamente.
La situación evoluciona constantemente, y las cosas podrían empeorar o (esperemos) mejorar. Por ahora, “no hay motivos para el pánico”, afirma Jonas Preine, geofísico del Instituto Oceanográfico Woods Hole: “Pero seguro que hay motivos para preocuparse”.
El mar Egeo no es ajeno a terremotos y erupciones. Al sur y al oeste de Grecia se encuentra la profunda Fosa Helénica, donde un antiguo trozo de densa corteza oceánica está siendo engullido por el manto subyacente. Este descenso no es tranquilo, sino caótico, y la continua tensión sobre la corteza superior está separando Grecia en múltiples direcciones.
Este pandemónium tectónico ha provocado la formación de zonas de fallas en forma de telaraña y una miríada de volcanes, tanto bajo el agua como sobre ella. La comunidad científica, consciente de estos peligros, permanece muy vigilante.
Santorini (una gigantesca caldera magmática con dos pequeñas islas volcánicas anidadas en su centro sumergido) tiene una oscura y peligrosa historia volcánica que se remonta 650 000 años. En 1560 a.C. se produjo una gran explosión que acabó con toda una civilización, en 726 d.C. se produjo una explosión importante y en 1950 hubo un pequeño estallido. Oficialmente, se sigue considerando un sistema volcánico activo. Y no está solo: en 1650 también se produjo la explosión de un volcán submarino cercano llamado Kolumbo que generó una serie de altos tsunamis y una nube letal de gases tóxicos.
Aunque sólo ha sido ahora cuando la actual tempestad sísmica ha copado la atención de los medios, lo cierto es que lleva ya algún tiempo produciéndose. “Comenzó a finales del año pasado, empezó a haber algo más de sismicidad, pero nadie se dio cuenta”, explica Isobel Yeo, vulcanóloga submarina del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton (Inglaterra).
A finales de enero, se produjo un profundo repunte en la potencia y frecuencia de estos seísmos; en los últimos días se han producido casi mil al día. “Debe de ser una experiencia horrible”, dice Pyle.