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Medio Ambiente

En medio del apocalipsis de los anfibios, las “saunas para ranas” ofrecen una solución prometedora

La premisa era sencilla: colocar ladrillos de mampostería de 10 agujeros en el exterior, a la luz directa del sol, justo delante de ranas campana australianas verdes y doradas. Los animales, amantes del calor, saltaban al interior de los agujeros para descansar, asomando sus cabezas triangulares.

No lo sabían, pero este “tratamiento de spa” les salvó la vida. Al elevar la temperatura corporal de las ranas, las “saunas” artificiales ayudaban a los animales infectados a combatir el hongo quitridio, también conocido como Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), un patógeno devastador que ha contribuido a la extinción de al menos 90 especies de anfibios en todo el mundo y al declive de otras 500.

Anthony Waddle, biólogo conservacionista de la Universidad Macquarie de Australia, y sus colegas realizaron el experimento con las ranas campana, en peligro de extinción, que han disminuido drásticamente a causa del hongo. La investigación tuvo éxito: las ranas infectadas se recuperaron tras pasar un tiempo en los ladrillos negros calentados por el sol, y las ranas que optaron por utilizar los refugios presentaron infecciones menos graves.

Es más, las ranas curadas dentro de los ladrillos tenían 23 veces más probabilidades de sobrevivir a otro ataque de Bd, un hongo que prefiere temperaturas más frías. Las saunas son una intervención sencilla y asequible, incluso se pueden instalar permanentemente en el exterior de las casas.

Sin embargo, proteger a los anfibios del hongo exige soluciones creativas, y la sauna para ranas es sólo una de ellas, advierte Waddle, cuyo estudio apareció recientemente en la revista Nature.

Y es que el quítrido está tan extendido que eliminarlo sería “equivalente a erradicar el resfriado común”, dice, prácticamente imposible.

Registrada por primera vez en los años 70 y 80, es la enfermedad de anfibios más destructiva jamás conocida y afecta a especies de todo el mundo, afirma Waddle. El cambio climático está alimentando la propagación de la enfermedad, por ejemplo hacia el norte de Europa.

“Afecta a todo un árbol de la vida. Es como si la COVID afectara a todos los mamíferos”, afirma.

El Bd, una de las cientos de especies de quítridos, se propaga en el agua y por contacto con otros anfibios. El hongo corroe las proteínas de la piel del animal y acaba matándolo.

El Bd no mata a todos los anfibios que encuentra. Algunos, como la rana toro americana, no sufren daños, pero siguen siendo portadores del patógeno y lo propagan a otras especies. Este misterioso aspecto de la enfermedad ha reducido gravemente la biodiversidad de especies de anfibios, lo que a su vez perjudica la salud del ecosistema.

“Nunca tendremos un mundo en el que no queden ranas”, afirma Jonathan E. Kolby, National Geographic Explorer y director de conservación del Centro de Rescate y Conservación de Anfibios de Honduras.

En lugar de eso, “tendrás un mundo en el que siga habiendo muchas ranas, pero mucha menos diversidad”.

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