Las alarmas que saltaron en el lago de Tefé de Brasil en septiembre de 2023 llegaron a oídos de Fernando Trujillo a través de unos colegas científicos que lo llamaron por teléfono desesperados. Aquel verano había calentado el lago de la Amazonia muy por encima de las máximas jamás registradas y, tal y como habían augurado, los delfines de río empezaban a acusarlo. «Tres delfines muertos –recuerda Trujillo–. Luego cinco. Luego 70, en un solo día».
Para este biólogo marino colombiano, Explorador de National Geographic y paladín mundial de los delfines del Amazonas, la catástrofe del Tefé debe entenderse como una tragedia y también como un ejemplo de la vulnerabilidad de estos peces de agua dulce. En apenas unos días, 157 ejemplares, el 10 % de la población de delfines del Amazonas del lago, murieron en aquellas aguas sobrecalentadas que superaron los 38 °C. La causa exacta seguía investigándose dos meses después, pero la explicación más probable apuntaba al estrés térmico.La atención prestada a aquellas muertes, dice Trujillo, puede ayudar a concienciar sobre otras amenazas, como la pérdida de hábitat, el envenenamiento de las aguas, la sobrepesca y matanzas, que ponen en peligro a los delfines de río en los 14 países donde aún resisten.
Lleva trabajando en ello desde que, estando en la universidad, el oceanógrafo Jacques Cousteau acudió a dar una charla. «Le pregunté qué sería importante estudiar –cuenta Trujillo–. Y me dijo: “dauphins”. Los delfines. Sonó como una orden». Hoy, además de formar parte de la Expedición al Amazonas de la iniciativa Perpetual Planet de Rolex y National Geographic, ayuda a coordinar compromisos internacionales de conservación, como la Declaración Global para los Delfines de Río. «Lo crucial es que no se limita a los delfines –dice–. Abarca a los ríos y a los 1.500 millones de personas que viven en esta región. Para mí, los delfines conectan a la opinión pública con los problemas de la zona. Y los ciudadanos escuchan».