Volando a lo largo de la costa de Massachusetts, en Estados Unidos, unos investigadores que realizaban estudios aéreos descubrieron algo que no esperaban: una ballena gris buceando y saliendo a la superficie en un lugar en el que no se había visto esta especie desde hacía más de doscientos años.
El descubrimiento del 1 de marzo fue tan improbable que, al principio, los científicos del Acuario de Nueva Inglaterra supusieron que estaban viendo una de las ballenas francas de la zona, en peligro crítico de extinción, a las que vigilan regularmente. Pero al dar media vuelta para observarlas más de cerca, las fotografías revelaron el color gris moteado del animal y su característica forma de cabeza estrecha y triangular.
“La cabeza me daba vueltas y pensé que sabía lo que era, pero quería una confirmación independiente”, dice Orla O’Brien, investigadora científica asociada del Anderson Cabot Center for Ocean Life del acuario. Cuando O’Brien mostró las imágenes a su colega Kate Laemmle, dijo: “Dios mío, es una ballena gris”.
El asombro de los investigadores está bien fundado; aunque las ballenas grises abundaron en el Atlántico, están extinguidas desde finales del siglo XVIII, en gran parte a causa de la caza de ballenas. En la costa del Pacífico, las ballenas se recuperaron gracias a la protección legal, y Estados Unidos las retiró de la lista de especies en peligro en 1994.
Aunque en los últimos 15 años los científicos han informado de un puñado de avistamientos de ballena gris fuera del Pacífico, la mayoría tuvieron lugar en el Mediterráneo y frente a las costas del sur de África.
El único avistamiento en el Atlántico se produjo en diciembre de 2023, cuando unos pescadores informaron de la presencia de una ballena gris frente a Miami. La comparación de fotografías de aquella ballena con la nueva confirmó que son el mismo animal, que parece sano y bien alimentado.
Casi de inmediato empezaron a surgir preguntas. ¿Cómo llegó la ballena (cuyo sexo aún se desconoce) hasta allí, tan lejos de su ruta migratoria natural entre Baja California y Alaska? Y quizá lo más importante: ¿Podría este avistamiento anunciar el eventual regreso de las ballenas grises al Atlántico tras siglos de ausencia?
La respuesta a la primera pregunta es relativamente fácil: el deshielo del Ártico permitió a la ballena gris navegar por el Paso del Noroeste, que conecta el Atlántico con el Pacífico a través de Canadá.
“Ya suben hasta el Ártico para alimentarse, así que están bastante cerca de estas nuevas zonas libres de hielo que les permitirían pasar”, afirma Joshua Stewart, profesor adjunto del Instituto de Mamíferos Marinos de la Universidad Estatal de Oregón que no participó en el nuevo descubrimiento.
Pero este nuevo paisaje sin hielo no es en última instancia una bendición para las ballenas, cuyas presas, en su mayoría pequeños crustáceos, están muriendo debido a una serie de efectos de las aguas más cálidas.
Desde 2019, esta desaparición de presas ha matado entre el 25 y el 50 por ciento de las ballenas grises que viven en el Pacífico oriental, según la Asociación Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Muchas de las que sobrevivieron están demacradas, y Stewart sugiere que “esta única ballena gris simplemente comenzó a buscar comida en la otra dirección.”
Para complicar las cosas, una vez que termina el verano ártico y las ballenas grises (que pueden llegar a pesar hasta 40 toneladas) intentan volver a casa, se encuentran con que el paso está helado y no tienen adónde ir. Eso es lo que probablemente ocurrió en el otoño de 2023, obligando a esta ballena gris, ahora famosa, a dirigirse al sur, a la zona de Florida.
“No veo esto como algo positivo”, dice Regina Guazzo, investigadora del Proyecto de Reconocimiento Acústico de Ballenas en el Centro Naval de Guerra de la Información del Pacífico en San Diego.
“El deshielo afectará a la cadena alimentaria del Ártico de la que dependen las ballenas, y el agua dulce adicional podría desordenar los patrones de circulación oceánica mundial. Esto podría tener enormes repercusiones en el clima, la temperatura y el suministro de alimentos.”
En cuanto a si las ballenas están recolonizando el Atlántico, “es casi seguro que va a ocurrir”, dice Stewart. “Pero va a requerir mucho ensayo y error por parte de las ballenas”.
Las ballenas no sólo tienen que encontrar nuevas fuentes de alimento, sino que deben establecer una zona de cría y tener una población lo suficientemente grande como para reproducirse, dice.
“Así que estamos hablando de cosas que ocurren en escalas de tiempo evolutivas, cientos o incluso miles de años”.