Desde grandes trozos de basura hasta sustancias químicas invisibles, una amplia gama de contaminantes acaba en los lagos, ríos, arroyos, aguas subterráneas y, finalmente, en los océanos de nuestro planeta. La contaminación del agua -junto con la sequía, la ineficacia y el aumento de la población- ha contribuido a una crisis del agua dulce que amenaza las fuentes de las que dependemos para el agua potable y otras necesidades fundamentales.
Las investigaciones han revelado que un contaminante en particular es más común en el agua del grifo de lo que se pensaba: los PFAS, siglas de poli y perfluoroalquilos. Los PFAS se utilizan para que los artículos de uso cotidiano se vuelvan resistentes a la humedad, al calor y las manchas; algunas de estas sustancias químicas tienen una vida media tan larga que se las conoce como “la sustancia química eterna”.
Salvaguardar el suministro de agua es importante porque, aunque casi el 70 % del mundo está cubierto por agua, solo el 2,5 % es dulce. Y solo el uno por ciento del agua dulce es fácilmente accesible: gran parte de ella se halla atrapada en remotos glaciares y campos de nieve.
Pero ni siquiera estas reservas están libres de amenazas. Las cordilleras cubren una cuarta parte de la superficie del planeta y los millones de personas que las llaman hogar siempre han convivido con sus riesgos naturales. Pero ahora, el calentamiento global está cambiando fundamentalmente su composición. Sus temperaturas han aumentado hasta un 50% más rápido que la media mundial, e incluso cuando hacen cumbre en el Himalaya, los alpinistas abandonan ahora sus trajes de expedición por chaquetas más ligeras, un pequeño consuelo en medio de los elevados peligros.
Los científicos que calculan los riesgos de las catástrofes naturales en las montañas, como Perry Bartlet, del Instituto Federal de Investigación Forestal, de la Nieve y del Paisaje (WSL) de Suiza, necesitaban actualizar sus modelos. “La escala de lo que calculamos ha cambiado por completo: los sucesos son mucho mayores”, afirma.
La contaminación del agua puede proceder de diversas fuentes. Puede penetrar en el agua directamente, a través de vertidos legales e ilegales de fábricas, por ejemplo, o de plantas de tratamiento de aguas imperfectas. Los vertidos y las fugas de los oleoductos o las operaciones de fracturación hidráulica (fracking) pueden degradar los suministros de agua. El viento, las tormentas y el vertido de basura -especialmente de residuos plásticos- también pueden enviar desechos a las vías fluviales.
Gracias en gran medida a décadas de regulación y acciones legales contra los grandes contaminadores, la principal causa de los problemas de calidad del agua en EE. UU. es ahora la “contaminación de fuentes no puntuales”, cuando los contaminantes son transportados a través del suelo por la lluvia o la nieve derretida. Esta escorrentía puede contener fertilizantes, pesticidas y herbicidas procedentes de granjas y hogares; petróleo y productos químicos tóxicos provenientes de carreteras e industrias; sedimentos; bacterias originarias del ganado; residuos de animales domésticos y otros contaminantes. Este es un problema que se repite en todo el mundo, siendo un buen ejemplo la contaminación del Mar Menor en Murcia.
Por último, la contaminación del agua potable puede producirse a través de las propias tuberías si el agua no se trata adecuadamente, como ocurrió en el caso de la contaminación por plomo en Flint (Michigan; Estados Unidos) y otras ciudades. Otro contaminante del agua potable, el arsénico, puede proceder de depósitos naturales, pero también de residuos industriales.
La contaminación del agua puede provocar problemas de salud humana, envenenamiento de la fauna y daños en el ecosistema a largo plazo. Cuando la escorrentía agrícola e industrial inunda las vías fluviales con un exceso de nutrientes, como el nitrógeno y el fósforo; suelen promover la proliferación de algas que luego crean zonas muertas o áreas de bajo oxígeno donde los peces y otras formas de vida acuática ya no pueden prosperar.
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Las floraciones de algas pueden tener efectos sanitarios y económicos para los seres humanos, ya que provocan erupciones y otras dolencias, al tiempo que merman los ingresos del turismo en los destinos lacustres más populares gracias a su aspecto y olor desagradables. Los altos niveles de nitratos en el agua por la contaminación de nutrientes también pueden resultar especialmente perjudiciales para los bebés, ya que interfieren en su capacidad de suministrar oxígeno a los tejidos y pueden desencadenar el “síndrome del bebé azul”. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación calcula que el 38 % de las masas de agua de la Unión Europea están sometidas a la presión de la contaminación agrícola.
En todo el mundo, el suministro de agua insalubre también se cobra un peaje sanitario en forma de enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud, al menos 2000 millones de personas beben agua de fuentes contaminadas por heces que puede transmitir enfermedades peligrosas como el cólera y la fiebre tifoidea.
En muchos países, las normativas han restringido el vertido de contaminantes en lagos, arroyos y ríos por parte de la industria y la agricultura, mientras que las plantas de tratamiento garantizan que el agua potable sea segura para el consumo. Los investigadores están trabajando en otras formas de prevenir y limpiar la contaminación. La becada por National Geographic África Flores, por ejemplo, ha creado un algoritmo de inteligencia artificial para predecir mejor cuándo se producirán las floraciones de algas. Varios científicos están buscando formas de reducir y limpiar la contaminación por plásticos.