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Medio Ambiente

La contaminación del agua constituye una crisis mundial creciente. Esto es lo que hay que saber.

Desde grandes trozos de basura hasta sustancias químicas invisibles, una amplia gama de contaminantes acaba en los lagos, ríos, arroyos, aguas subterráneas y, finalmente, en los océanos de nuestro planeta. La contaminación del agua -junto con la sequía, la ineficacia y el aumento de la población- ha contribuido a una crisis del agua dulce que amenaza las fuentes de las que dependemos para el agua potable y otras necesidades fundamentales.

Son constantes los estudios científicos que alertan sobre la contaminación del agua en todo el mundo. Desde restos plásticos hasta detectar la presencia de sustancias como “nicotina y antidepresivos en aguas de la Antártida“.

Las investigaciones han revelado que un contaminante en particular es más común en el agua del grifo de lo que se pensaba: los PFAS, siglas de poli y perfluoroalquilos. Los PFAS se utilizan para que los artículos de uso cotidiano se vuelvan resistentes a la humedad, al calor y las manchas; algunas de estas sustancias químicas tienen una vida media tan larga que se las conoce como “la sustancia química eterna”.

“Más del 70% del agua tanto de superficie como subterránea se usa para la irrigación de campos”, aseguraba la Agencia Espacial Europea en 2023, al presentar un proyecto de monitarización por satélite del uso del agua en el Viejo Continente. Salvaguardar el suministro de agua es importante porque, aunque casi el 70 % del mundo está cubierto por agua, solo el 2,5 % es dulce. Y solo el uno por ciento del agua dulce es fácilmente accesible: gran parte de ella se halla atrapada en remotos glaciares y campos de nieve. “Los humanos tiene cada vez mayor impacto en el equilibrio natural de la Tierra, incluido el ciclo del agua.

Pero ni siquiera estas reservas están libres de amenazas. En 2023, un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) detectó la presencia de 59 microcontaminantes orgánicos de diversas familias químicas en el agua de 140 Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA) en España, zonas de especial protección identificadas por la ONG BirdLife International. “Los resultados muestran que la actividad agrícola y las zonas densamente urbanizadas son las mayores fuentes de contaminación.”, aseguraba el CSIC en su nota de prensa.

Tampoco en los puntos más altos del planeta el agua está a salvo. Las cordilleras cubren una cuarta parte de la superficie del planeta y los millones de personas que las llaman hogar siempre han convivido con sus riesgos naturales. Pero ahora, el calentamiento global está cambiando fundamentalmente su composición. Sus temperaturas han aumentado hasta un 50% más rápido que la media mundial, e incluso cuando hacen cumbre en el Himalaya, los alpinistas abandonan ahora sus trajes de expedición por chaquetas más ligeras, un pequeño consuelo en medio de los elevados peligros.

Los científicos que calculan los riesgos de las catástrofes naturales en las montañas, como Perry Bartlet, del Instituto Federal de Investigación Forestal, de la Nieve y del Paisaje (WSL) de Suiza, necesitaban actualizar sus modelos. “La escala de lo que calculamos ha cambiado por completo: los sucesos son mucho mayores”, afirma.

La contaminación del agua puede proceder de diversas fuentes. Puede penetrar en el agua directamente, a través de vertidos legales e ilegales de fábricas, por ejemplo, o de plantas de tratamiento de aguas imperfectas. Los vertidos y las fugas de los oleoductos o las operaciones de fracturación hidráulica (fracking) pueden degradar los suministros de agua. El viento, las tormentas y el vertido de basura -especialmente de residuos plásticos- también pueden enviar desechos a las vías fluviales.

Gracias en gran medida a décadas de regulación y acciones legales contra los grandes contaminadores, la principal causa de los problemas de calidad del agua en EE. UU. es ahora la “contaminación de fuentes no puntuales”, cuando los contaminantes son transportados a través del suelo por la lluvia o la nieve derretida. Esta escorrentía puede contener fertilizantes, pesticidas y herbicidas procedentes de granjas y hogares; petróleo y productos químicos tóxicos provenientes de carreteras e industrias; sedimentos; bacterias originarias del ganado; residuos de animales domésticos y otros contaminantes. Este es un problema que se repite en todo el mundo, siendo un buen ejemplo la contaminación del Mar Menor en Murcia.

Por último, la contaminación del agua potable puede producirse a través de las propias tuberías si el agua no se trata adecuadamente, como ocurrió en el caso de la contaminación por plomo en Flint (Michigan; Estados Unidos) y otras ciudades. Otro contaminante del agua potable, el arsénico, puede proceder de depósitos naturales, pero también de residuos industriales.

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