La Ley de Restauración de la Naturaleza Europea se encuentra en la fase final de tramitación tras su aprobación en el Parlamento de Estrasburgo en febrero. Sólo falta el sí definitivo de los estados miembros en el Consejo Europeo, pero parece muy difícil que se produzca antes de las elecciones europeas. El objetivo es restaurar el 20% de las áreas degradadas de la Unión para 2030 y el 100% en 2050, dando una amplia flexibilidad a cada país a la hora de elaborar su propio plan nacional de restauración.
¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de adaptar nuestros bosques al nuevo escenario climático y reducir su riesgo de incendio; de recuperar pastizales que tras el despoblamiento rural se están matorralizando; de levantar las poblaciones de abejas para seguir teniendo cosechas de almendras, melocotones o cerezas; de recuperar humedales que filtren el agua contaminada por los fertilizantes agrícolas y los purines; de mantener los sistemas de dunas costeras que protegen las playas que sustentan el turismo; de crear infraestructuras verdes urbanas que reduzcan la contaminación atmosférica, suavicen el clima y favorezcan la salud de las personas. Y así podríamos seguir con una larguísima lista de actuaciones dirigidas a recuperar la biodiversidad europea y los servicios que los ecosistemas proporcionan a las personas.
Porque nuestra sociedad, cada vez más urbana y alejada de la naturaleza, no debe olvidar que nuestro bienestar procede de la tecnología y la cultura, sí; pero también de los ecosistemas, cuya contribución a la economía global es mayor que todo el producto mundial bruto. Según estimaciones de la CE basadas en estudios científicos, por cada euro que se invierta con la Ley de Restauración se ganarán entre 8 y 38 euros. Los beneficios estimados de su aplicación ascenderán a la friolera de 1,8 billones de euros. El dilema ‘Desarrollo versus Naturaleza’ es falso. Sin naturaleza no hay agricultura, no hay bienestar social, no hay prosperidad, no hay economía, no hay sociedad. Importantes compañías han apoyado la aprobación de la Ley: Cemex y Holcim del sector minero; Iberdrola del energético; Nestlé y Spar de la alimentación; H&M de la moda, entre otras muchas.
La estrategia de la Unión Europea para conservar la salud de nuestros ecosistemas se inició en 1979 con la directiva Aves y continuó con la directiva Hábitats en 1992 y la creación de la Red Natura 2000 que abarca casi el 20% de la superficie de la Unión. Será sobre los espacios de la Red Natura donde la Ley de Restauración centrará sus esfuerzos, pero no sólo en ellos. También se actuará en las ciudades, en los ecosistemas agrícolas y forestales y se favorecerá la recuperación de los polinizadores y la conectividad de los cursos fluviales, eliminando barreras.
Podríamos decir que, tras las medidas de medicina preventiva y de atención primaria de las anteriores directivas, la Ley de Restauración aporta la cirugía, la intervención directa para regenerar lo dañado. La magnitud del esfuerzo que se requiere para poner en práctica la normativa es enorme. En España el 64% de los hábitats terrestres, costeros y de agua dulce no están en buen estado de conservación, lo que implica restaurar una superficie en torno a 100.000 km2 para 2050, a un ritmo de 3.800 km2 al año. Para ello estamos preparados. Tenemos el conocimiento científico y los grupos de investigación necesarios. El tejido empresarial y social y la estructura administrativa fundamentales para llevar la ley a la práctica.
Detrás de esta norma hay sensibilidad ambiental por la protección de las otras especies con las que convivimos, de los ecosistemas en que nos desenvolvemos y de los paisajes que hemos ido creando las generaciones de europeos. Hay un interés por dejar a nuestros hijos y nietos una naturaleza viva y saludable, que puedan disfrutar como hemos venido haciendo sus ancestros. Hay también un interés material por mejorar la salud, la seguridad, la economía y el bienestar de los europeos. Y hay una oportunidad para el medio rural, cuya contribución al conjunto de la sociedad a través de actividades esenciales como la producción agropecuaria o el turismo se complementa y enriquece con la aportación de servicios naturales desde ecosistemas saludables bien gestionados. La Ley de Restauración es clave para ello, generando empleo, economía y autoestima en un medio rural que lucha por su sitio en el siglo XXI.