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Medio Ambiente

La mortal ameba comecerebros está aumentando su presencia por culpa del cambio climático

Un chico de 14 años que nadaba en un estanque en un día de sofocante calor de la India. Una niña de 13 años que se bañó en una piscina durante una excursión escolar, y una niña de cinco años que se dio un chapuzón en un río cerca de su casa. Los tres niños vivían en distintas partes del estado de Kerala, en el sur de la India. Sin embargo, tienen algo en común: todos sucumbieron a una infección cerebral, la meningoencefalitis amebiana primaria (MAP), causada por un pequeño organismo que se encuentra en aguas dulces cálidas y piscinas mal mantenidas. Alrededor de una docena más de personas ha estado recibiendo tratamiento en la India, y por el momento una de ellos, un hombre de 27 años, también ha fallecido.

“En los últimos tres meses, Kerala ha registrado 15 casos de MAP, a diferencia de años anteriores, en los que se registraba aproximadamente un caso al año”, afirma Aravind Reghukumar, jefe del departamento de enfermedades infecciosas del Colegio Médico Gubernamental de Kerala y miembro de la junta médica estatal, que trata a los pacientes.

Aunque poco frecuente, la MAP es una infección mortal presente en todo el mundo. Está causada por Naegleria fowleri, también conocida como la “ameba comecerebros”, ya que infecta el cerebro y destruye el tejido cerebral. Hasta ahora, al menos 39 países han notificado infecciones de este tipo, y la tasa de infecciones aumenta un 4,5% cada año. Sólo en Pakistán se registran 20 muertes al año por esta enfermedad, y en 2024 se han notificado infecciones en India, Pakistán e Israel. También se ha detectado N. fowleri en un popular lugar de baño de agua dulce de Australia Occidental y en aguas termales del Parque Nacional Grand Teton de Estados Unidos.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), la mayoría de los casos mundiales de exposición (85%) se han notificado durante estaciones cálidas, calurosas o estivales. Varios estudios también han observado que los cambios en la temperatura y el clima pueden impulsar aún más el aumento mundial de la incidencia de la MAP. Un estudio publicado en mayo del año pasado descubrió que las infecciones por MAP están aumentando en el norte de EE. UU. “N. fowleri se está expandiendo hacia el norte debido al cambio climático, lo que supone una mayor amenaza para la salud humana en nuevas regiones donde aún no se ha documentado la presencia de MAP”, señalaba el estudio.

Yun Shen, profesora adjunta de Ingeniería Química y Medioambiental en la Universidad de California, considera la PAM como “una amenaza médica potencial emergente en todo el mundo”. Explica que, si bien es probable que las temperaturas más cálidas faciliten la supervivencia y el crecimiento de N. fowleri, el riesgo de exposición también podría aumentar a medida que las personas se entregan más a actividades recreativas en el agua cuando hace más calor.

Shen investiga los patógenos en el agua potable y los sistemas de reutilización del agua y afirma: “El cambio climático puede provocar la ampliación del área de distribución del hábitat de esta ameba. Por tanto, puede sobrevivir en masas de agua dulce más cálidas incluso en regiones que antes se consideraban demasiado frías”.

La N. fowleri se encuentra en agua dulce cálida no tratada, en el suelo y en el polvo, dice Karen Towne, profesora clínica asociada de enfermería en la Universidad de Mount Union en Estados Unidos y coautora de un estudio de 2023 sobre cómo la ameba plantea “una nueva preocupación para los climas del norte”. Añade que, hasta ahora, las infecciones por MAP se han producido normalmente en casos relacionados con nadar, salpicar y sumergir la cabeza en lagos de agua dulce, estanques, aguas termales y embalses. Mientras tanto, otras vías de transmisión menos comunes han incluido el agua caliente de mangueras, un tobogán de agua en el césped, el uso de fuentes con agua estancada y la exposición de la membrana nasal al agua del grifo de sistemas de pozos privados.

“Epidemiológicamente, la mayoría de los casos se han producido en niños sanos y adultos jóvenes (más varones que mujeres) que han tenido contacto reciente con agua dulce no tratada”, ha afirmado Towne a National Geographic en una entrevista por correo electrónico.

Según Barbara Polivka, decana asociada de investigación de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) y coautora del estudio junto con Towne, N. fowleri entra en la nariz a través del agua contaminada, atraviesa la membrana nasal y sigue el nervio olfativo hasta el cerebro, donde se incuba durante una media de cinco días. “La MAP comienza con una rápida aparición de cefalea frontal intensa, fiebre, náuseas y vómitos, que empeoran hasta provocar rigidez de nuca, alteración del estado mental, alucinaciones, coma y muerte”, dice Polivka.

Una vez que entra en el organismo, N. fowleri puede tener “efectos deletéreos” en el cerebro humano a través de una serie de mecanismos, desde alimentarse directamente de las células cerebrales hasta segregar indirectamente sustancias nocivas que pueden causar daños celulares, afirma Leigha Stahl, microbióloga de la Universidad de Alabama. “Además de causar daños directos, la presencia de N. fowleri en el cerebro crea una respuesta inmunitaria que provoca una inflamación cerebral que puede conducir a la muerte”, afirma Stahl, autora de un estudio sobre el efecto de la temperatura en el patógeno.

Según los CDC, la MAP tiene una alta tasa de letalidad, y más del 97% de las personas con la enfermedad han muerto a causa de la infección. En EE. UU., sólo cuatro de las 152 personas infectadas hasta ahora han sobrevivido. Según los investigadores, esto se debe a lo difícil que es detectar la enfermedad. Por lo general, el parásito se detecta a título póstumo y, según el médico indio Reghukumar, “sólo alrededor del 30% de los casos de MAP llegan a diagnosticarse en India”, mientras que el 70% permanecen sin detectar.

Según un estudio realizado en 2020, la tasa de detección también sigue siendo baja en los países que carecen de un sistema de vigilancia de la MAP o de pruebas de diagnóstico disponibles. Otro reto importante para detectar la infección, dice Stahl, son los diagnósticos erróneos, ya que los síntomas de la enfermedad se parecen a los de otras enfermedades como la gripe y la meningitis bacteriana. “La MAP es una enfermedad relativamente rara, por lo que no es probable que sea lo primero que busque la gente, lo que también puede retrasar los diagnósticos”, afirma.

Jacob Lorenzo Morales, catedrático de parasitología y director del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, afirma que la MAP no se notifica y no es bien conocida entre los médicos.

“Me he visto involucrado [en casos] en países de bajos ingresos e incluso en mi país. Era muy difícil, y a veces, casi imposible, conseguir miltefosina [conocida como un ‘medicamento milagroso’ para las infecciones por MAP] a tiempo. A veces, incluso teníamos que limitar las dosis, a la espera de que llegara más producto. Esto es muy preocupante”, afirma Lorenzo Morales, que también es autor de un artículo de 2019 sobre N. fowleri, en el que constata un aumento de la carga mundial de MAP y sugiere que es probable que el cambio climático esté aumentando la “abundancia y el alcance” de la ameba comecerebros.

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