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Medio Ambiente

La naturaleza también es una víctima en las guerras

Las guerras han dejado y dejan una huella devastadora en la naturaleza, los conflictos armados no solo cobran un alto costo en vidas humanas, sino que también afectan profundamente los ecosistemas y la biodiversidad del planeta, debido a que destruyen hábitats naturales, contaminan el suelo, el agua y el aire, y en algunos casos existe la caza descontrolada de animales, estas son solo algunas de las consecuencias directas e indirectas de las guerras en la naturaleza.

Beth Sua es ingeniera ambiental y afirma que no solo los humanos sufrimos con las guerras, también lo hace la naturaleza. Por ejemplo, el Parque Natural Sierra de La Macarena en el departamento del Meta es un territorio rico en biodiversidad, pero también está en riesgo por el conflicto armado que se encuentra en este territorio. Por eso son necesarias las iniciativas de Paz con la naturaleza.

El impacto de las guerras en la naturaleza en nuestro país se evidencia en la deforestación, la cual afecta la naturaleza y a las comunidades que viven en zonas de guerra, la tala de árboles la realizan los grupos armados para establecer cultivos de uso ilícito o prácticas de ganadería ilegal.

Durante los conflictos, los ecosistemas pueden ser destruidos por bombardeos, incendios y la construcción de infraestructuras militares, los bosques, que a menudo son utilizados como escondites o barreras naturales, pueden ser talados o incendiados deliberadamente, lo que provoca la pérdida de biodiversidad y la erosión del suelo. Además, el uso de armas químicas y nucleares tiene efectos devastadores a largo plazo, contaminando el suelo y el agua, y dejando tierras inhabitables para la vida silvestre y la agricultura durante décadas o incluso siglos.

Los animales en las guerras pueden ser desplazados de sus hábitats naturales, lo que lleva a una disminución de las poblaciones y, en algunos casos, a la extinción de especies, así mismo, la caza furtiva aumenta en tiempos de guerra, porque las medidas de protección suelen debilitarse o desaparecer, lo que facilita la captura y el tráfico ilegal de especies protegidas.

Los recursos hídricos también se deterioran en las guerras, porque los ríos y lagos pueden ser contaminados por desechos militares, productos químicos y restos de explosivos, afectando no solo a la vida acuática, sino también a las comunidades humanas que dependen de estos recursos. La destrucción de infraestructuras, como presas o plantas de tratamiento de aguas, agrava aún más la crisis ambiental, provocando escasez de agua potable y enfermedades.

La Organización Mundial de la Salud señala que en la franja de Gaza se experimenta un aumento vertiginoso de las tasas de enfermedades infecciosas, se han notificado más de 100.000 casos de diarrea, se han notificado más de 150.000 casos de infección de las vías respiratorias superiores y numerosos casos de meningitis, erupciones cutáneas, sarna, piojos y varicela. También se sospecha de la existencia de casos de hepatitis, en vista de que muchas personas presentan signos reveladores de ictericia.

Además de los impactos directos, las guerras tienen consecuencias ambientales a largo plazo porque la recuperación de los ecosistemas dañados puede llevar décadas o incluso siglos, y algunas áreas nunca se recuperan por completo. La degradación del medio ambiente también contribuye a la inestabilidad social y económica, creando un ciclo de conflicto y destrucción que es difícil de romper.

Una publicación de la fundación del Agua basada en el informe de la ONU señala que las guerras mundiales dejaron más de 1,6 millones de toneladas de municiones en la zona alemana de los mares del norte y báltico; en la guerra de Vietnam se utilizaron químicos tóxicos cómo el napalm o agente naranja, un herbicida que abrió grandes pasillos en la jungla, impidiendo cualquier escondite al enemigo, dejando contaminados suelos y vegetación.

La guerra de Afganistán deforestó el 95% del territorio; en la guerra de Irak las tropas de Saddam Husseim drenaron las marismas de mesopotamia transformandolas en un desierto, y en la guerra de Nepal hubo una explotación irresponsable de fauna y recursos vegetales.

Las guerras no solo destruyen vidas humanas y comunidades, sino que también tienen un impacto duradero y devastador en la naturaleza de nuestro planeta, para garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones es necesario promover una cultura de Paz con la naturaleza y entre nosotros mismos.

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