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Medio Ambiente

La otra amenaza de los incendios forestales: el humo y su capacidad para destrozar la vida en los lagos

Es posible que ni durante un día despejado en las playas del lago Tahoe (en Estados Unidos) los visitantes de las aguas cobalto del mayor lago alpino de Norteamérica sean capaces de ver ni una señal del humo de los incendios forestales que asolan gran parte de California, en lo que se perfila como una de las peores temporadas de incendios de la historia del estado.

Históricamente, los incendios forestales no se han considerado una gran amenaza para lagos como el Tahoe; al fin y al cabo, el fuego y el agua no se llevan bien. Los esfuerzos por “Mantener Azul el Tahoe” [Keep Tohoe Blue], como rezan las omnipresentes pegatinas de la zona, se han centrado principalmente en los efectos del turismo de masas.

Ahora, una oleada de nuevas investigaciones ha empezado a poner de relieve la conexión entre los lagos y los incendios forestales o, más concretamente, con el humo que producen los incendios. Estudios recientes revelan que los lagos de California (y, de hecho, los de toda Norteamérica) están cada vez más expuestos al humo de los incendios forestales, a intensidades mucho mayores y durante periodos más prolongados que hace unos pocos años.

Aún no está claro lo que esto significará para los lagos, pero la comunidad científica advierte de que las repercusiones podrían ser importantes. El aumento del humo puede alterar las condiciones de luz y temperatura en los lagos, provocando alteraciones en las redes tróficas y los flujos de energía del ecosistema. Además, la ceniza rica en nutrientes depositada en los lagos podría estimular el crecimiento de algas nocivas.

“Podría cambiar ecosistemas enteros”, afirma Sudeep Chandra, director del Global Water Center de la Universidad de Nevada, que ha estado al frente de los esfuerzos de investigación.

Chandra y otros investigadores señalan que los lagos ya se encuentran entre los hábitats más vulnerables de la naturaleza: algunos, como el de Tahoe, están sometidos a una enorme presión por el turismo y la construcción, y otros muchos sufren la pérdida de biodiversidad, la invasión de especies y los efectos del cambio climático. “El humo de los incendios forestales supone otra gran amenaza para los lagos”, afirma Chandra.

En Estados Unidos, California es uno de los estados más afectados por el cambio climático: los incendios forestales se han vuelto más frecuentes y destructivos en todo el estado. Sólo este año, los incendios han calcinado una superficie cuatro veces superior a la media de los últimos cinco años.

Para estudiar las repercusiones del cambio climático en los lagos, los científicos se han centrado hasta ahora en cuestiones como la reducción de las acumulaciones de nieve, es decir, la cantidad de nieve comprimida que se derrite y se desliza por arroyos, ríos y lagos en primavera. Hace relativamente poco que los investigadores han empezado a analizar el impacto del humo de los incendios forestales en los lagos, utilizando datos de teledetección y satélite para cuantificar el problema.

Los resultados son sorprendentes. Por ejemplo, ha habido años en los que algunos lagos de California han estado expuestos al humo hasta dos meses. Y no son sólo los lagos de California, o incluso del oeste de Estados Unidos, los que se ven afectados. Según un estudio reciente publicado en Global Change Biology, casi todos los lagos de Norteamérica vivieron al menos un “día de humo” (en el que se puede ver humo en el aire) al año entre 2019 y 2021, y casi el 90% de todos los lagos soportaron más de 30 días de este tipo.

“El humo se ha vuelto más omnipresente y extremo que en el pasado, e incluso los lagos en regiones que normalmente no experimentan incendios forestales ahora están sintiendo los efectos”, dice Mary Jade Farruggia, estudiante de posgrado de ecología en la Universidad de California y autora principal del estudio.

Aún no se conocen del todo las consecuencias de esta exposición al humo. Pero el humo afecta a muchos de los factores clave, como la luz, la temperatura y los depósitos de nutrientes, que también impulsan procesos lacustres fundamentales. El humo espeso puede bloquear la luz solar, lo que a su vez puede enfriar el agua, reducir la fotosíntesis y ralentizar la respiración celular, lo que significa que las plantas acuáticas y los microbios producen energía más lentamente.

La ceniza que cae en los lagos añade nutrientes como nitrógeno y fósforo al ecosistema.  Las algas se alimentan de estos nutrientes, y el alimento extra altera los ciclos normales de nutrientes (llegando incluso a tener efectos dominó en la cadena alimentaria). Cuando las cenizas se depositan en los lagos, su impacto depende de su composición y origen.

Durante el incendio de Caldor de 2021, ardieron grandes zonas alrededor y dentro de la cuenca del Tahoe, exponiendo el lago a días de humo y ceniza. Los investigadores descubrieron que el humo más cercano a la fuente de ese incendio (que contenía ceniza más pesada) causó menos crecimiento de algas en el lago Tahoe del que causó la ceniza más fina, que en realidad puede contener más nutrientes clave (y que se depositó más lejos del incendio). “Esto demuestra que no todo el humo es igual”, afirma Chandra.

Con muchos de los sistemas de agua dulce de California (algunos muy modificados por desvíos y presas) ya sometidos de por sí a presiones extremas, la amenaza del aumento del humo de los incendios forestales supone un factor de estrés adicional.

Sin embargo, dado que la atención se centra principalmente en los efectos del humo de los incendios forestales sobre la salud humana, la concienciación sobre esta amenaza medioambiental puede resultar difícil. “Es una cuestión que aún no ha llegado al ámbito político”, afirma Patrick Wright, que dirige el Grupo de Trabajo sobre Resistencia Forestal y a los Incendios Forestales de California [California Wildfire and Forest Resilient Task Force]. Pero, añade: “El hecho de que algunos de nuestros ecosistemas más preciados estén en peligro es, obviamente, un problema muy grave”.

La clave, sostiene Wright, es no abordar los problemas de forma aislada. “Se nos recuerda constantemente que todo está conectado”, afirma. “Tenemos que considerar las cuencas hidrográficas, los ecosistemas y los bosques en su conjunto, y tratarlos de forma holística. La cuestión del humo añade otro nivel de urgencia a ese esfuerzo”.

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