Hace unos 13.000 años, una crisis climática causó un descenso global de las temperaturas en el hemisferio norte. Este episodio de frío intenso, conocido como el Younger Dryas o Dryas Reciente también provocó una gran aridez en toda la cuenca mediterránea, que tuvo un gran impacto sobre los ecosistemas terrestres y marinos. Pero, ¿qué sabemos sobre el impacto que este cambio climático tuvo en circulación del agua en la Mediterránea?
Uno de los datos conocidos más recientemente respecto a este proceso es que durante el Younger Dryas se duplicó del flujo de masas de agua del Mediterráneo oriental hacia el océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar, según indica un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) cuyos resultados han sido publicados en la revista Communications Earth & Environment, del grupo Nature. Entre las novedades de este trabajo destaca la aplicación de la técnica innovadora de los isótopos de neodimio (Nd) para reconstruir las condiciones del Mediterráneo desde la última desglaciación, hace unos 14.000 años.
El estudio forma parte de la tesis doctoral que está desarrollando Sergio Trias-Navarro, bajo la dirección del profesor Leopoldo Pena y la catedrática Isabel Cacho, del Grupo de Investigación Consolidado(GRC) en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la UB.
El trabajo presenta algunos de los resultados más relevantes del proyecto TIMED del Consejo Europeo de Investigación (ERC-Consolidator Grant), y cuenta con una destacada participación de miembros del GRC en Geociencias Marinas, y de expertos de la Universidad La Sapienza de Roma, la Universidad de Palermo (Italia), y de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza).
El Younger Dryas es cambio climático más intenso de los últimos 13.000 años y de más repercusión a escala planetaria. Su finalización supuso el fin del Holoceno, el periodo interglaciar en el que nos encontramos actualmente. “Durante el Holoceno también ha existido variabilidad climática, como ahora los episodios conocidos como la Pequeña Edad del Hielo, la anomalía climática medieval o el periodo cálido romano. Pero esta variabilidad climática tuvo una intensidad relativa inferior con diferentes expresiones climáticas regionales, sin capacidad de generar cambios a escala global”, detalla la catedrática Isabel Cacho, del Departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano.
El trabajo también analiza el último sapropel [en geología marina, lodo de color oscuro que se forma en los lechos oceánico], un episodio del Holoceno posterior al Younger Dryas ligado a un incremento extraordinario de las lluvias en la región Mediterránea, especialmente en el norte de África. El estudio proporciona la primera cuantificación de los cambios que durante este episodio se produjeron en la circulación profunda del Mediterráneo oriental, y ha estimado que fueron cuatro veces inferiores a los cambios producidos durante el Younger Dryas. En cuanto al impacto que este evento podría haber tenido en la oceanografía del Atlántico norte, los expertos indican que se desconoce.
El nuevo trabajo apoya la hipótesis que indica que el aumento de la aportación de sal de la Mediterranea hacia las aguas atlánticas durante el Younger Dryas fue clave para reactivar la circulación del Atlántico norte: generó un calentamiento rápido en Europa y en el Mediterráneo, que marcó el inicio del Holoceno.
“Las masas de agua del Mediterráneo son una de las fuentes primordiales de sal del Atlántico norte. La salinidad de las aguas es un factor importante en la oceanografía, ya que determina la densidad de las masas de agua. Por tanto, es un proceso clave en la formación de aguas profundas en el océano Atlántico y es el motor de la circulación global oceánica”, destaca el investigador Sergio Trias-Navarro.
Como en otros trabajos previos del GRC en Geociencias Marinas, el equipo ha aplicado la técnica innovadora de los isótopos radiogénicos del neodimio como trazadores geoquímicos para reconstruir las condiciones oceanográficas del pasado. Este trabajo analítico se ha llevado a cabo en los laboratorios LIRA y PANTHALASSA, unos equipamientos de apoyo a la investigación únicos en Catalunya ubicados en espacios de la Facultad de Ciencias de la Tierra y de los Centros Científicos y Tecnológicos de la UB (CCiTUB) y coordinados por los expertos Leopoldo Pena e Isabel Cacho.
“Comparados con otros tipos de trazadores geoquímicos, los isótopos del neodimio tienen la gran ventaja de ser conservativos. Por tanto, no interactúan ni se encuentran afectados por procesos biológicos, por ejemplo, la productividad biológica o la degradación de la materia orgánica”, destaca el profesor Leopoldo Pena, coautor del trabajo. “Esta técnica permite ir más allá del tiempo y puede aplicarse tanto en reconstrucciones oceanográficas del presente como del pasado. Así, nos permite conocer la dinámica del océano y reconstruir la oceanografía mucho antes que la pudiésemos observar o medir por nosotros mismos con otras herramientas científicas”, añade el experto.