El color de los ríos en Alaska está cambiando de un tono azul cristalino a un naranja intenso. Un equipo de investigadores del Servicio de Parques Nacionales de EE UU, el Servicio Geológico y la Universidad de California en Davis han logrado documentar y tomar muestras en docenas de arroyos y ríos remotos de este Estado para conocer la causa que origina esta degradación de sus aguas.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, expone que este tinte naranja podría ser consecuencia del deshielo del permafrost —la capa de suelo congelado permanentemente en regiones muy frías—, que ha dejado expuestos ciertos minerales que ahora han entrado en contacto con el agua de los ríos, tiñéndolos de un brillante color naranja y volviendo sus aguas mucho más ácidas.
Los investigadores llegaron a identificar al menos 75 ríos y arroyos de color naranja en un área del tamaño del Estado de Texas situada en la cordillera Brooks de Alaska.
La mayoría de estas zonas fluviales afectadas se pudieron detectar mediante helicópteros que inspeccionaban la zona. “Cuanto más volábamos, comenzamos a notar más y más ríos y arroyos de color naranja”, ha indicado en un comunicado el ecólogo y autor principal del estudio, Jon O’Donnell. “Hay ciertos sitios que parecen casi un zumo de naranja con leche“, ha descrito.
Según ha apuntado en el estudio, esta degradación en ríos y arroyos podrían tener serias implicaciones para el agua potable y la pesca en las cuencas del Ártico a medida que cambia el clima. “Esos arroyos de color naranja pueden ser problemáticos por ser tóxicos, pero también podrían impedir la migración de peces a las zonas de desove”, ha advertido O’Donnell.
La mancha naranja es tan grande en algunos casos que hasta se puede observar desde el espacio. Brett Poulin, profesor asistente de toxicología ambiental en UC Davis, achacó inicialmente ese tinte naranja a lo que sucede a veces con el drenaje ácido de las minas. Sin embargo, en este caso no hay ninguna mina cerca de ninguno de los ríos deteriorados.
Por ello, la principal hipótesis que se baraja es que los minerales metálicos que almacena el permafrost, a medida que este se calienta debido al clima, están quedando expuestos al agua y al oxígeno, lo que resulta en la liberación de ácido y metales al entorno.
Los análisis químicos de los ríos anaranjados revelaron altos niveles de zinc, níquel, cobre y cadmio, así como de hierro, que es en gran parte responsable de ese tono azafrán de los cursos de agua. Los investigadores también descubrieron que las vías fluviales contaminadas eran inusualmente ácidas: algunas de las corrientes más pequeñas tenían un pH muy bajo, de 2,3 —frente al pH promedio de 8 para estos ríos—, aproximadamente el mismo pH que el zumo de limón o el vinagre, según muestra el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Los investigadores tratan de comprender ahora qué procesos suceden en el agua ante la llegada de estos compuestos y evalúan las implicaciones para el agua potable y las poblaciones de peces, con las consecuencias que ello acarrearía para la población local. “A medida que el clima continúa calentándose, esperamos que el permafrost siga derritiéndose y, por lo tanto, dondequiera que haya este tipo de minerales, existe la posibilidad de que los arroyos se vuelvan anaranjados y se degraden en términos de calidad del agua”, concluye O’Donnell.