Empezó con Nova, una leopardo nebuloso de 11 kilogramos que escapó de una sospechosa abertura en su valla. Luego fue Pin, un buitre de cara lapona en peligro de extinción que resultó mortalmente e intencionadamente herido en su recinto. Y, por último, dos monos tamarinos emperador fueron robados (y posteriormente recuperados) a pesar de las medidas de seguridad reforzadas.
Se desconoce quién está cometiendo estos recientes actos de sabotaje, o por qué, pero las repercusiones (como la muerte de una especie rara) son enormes.
“No hay palabras para expresar la frustración que siente nuestro equipo”, declaró Kari Streiber, vicepresidenta de comunicación del zoo de Dallas, en un comunicado enviado por correo electrónico el 1 de febrero.
El zoo de Dallas ya contaba con un centenar de cámaras en sus 42 hectáreas de recinto que vigilaban al público, al personal y las zonas de exhibición, según declaró su presidente, Gregg Hudson, durante una rueda de prensa. Desde que comenzaron los incidentes, el zoo ha aumentado la capacidad de sus cámaras y ha instalado torres solares portátiles para mantener el recinto bien iluminado. También se ha incrementado la presencia de seguridad y personal durante las horas nocturnas.
“Aunque nuestro programa de seguridad había funcionado en el pasado, es evidente que tenemos que introducir cambios importantes”, declaró Streiber.
El zoo también ha consultado a expertos en seguridad para desarrollar nuevas estrategias de protección de sus hábitats.
Pero incluso con la mejor seguridad, si una persona está motivada para hacer daño a los animales, “encontrará la manera”, afirma Rob Vernon, vicepresidente de comunicaciones de la Asociación de Zoos y Acuarios.
Vernon afirma que la intromisión delictiva en los hábitats de los animales no es culpa del zoo, y que “han seguido sus procedimientos y colaborado estrechamente con las fuerzas de seguridad desde el primer incidente”.