El reclamo barítono de la rana toro (Lithobates catesbeianus) es tan profundo y resonante que parece el mugido de una vaca, de ahí su nombre. Sólo los machos emiten su característico sonido (que en inglés denominan jug-o-rum), y sus coros pueden oírse de día o de noche.
Este gigante, la mayor de todas las ranas norteamericanas, puede llegar a medir 20 cm o más y pesar hasta 600 gramos. Incluso los renacuajos de esta especie pueden alcanzar los 17 cm de longitud.
Se encuentran en estanques de agua dulce, lagos y pantanos de Nueva Escocia (Canadá), en todo el territorio continental de Estados Unidos y tan al sur como México y Cuba. Incluso han llegado a Europa, Sudamérica y Asia.
En Europa y en España se considera una especie invasora. En España, “ha sido introducida, tiene la habilidad de ocupar un amplio rango de hábitats y de alimentarse de gran número de especies, produciendo un importante impacto sobre los las especies autóctonas. Es transmisor de enfermedades y parásitos, lo que puede afectar principalmente a las poblaciones de anfibios autóctonos. Su consumo puede ser perjudicial para la salud humana, cuando los ejemplares proceden de aguas contaminadas”, asegura el Gobierno en su Catálogo de Especies Invasoras Exóticas
Las ranas toro suelen ser verdes o pardo-grisáceas con manchas marrones y tienen tímpanos circulares fácilmente identificables a ambos lados de la cabeza.
Depredadoras nocturnas, tienden emboscadas y son capaces de comerse casi cualquier cosa que les quepa en sus amplias bocas, incluidos insectos, ratones, peces, pájaros y serpientes. Se sientan tranquilamente y esperan a que pase la presa para embestirla con sus poderosas patas traseras y la boca bien abierta.
Los machos son muy territoriales y acostumbran a defender agresivamente su terreno. Las hembras son ligeramente más grandes que los machos.
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