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Ritual de fertilidad agrícola: conoce el Qhasqa de Taya, Patrimonio Cultural de la Nación

Una de las celebraciones más emblemáticas de la provincia arequipeña de Caylloma, en el corazón del Valle del Colca, es el ritual andino Qhasqa de Taya, que se desarrolla a inicios de agosto en el distrito de Lluta y que fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 2019.

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación al ritual andino Qhasqa de Taya, que se celebra en el distrito de Lluta, por ser una práctica que contribuye a la cooperación en el trabajo, la gestión social de los recursos naturales, la reciprocidad al interior de la comunidad y la continuidad de la ritualidad que rinde culto a la madre tierra.

Sostiene que esta festividad, celebrada del 1 al 8 de agosto de cada año, constituye un ciclo ceremonial que se encuentra integrado al calendario productivo de la comunidad. Del mismo modo, es un espacio de reproducción de la cosmovisión, la memoria, la transmisión de saberes y del sistema de autoridades tradicionales del centro poblado de Taya.
La agricultura constituye el principal medio de vida de la población, actividad económica que se encuentra integrada a la ritualidad local, la misma que ha sido mantenida a lo largo del tiempo con el fin de propiciar la fertilidad, las buenas cosechas y el bienestar de la comunidad.
Respecto a la historia del centro poblado de Taya, se trata de una zona ocupada desde el periodo precerámico, lo que se evidencia en los hallazgos de escenas de caza de guanacos en el área conocida como Santa Cecilia, cercana al pueblo. Asimismo, pueden encontrarse en los alrededores del pueblo amplias zonas con andenería y sitios arqueológicos.

A ello, se suma la existencia de lugares que fueron destinados para la realización de diversos rituales, entre ellos posibles sacrificios humanos o capaccocha en el nevado Ampato, ubicado al norte de Taya. De hecho, hasta nuestros días existe un estrecho vínculo entre el actual pueblo de Taya y el nevado Ampato, el cual es considerado como un apu o entidad protectora, fuente principal de agua y paqarina o lugar de origen.
Durante el Virreinato, el pueblo de Taya formó parte de los primeros territorios repartidos a los españoles llegados al Perú. En una visita en el año 1596, el funcionario Pedro Quiroz registró que en el pueblo de Taya, denominado en ese entonces San Gerónimo, existían 113 pobladores dedicados a la producción de maíz y papa. Desde entonces, esta actividad económica continúa siendo uno de los principales medios de vida de su población. En el periodo Republicano, el distrito de Lluta (al que pertenece el centro poblado de Taya) fue creado como tal el 2 de enero de 1825.
La Qhasqa de Taya constituye un ciclo ceremonial ligado al calendario productivo anual y que incluye la realización de ofrendas a la Pachamama o madre tierra, al trabajo colectivo para la limpieza y reparación de los canales de riego de la comunidad, entre otras actividades que se ejecutan a lo largo del año.

Este tipo de ritualidad es propia de una cosmovisión en la cual la Pachamama está viva y las fuerzas de la naturaleza deben ser compensadas (alimentadas) con oraciones y actos de agradecimiento por los dones recibidos por la comunidad.
Las poblaciones de los Andes han ritualizado el manejo de sus recursos naturales de esta manera, manteniendo las faenas comunales como estrategia para optimizar la producción y como espacio para el intercambio simbólico y la integración social.
Los días centrales de la Qhasqa de Taya se desarrollan entre el 1 y el 8 de agosto, época que coincide con las primeras semanas del nuevo ciclo agrícola. Los dos canales de agua de la comunidad, el Qhoyopujio Mama y el Tungapujio Tata son el centro del ritual.
Qhoyopujio Mama, de 15 kilómetros de largo, sería el canal más antiguo. En éste se realiza la ofrenda en los manantiales y sobre una piedra horadada, hecho que evidenciaría su uso con fines rituales desde hace mucho tiempo.

Los rituales que tienen lugar en cada uno de estos canales se realizan mediante un sistema de cargos y roles que se ha mantenido vigente gracias a la continuidad de la organización comunal, cuyas acciones se basan en el respeto a la Pachamama y la costumbre.
Dentro de este sistema, el alférez es el cargo de mayor jerarquía, presidiendo los diversos actos que se desarrollan durante la Qhasqa. Principalmente, las ofrendas a la tierra y la atención al personal que realiza la faena comunal de limpieza de acequias.
Por otro lado, como máxima autoridad de campo, se encuentra el capitán, quien es responsable de la limpieza de canales y se distingue por vestir una lliclla (manta) cruzada, utilizar una vara de mando y un silbato, a través del cual realiza los llamados para las acciones que corresponde ejecutar a los vasallos, trabajadores pertenecientes a un determinado puquio (fuente de agua) y canal. Ellos cumplen un rol muy importante en tanto son ellos quienes aportan la mano de obra necesaria.
Por otra parte, el paqho u oficiante tradicional, es el encargado de realizar las diversas ofrendas a la tierra. Otro cargo dentro del sistema es el “servicio”, responsable de servir las bebidas a los trabajadores, asistentes y visitantes a lo largo de todo el ritual. Respecto a las labores específicas ejecutadas para la limpieza del canal, el trascapitán o yacopusamoqh, es el responsable de conducir el agua por el canal y asistir al capitán en el control del trabajo.
El arquero se dedica a portar el arco o estandarte de madera adornado con plantas, flores y frutos de la vegetación local. El cura es un personaje humorístico que divierte a los asistentes, y finalmente, el alcalde puna es el ayudante del cura. Los músicos acompañan permanentemente el proceso, tocando el tambor y la flauta, siendo posible que también utilicen una corneta.
La jornada del 1 de agosto se caracteriza por las ofrendas a la tierra y la renovación de las mismas, tanto en Qhoyopujio Mama como en Tungapujio Tata. Esta jornada puede dividirse en tres momentos.
En un primer momento, se realiza el traslado de los trabajadores y demás participantes del ritual hacia el canal o puquio al que se encuentran adscritos. Allí se instala la comitiva conformada por el alférez, las demás autoridades y los vasallos.
Por su parte, el phaqo instala la mesa ritual al pie de la roca designada para este fin, el capitán planta su vara y una bandera blanca, mientras los músicos acompañan. A continuación, las autoridades reciben del paqho un trozo de sebo de alpaca con el cual forman un pequeño bolillo aplastado al que colocan tres hojas de coca.
Cada autoridad entrega su ofrenda al paqho luego de haberla sahumado con pedidos propiciatorios para la comunidad. El paqho coloca estos objetos sobre la mesa, junto a los demás elementos rituales dispuestos previamente –que incluyen flores, caramelos, serpentinas, conchas marinas, entre otros– los cuales van puestos sobre la khunuca (planta aromática).  Luego, el paqho ordena que las autoridades tinken (bendigan) la mesa y la roca ceremonial, en el caso de Qhoyopujio Mama.
El segundo momento consiste en la entrada del paqho al manantial para renovar las ofrendas que se dejaron el año anterior, las que están conformadas por pequeños tachos llenos de chicha o vino, así como mazorcas de maíz. Seguidamente, los tachos son sahumados y el paqho los coloca en el interior del canal. Muchos de ellos son devueltos por la fuerza del agua y, tras varios intentos, se logra que ocupen su lugar. Este es un motivo de gran alegría para los oferentes. Esta misma dinámica se repite en todos los pozos y, al final, la mesa ritual es incinerada para ofrecerla a la pachamama.
El último paso en esta secuencia es el “acto del perdón”, momento en el que los participantes colocan la rodilla derecha en la tierra, dándose un abrazo mutuo y chocando las frentes, perdonándose mutuamente por las ofensas que se pudieron cometer durante el ritual como también de valor simbólico para representar los conflictos que ocurrieron a lo largo del año.
El 2 de agosto, día posterior a la realización de las ofrendas en los canales, se desarrolla la limpieza y reparación de los mismos, actividad protagonizada por los vasallos o trabajadores.  La noche anterior a esta jornada se instala un campamento donde dormirán los trabajadores. La noche transcurre con una serie de juegos y simulaciones de juicios, donde el capitán administra justicia y el alcalde puna, quien hace las veces de sacristán, oficia matrimonios y confesiones. Estos juegos forman parte importante del ritual.
Al igual que en el caso de las ofrendas, el trabajo de limpieza se realiza de acuerdo a la costumbre, con el acompañamiento de los músicos y el alférez, quien coloca la bandera blanca en cada sitio donde se desarrolla la faena. Junto con su servicio, el alférez atiende a sus trabajadores con alimento y bebida. Los vasallos van avanzando el trabajo por tramos o suyos, en tiempos que varían según el grado de dificultad de la labor a realizar.

Entre el 3 y el 5 de agosto se hace el taripache u homenaje que los alféreces y capitanes de cada canal rinden a los vasallos, en agradecimiento por el trabajo realizado. El taripache consiste en llevar bebidas y alimentos al lugar donde continúan realizando las labores de limpieza y arreglo de los canales. Durante el taripache se sirven los productos de la zona, principalmente el picante, estofado, habas y maíz, que se acompañan con vino y chicha.
El 6 de agosto, concluidos los trabajos de limpieza y agasajos a los vasallos, se realiza el banquete comunal, fecha muy esperada por la comunidad, así como por los familiares y visitantes que llegan para estas fechas.
El banquete se lleva a cabo en el lugar de Pataqhocha, en el que confluye la población de ambos canales. Se prepara el huacchanque y el plato de la Qhasqa (cuy con quesillos, huevos y papas fritas), plato típico de Taya, además de servir chicha y vino.
El desplazamiento de Taya a Pataqhocha constituye un peregrinaje dado que se trata de una cuesta empinada que representaría, especialmente para los más jóvenes, una forma de penitencia por los pecados cometidos o por cometer.

Para las mujeres es un acto que se realiza con mayor naturalidad. Al identificarse como las proveedoras de los alimentos, ellas cargan la comida en su espalda, estableciéndose cierto grado de competencia entre ellas por determinar quien preparó el plato más sabroso, para su esposo, las visitas y los familiares.
Concluida la comida, toda la concurrencia bebe vino y luego las mujeres entonan las “kahuas”, género de canciones rituales tradicionales.
Los vasallos y las autoridades de ambos canales se desplazan a Chacrayarqha, lugar donde una compuerta distribuye el agua hacia Chacra Grande, área de andenería prehispánica. En este lugar se hace un “pago a la tierra” y todos preparan su indumentaria, especialmente los alféreces y capitanes. El cura se pone un poncho, bufanda y porta una piel de zorro a manera de estola, que levanta con ambas manos mientras avanza el cortejo.
Durante el camino hacia Pataqhocha se exclaman “vivas al agua”, mientras que el capitán retira –mediante una horqueta- la basura que arrastra el agua y el capitán toca su silbato, instantes que despiertan nuevamente la algarabía y llaman a la aclamación “¡walale!”.

Una vez que los cortejos llegan con el agua desde Chacrayarqha, los hombres y mujeres que esperaban en Pataqhocha tocan emocionados el agua que transita, vertiendo en ella chicha, vino, flores y hojas de coca, todo lo cual va de la mano de pedidos y oraciones para que sea un buen año para la comunidad.
Los paqhos bautizan a los niños con el agua del canal y santiguan a los mayores, bendiciéndolos. El banquete comunal se inicia, con música y decires de la Qhasqa, y se repite al día siguiente 7 de agosto, esta vez en la zona de Hatunpata, en las mismas condiciones que en Pataqhocha. Con estas actividades culminan los días centrales de la Qhasqa de Taya.
El 8 de agosto, el ciclo ritual se reinicia con la designación de las nuevas autoridades. Desde este momento los alféreces son respetados por los pobladores del lugar, hasta por sus padres, frase que pone en evidencia la importancia de llevar este rol en la comunidad.
En la mañana, luego de tomar un caldo, los dos alféreces con su bandera van al lugar denominado “Canto alto del pueblo” para realizar la phahuana (retirada), momento en que brindan una ofrenda y bajan junto con el agua, acompañados de sus capitanes y demás oficiantes del ritual, llegando al local de las Comisiones de Regantes. Allí, el paqho realiza los bautizos y hace probar el agua nueva en una concha marina a cada vasallo dándole también una porción de llampo o tierra especial a la que se atribuyen propiedades curativas.
En este acto, los participantes se hacen compadres, vínculo de por vida que fortalece el respeto, la amistad y la cooperación entre ellos y sus familias. A partir del mediodía, en la plaza Unidad y Trabajo, de Taya, los presidentes de las Comisiones de Regantes y las autoridades participan de la toma de mando de los nuevos alféreces.
Pasada la toma de mando, los alféreces cesantes invitan en sus casas un almuerzo a todo el pueblo. El 9 de agosto, se festeja el Maestro sirvey, reunión que se organiza en reciprocidad a los servicios, servicias y cocineras que no tuvieron la oportunidad de festejar porque estuvieron atendiendo a los vasallos y demás participantes del ritual.
También se lleva a cabo el Urpu mayllay, que consiste en el lavado de los urpos o vasijas en las que madura la chicha. Este mismo día los alféreces se dirigen al lugar denominado Qhallana, el cual es una chacra en miniatura donde se realiza una siembra simbólica de papas como representación de la siembra que se realizará más adelante y que proveerá de alimentos para la festividad.
Entre los meses de agosto y septiembre, se programa la siembra de los alféreces, actividad comunal en la que participa la población, los padrinos, ahijados, compadres y familia de los alféreces y en donde los gañanes y sus yuntas de bueyes tienen un rol especial, por ello su fuerza de trabajo es invocada a través de cantos en quechua.
Al final de esta faena, se comparte una merienda que consiste en un picante (guiso de maíz pelado) y un estofado cuya preparación es tradicional de esta zona. El 2 de febrero, la comunidad celebra a la Virgen de la Candelaria y realiza una serie de ofrendas a la tierra ejecutadas por el paqho en cada una de las parcelas sembradas por los alféreces. Asimismo, en esta fecha se recogen algunas de las primeras cosechas.
Entre los meses de abril y junio se realiza la cosecha, meses a lo largo de los cuales las ofrendas a la tierra acompañan las jornadas productivas y los alféreces realizan el viaje por leña con el fin de acopiarla para la elaboración de la chicha y los alimentos que se servirán a lo largo de la fiesta.
La segunda quincena de julio, las mujeres de la comunidad preparan la chicha y el 31 de julio, víspera o tiari de la Qhasqa de Taya, se instala la bandera blanca como símbolo del inicio del ritual y llamado a los vasallos que participarán en la limpieza de canales.

Las diversas actividades que conforman el ciclo de la Qhasqa de Taya involucran la cosmovisión, ritualidad, producción y prácticas tradicionales del centro poblado de Taya, incluyendo nociones de espacio y tiempo que ejemplifican el modo de vida de las comunidades rurales de los Andes.
La reproducción de la cultura local continúa realizándose a través de las faenas comunales, que no solo cumplen un papel importante para optimizar los recursos naturales, sino que constituyen espacios de transmisión de la oralidad, la memoria y la cosmovisión entre los habitantes de esta zona. Asimismo, la continuidad del sistema de autoridades tradicionales que lideran las costumbres da cuenta de la vitalidad de prácticas culturales previas a los procesos de urbanización y modernización en las zonas rurales andinas.

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