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Opinión

Alvaro Montaño Freire. La UNI y la reforma del Perú

Desde hace algunos años una nueva derecha extremadamente agresiva, que desprecia la tendencia a moderarse y disimular que encuentra entre las derechas tradicionales, ha tomado liderazgo en la defensa del sistema económico, social y cultural establecido por el fujimorismo y su Constitución, e intenta imponerlo autoritariamente por mucho tiempo más.

Según ellos, el crecimiento económico, especialmente rápido durante el súper ciclo de altos precios de los minerales (2003-2013), compensa la injusticia y retrasos que vivimos. Por ejemplo, que el incremento de la inversión en salud pública haya sido dramáticamente insuficiente o que la multiplicación de la oferta privada universitaria tenga las calamitosas deficiencias que todos conocemos, para no hablar de la persistencia en el carácter primario exportador de nuestra economía, así como la exclusión y el racismo que Puno y los pueblos del Sur, entre otros, están denunciando hoy mismo, con decenas de ejecuciones extrajudiciales a cuestas. Para la ultraderecha dominante en el Congreso y la presidenta a su servicio, quienes se oponen en las calles a sus objetivos son “agentes extranjeros del Foro de Sao Paulo”, grupos organizados por Sendero Luminoso o sicarios del narcotráfico.

La UNI hizo muy bien acogiendo a los jóvenes de otras universidades

En las duras circunstancias de ofensiva autoritaria, la Universidad Nacional de Ingeniería y su Rector, el Dr. Alfonso López-Chau Nava, se han ganado el respeto de muy amplios sectores de la población, y por cierto también de observadores internacionales, al haber acogido, por iniciativa de su Federación de Estudiantes, la Asociación de Centros de la UNI-ACUNI, a más de doscientos jóvenes universitarios que nos acompañaron entre el jueves 19 y el domingo 22 de enero.

Luego del acuerdo tomado por el Consejo Universitario se coordinó con los invitados los términos de su presencia: presentación del carnet universitario, revisión de las mochilas y completo respeto al Campus. El lugar de alojamiento fue el Coliseo y el fenómeno más notable en cuanto a la atención que recibieron los jóvenes fue la enorme cantidad de donaciones que traían para ellos ciudadanos transportados incluso en mototaxi, no solo agua y provisiones, sino también grandes ollas de guisos entregados con mucho afecto.

El Campus de la UNI se enriqueció con la determinación de nuestros jóvenes compatriotas llegados para exigir la renuncia de la señora Dina Boluarte, el adelanto de elecciones y la convocatoria a un referéndum donde los peruanos decidan si quieren o no Asamblea Constituyente; tres propuestas perfectamente democráticas, que nada tienen de terroristas ni extremistas. Planteamientos que en gran parte coinciden con el comunicado institucional de la UNI “Reforma política y elecciones”, firmado por el Rector, integrantes docentes y alumnos del Consejo Universitario en pleno, miembros de la Asamblea Universitaria, la representación gremial de los estudiantes (ACUNI) y la representación gremial de los trabajadores administrativos (SUTUNI).

El comunicado sostiene que, para consolidar la Nación, para involucrar a la mayor parte del país, se requieren partidos democráticos donde un militante sea un voto, específicamente un partido de derecha, uno de centro y otro de izquierda. Además, se reclama urgente convocatoria a elecciones generales y que la ciudadanía pueda decidir si desea o no la Asamblea Constituyente. Finalmente, señala que la UNI tiene la capacidad de aportar tecnológicamente al desarrollo sostenible en el proceso de nuestra consolidación como nación.

La UNI y la reforma del Perú hace más de medio siglo

El propósito de esta reflexión es señalar que el comunicado y la decisión de alojar a jóvenes de otras universidades llegados para una protesta democrática, tienen antecedentes históricos. Son coherentes en particular con el brillante periodo de fortalecimiento institucional vivido desde la segunda mitad de los cuarenta hasta fines de los sesentas, cuando la Escuela Nacional de Ingenieros-ENI, desde 1955 Universidad Nacional de Ingeniería, se convirtió en un valioso factor modernizante, progresista y reformista del Perú.

El Estatuto Universitario de 1946 determinó la creación de una Junta Mixta de Reforma de la ENI con representación estudiantil, la misma que trabajó del 23 de abril al 5 de julio. La decisión estatal de reformar el sistema universitario fue posible porque el Gobierno de José Luis Bustamante y Rivero había ganado las elecciones en representación del Frente Democrático Nacional por el cual votaron tanto el APRA como el Partido Comunista, así como otras corrientes y personalidades independientes, reunidas en el clima creado por la derrota del fascismo y mientras no se iniciaba aún la Guerra Fría.

La Reforma del 46 en la ENI tiene especial importancia en la actualidad porque su propósito medular fue la calidad académica y no priorizó objetivos ideológicos ni beneficios y prebendas para los integrantes de la comunidad.

La Junta Mixta decidió declarar la vacancia de todas las cátedras y creó una Comisión Calificadora de Profesores, además de revisar la pedagogía, el sistema de becas y en general reorganizar la vida académica con la creación de los departamentos. La reforma estableció el derecho de tacha de los estudiantes a sus profesores “cuando la mayoría de alumnos de una clase desee cambiar al profesor”, luego de por lo menos un mes de clases y mediante un proceso donde se reconocía el derecho a defenderse del docente cuestionado.

Uno de los notables resultados alcanzados por la Junta Mixta fue el ingreso a la docencia de personalidades como Fernando Belaunde Terry y Mario Samamé Boggio. Según testimonio que personalmente escuché al gran arquitecto Adolfo Córdoba, entonces estudiante que participó en la Junta Mixta y ejemplo por excelencia para la juventud estudiantil de la UNI, la Junta impidió la intromisión de partidos políticos en las decisiones académicas.

En 1947 surgió desde la ENI, pero con ramificaciones y contactos que abarcaban sectores muy significativos de la intelectualidad, la Agrupación Espacio, decidida a difundir y establecer en el Perú, las corrientes culturales europeas de vanguardia, particularmente en arquitectura, pero también en estética no figurativa, vivienda pública y desarrollo social. El diario El Comercio publicó cada semana contribuciones de la Agrupación.

Cuando en 1956 surgieron al primer plano de la palestra electoral nuevas corrientes centristas y reformistas, el Arq. Belaunde ganó protagonismo y sus alumnos de la Facultad de Arquitectura estuvieron entre los más entusiastas militantes del Frente de Juventudes que se movilizó el 1 de junio hacia el Centro de Lima y avanzando por el Jirón de la Unión fueron reprimidos con el “manguerazo” que catapultó al candidato. El arquitecto no ganó las elecciones, pero creó Acción Popular, autodefinida “nacionalista y revolucionaria”.
Entre fines de los años cincuenta y comienzos de los sesentas se fue consolidando en el Perú una conciencia reformista y nacionalista que abarcó amplios sectores de las clases medias incluyendo a muchos profesionales. La lucha del campesinado por recuperar sus tierras arrebatadas por los terratenientes y del movimiento obrero por derechos laborales o de los empleados públicos, llegó a ser bien valorada por sectores de la clase media.

El consenso nacional reformista tuvo entre sus banderas la Reforma Agraria, la industrialización del país y la nacionalización de la International Petroleum Company-IPC , empresa estadounidense que había robado al Perú durante décadas en el pago de obligaciones fiscales. La Revolución Cubana de 1959 ganó muchos seguidores, entre ellos el joven literato Mario Vargas Llosa, quien recientemente ha señalado que en los años sesenta la UNI fue un espacio de amplio diálogo superior al que se encontraba en San Marcos y la Católica. Algunos jóvenes inspirados por la Revolución Cubana, en parte surgidos del APRA Rebelde, y otros desde diversas expresiones marxistas, organizaron grupos guerrilleros, rápidamente derrotados por las Fuerzas Armadas, pero con gran impacto entre estudiantes universitarios, e incluso entre los entre los propios generales.

Uno de los ejemplos de ese clima de cambios de fondo en la vida universitaria se produjo en mayo de 1960, cuando el choque entre una movilización estudiantil y efectivos policiales terminó con varios jóvenes detenidos, según se dijo, encerrados con presos comunes. La indignación se extendió como reguero de pólvora y la comunidad académica exigió inmediatas sanciones a los responsables. La Federación de Estudiantes del Perú-FEP, presidida en ese momento por un alumno de la UNI, logró reunir una gran multitud de jóvenes encabezados por sus autoridades en la Plaza San Martín provocando la renuncia de dos ministros.

Entre 1956 y 1962 existió el Movimiento Social Progresista-MSP, conformado por muy destacados profesionales interesados en un Plan de Desarrollo Nacional y que se consideraban afines a ciertos criterios socialistas, como el Arq. Santiago Agurto Calvo, el Dr. Abelardo Oquendo, el Arq. Adolfo Córdoba y el Ing. Jorge Bravo Bresani, para mencionar solo algunos de los directamente vinculados al ámbito de la ingeniería y la arquitectura, con lo que se demuestra que parte de las raíces del movimiento se remontan a la Agrupación Espacio. En las elecciones de 1962, el MSP postuló la candidatura presidencial de Alberto Ruíz Eldredge con resultados marginales.

Mucho más favorable fue la votación obtenida por el candidato de Acción Popular, Arq. Fernando Belaunde (32,2%), quien se quedó a unos décimos de la victoria. La definición del ganador quedó en manos del Congreso y era altamente probable que se produjera un súper acuerdo entre el APRA y el odriismo para cerrarle el paso.

El arquitecto denunció fraude y se dirigió a la blanca ciudad de Arequipa, tierra de su familia, a encabezar violentas protestas que incluyeron la construcción de barricadas en las calles. Tuvo éxito, las Fuerzas Armadas dieron un golpe y convocaron a nuevas elecciones para el año siguiente.

En 1963 se presentó el caso extraordinario de que dos candidatos de la UNI se hicieron presentes en la contienda presidencial, el Arq. Belaunde y el Rector, Ing. Mario Samamé, quien pidió licencia para encabezar la plancha del partido Unión del Pueblo Peruano-UPP. Acción Popular y UPP levantaron programas semejantes, progresistas y reformistas, de manera que solo uno de ellos podía concentrar la votación. Derrotado en las urnas, Don Mario Samamé reasumió el rectorado y recibió con las mayores muestras de aprecio al electo Presidente de la República, Arq. Fernando Belaunde, en el tradicional ágora delante del Pabellón Central.

Belaunde y Samamé permanecieron unidos en favor de la UNI; fueron grandes años para nuestra Alma Mater. Las inversiones en calidad académica tuvieron un sustancioso respaldo presupuestal y además la UNI gozó de apoyo internacional a través del Banco Interamericano de Desarrollo-BID y fundaciones estadounidenses como Ford y Rockefeller. La ampliación de los campos de estudio, la creación de institutos, la calidad de la docencia y la amplitud del debate de ideas junto a la intensidad de la vida cultural, estuvieron entre los aportes más notorios de este periodo. En 1966 resultó elegido como Rector para el siguiente quinquenio el Arq. Santiago Agurto con las mismas ideas de reforma del Perú y calidad académica universitaria. En 1969 se inició una nueva etapa en la historia de la UNI, esta vez de crisis y debilitamiento institucional.

Es muy importante recordar que, desde el Gobierno de Bustamante y Rivero hasta el primer gobierno de Belaunde, la Escuela de Ingenieros, después Universidad Nacional de Ingeniería (en cierta medida y circunstancias con participación de las propias autoridades), fue parte activa del movimiento, las ideas y los programas que terminaron siendo claramente mayoritarias en la conciencia reformista de los peruanos. Dos décadas de ascenso institucional, prestigio y calidad de nuestra Casa de Estudios Superiores, que además de manifestarse en lo académico y profesional dio respaldo y consistencia a múltiples propuestas de modernización y progreso de la sociedad peruana. La voz de la ciencia y la tecnología, representadas en parte significativa por la comunidad académica de la UNI, colocó en la agenda la prioridad de invertir en investigación científica y desarrollo tecnológico para el progreso del país.

La UNI y el desafío de la nueva reforma del Perú

El merecido respaldo que se han ganado la UNI y su Rector por su cuestionamiento al autoritarismo y sus propuestas democráticas en favor de la patria este 2023 plantea la perspectiva de un nuevo ciclo de posicionamiento reformista de nuestra Casa de Estudios.

En primer lugar, la UNI está haciendo valer la auténtica autonomía universitaria, totalmente opuesta a la falsa autonomía que defienden los mercaderes de determinadas universidades privadas, enemigas de los estándares de calidad, y es muy distinta de los meros intereses corporativos en busca de prebendas en universidades públicas. Autonomía universitaria fue el hermoso evento donde participaron nuestros jóvenes invitados el 20 de enero por la mañana escuchando la lúcida exposición académica del Dr. Sinesio López, así como disfrutando las presentaciones artísticas ofrecidas. Autonomía universitaria es que no exista censura para ningún tema o idea en la enseñanza y la investigación universitaria. Todas las ideas, sean de derecha, centro o izquierda, deben poder exponerse, con el único requisito del respeto, en el Campus universitario.

Las banderas levantadas por nuestra universidad en el comunicado que hemos reseñado: consolidación de la Nación, consenso mayoritario, partidos democráticos con un militante un voto tanto de derecha como de centro e izquierda, convocatoria urgente a elecciones generales, referéndum constitucional e imperiosa necesidad de ciencia y tecnología para el desarrollo sostenible, son precisamente parte de las grandes reformas que el Perú necesita para superar la crisis que estamos viviendo.

En lo que sigue, me permito exponer a título personal algunos aportes que recojo de diversas fuentes y considero pertinentes para la reforma del Perú en el presente. Nos encontramos ante dos perspectivas: o se consolida el régimen autoritario de derechas o, por el contrario, las demandas de reconocimiento de los campesinos aymaras y quechuas, así como de los pueblos rurales y del Sur en general, son aceptadas en el marco de amplias reformas patrióticas y de derechos sociales y culturales.

El odio racista de la ultraderecha profundiza heridas de siglos. La wiphala, bandera de los aymaras y otros pueblos originarios, no es un “mantel de chifa”, como sostuvo un parlamentario que considera “desafortunado” denunciar la explotación colonial española. Las madres aymaras que cargan con amor a sus niños mientras trabajan y también cuando ejercen sus derechos ciudadanos, no son “peores que animales”, como dio a entender el ministro que defiende los intereses de las universidades estafa.
Puno es parte raigal del Perú soberano, indivisible e inalienable en su territorio y Estado, cuya fortaleza requiere que asumamos nuestra grandiosa diversidad sin ocultarla bajo el mestizaje. Los peruanos somos en primer lugar principalmente descendientes de los pueblos originarios y al mismo tiempo somos eurodescendientes, afrodescendientes y asiáticodescendientes, en una multiculturalidad que debe ser creadora interculturalidad, con especial consideración a la tradición de los pueblos originarios respecto al vivir bien en armonía con la naturaleza.

Con razón las regiones del Sur, Centro y Norte protestan por la concentración del poder económico y político en Lima-Callao. La sagrada unidad de la patria, su territorio y Estado, requieren que las mejores condiciones de vida propias del desarrollo sostenible sean accesibles fuera de Lima-Callao tanto como en la capital. Uno de los caminos para lograrlo es la conformación de macrorregiones en el ordenamiento institucional y territorial, donde cada una tenga un número de habitantes, un territorio y diversidad de riquezas suficientes para equilibrar el poder de Lima-Callao.

Los derechos sociales financiados por los impuestos (no con déficit fiscal ni préstamos extranjeros) constituyen el mecanismo principal para moderar las brechas interclasistas en una economía de mercado y avanzar en la igualdad sustantiva (no solo declarativa) de los seres humanos. En el Perú, la educación y la salud públicas y gratuitas deben ser de calidad, de tal manera que un niño o un anciano que vive en zonas rurales o en barrios pobres de las ciudades, tenga la misma atención y la misma oportunidad de vivir que quien accede a servicios privados.

La reforma más importante de todas es dejar atrás la concepción neoliberal que maniata y constriñe al Estado obligándolo a privatizar los servicios públicos de salud y educación y le obstaculiza o prohíbe tener empresas públicas, tal como propusieron y llevaron adelante hace cuarenta años Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Thatcher llegó a sostener que la sociedad no existe, que solo existe el individuo; tesis que se encuentra en la base filosófica del neoliberalismo, religión anticristiana del egoísmo.

En nuestro país, pese a que la Constitución llama social a la economía de mercado, y dice que el Estado orienta el desarrollo del país, su espíritu y letra son más fundamentalistas de mercado, más neoliberales, que la Constitución pinochetista de 1980 en Chile. La privatización de las empresas públicas en el Perú fue más radical que en Chile, donde la principal empresa explotadora del cobre es pública y ha seguido proveyendo enormes ingresos al Estado.

Por lo tanto, restaurar el equilibrio en las relaciones entre el Estado y la empresa privada será aún más difícil en el Perú que en Chile, siendo indispensable que la presencia de los capitales transnacionales estadounidenses, chinos o europeos, sirva a la estrategia de superar la condición de economía primario exportadora y que los capitales nacionales públicos y privados tengan la oportunidad de invertir en tecnologías avanzadas (como inteligencia artificial y edición genética) para una creciente complejidad de la economía y mayor valor agregado de la producción y las exportaciones, siempre con enfoque de sostenibilidad ambiental, expandiendo el mercado interno y apoyando la agricultura familiar.
El ideal internacional del neoliberalismo, sobre todo en sus formas llamadas libertarias, es que en última instancia los únicos servicios que ofrezca el Estado sean las cárceles y la policía para salvaguardar la propiedad de los ricos y aplastar cualquier protesta. En el Perú, la lucha para superar el extremismo individualista del neoliberalismo resulta especialmente difícil porque cualquiera que se atreve a proponer alternativas al neoliberalismo resulta estigmatizado.

Si los planes de la ultraderecha se consolidan no habrá elecciones auténticamente representativas. Así nos hace temer la súper concentración de poderes asumida por el Congreso de la República desde su mayoría compuesta por el fujimorismo, Renovación Popular y Avanza País, que ha eliminado en la práctica la capacidad del Ejecutivo para presentar cuestiones de confianza (liquidando el equilibrio Ejecutivo-Legislativo), ha dictado una norma para obstaculizar el referéndum, y ha recibido del Tribunal Constitucional ultraconservador inmunidad frente a fallos judiciales e incluso autoridad para defenestrar a los integrantes del poder electoral. Y se ciernen graves amenazas adicionales. El Alcalde de Lima, señor López Aliaga, ha decretado la “intangibilidad” del Centro de Lima para las protestas y paralelamente la señora Boluarte ha presentado un proyecto de Ley para que los ciudadanos movilizados que afecten un local público tengan penas comparables al homicidio.

Fue durante los años treinta del siglo pasado cuando las propuestas de reformas e incluso de revolución antioligárquica, levantadas por el APRA y el Partido Comunista, terminaron aplastadas por los gobiernos de Sánchez Cerro y el General Óscar Benavides. El Perú quedó al margen de procesos modernizadores latinoamericanos, que recién pudieron aplicarse en nuestra tierra décadas después. Ahora afrontamos un desafío que tiene similitudes porque de triunfar la perspectiva ultraderechista seguiremos siendo indefinidamente meros productores de materias primas dependientes de sus precios internacionales y además continuaremos divididos y debilitados por la persistencia de la exclusión y el racismo.
La nueva reforma del Perú es necesaria.

Hace ochenta o sesenta años era justo luchar por la abolición de la servidumbre rural para dar fin a una larga crisis oligárquico terrateniente, que finalmente culminó gracias a los movimientos campesinos y la Reforma Agraria. Ahora es preciso superar treinta años de extremismo neoliberal y garantizar una economía que efectivamente crezca con inversiones nacionales e internacionales (como es indispensable), pero orientada al desarrollo sostenible, a la creciente complejidad y valor agregado de la producción; donde el Estado realmente sea capaz de promover y orientar ese desarrollo, e igualmente nuestra diversidad cultural se despliegue interculturalmente en unidad patriótica, territorial y Estatal, donde el Sur, el Centro y el Norte no estén postergados frente a Lima-Callao.

La promoción de un sistema de partidos políticos de derecha, centro e izquierda, basados en el principio de un militante un voto (propuesta en el comunicado institucional de la UNI) es una tarea cardinal en el presente y servirá a la nueva reforma social, económica, política y cultural del Perú, en la medida que pueda generarse un consenso mayoritario.

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