Es de suponer que, pasada la semana de reflexión cristiana, el presidente Pedro Castillo buscará tener su propia resurrección política convocando al Acuerdo Nacional y planteando la remoción del gabinete ministerial, que le permita mantenerse a flote en el vendaval de protestas sociales que se avecina en las próximas semanas y meses, después de la paralización de agricultores y transportistas, así como de otros sectores que han remecido el país en los días anteriores.
La crisis económica internacional postpandemia ha generado un índice de inflación de 8.5 % en los Estados Unidos (la más alta de los últimos 40 años), agudizada por el efecto de la guerra de Ucrania, con la inevitable alza del precio del trigo, petróleo y fertilizantes, y ha disparado también el índice de inflación en el Perú a 6.4 %, dejando sentir sus efectos inmediatos en el precio de la canasta básica, lo cual ha sido el detonante de las imparables protestas y bloqueos de carreteras en Piura, Lambayeque, Cajamarca, San Martín, Ucayali, Áncash, Junín, Ayacucho, Lima y el Cusco.
Ese despertar de la calle se vislumbra más generalizado y arrollador, puesto que se avecina un preocupante proceso de recesión internacional, que afectará no solo a América Latina, sino también al propio Estados Unidos y el Reino Unido, como ya lo han advertido el Wall Street, JP Morgan y Goldman Sachs. La propia FAO no se ha quedado atrás y viene exhortando a los gobiernos a adoptar las medidas de previsión necesarias para paliar los estragos que amenazan a los países de economía más vulnerable. La globalización no solo permite importar lujos y vanidades, sino también las crisis y el hambre, como ya vamos observando.
Obviamente que en nuestro país la derecha lobista, golpista y coimera aprovechará para seguir machacando que el origen del alza de los alimentos es culpa directa de Castillo y seguirá agitando el vulgar sonsonete del chavismo. Sí, esa misma derecha cuyos conspicuos representantes lucen de lo más cínicos y orondos en los cómodos sets del poder mediático y el pantagruélico Poder Legislativo de opíparo lomo fino y suculento faisán; y que veían complacidos, en el afán de jalar agua para su molino, la angustia de los agricultores ante la desesperante alza del precio de fertilizantes importados como la urea, que de S/ 50 pasó a S/ 120, en un inicio, y luego se disparó hasta S/ 350; mientras que a ellos les pagan tan solo la miseria de 20 a 30 centavos por kilo de papa.
Pero al margen de la manipulación del descontento social que pretende la derecha, lo cierto es que al presidente de la República le corresponde dar mensajes claros, convocar a todas las fuerzas políticas convocables y proponer las reformas económicas necesarias para conjurar, hasta donde sea posible, el efecto de la inflación y recesión que ya se percibe de lo más preocupante.
De no ser así, debido a las evidentes limitaciones intelectuales y políticas del presidente y sus gabinetes, importará ya poco la suerte que ellos sigan en el tormentoso vaivén en que se ha convertido el escenario político nacional. Por su parte, los líderes sociales, democráticos y regionales, deberán asumir con responsabilidad y hondo civismo patriótico dos tareas históricamente determinantes:
a) Que el movimiento social emergente de la protesta no sea liderado por la derecha y sus conocidos capitostes, muchos de ellos ligados a conocidas organizaciones políticas criminales, sicariato y lavadores de activos; y, b) que, como consecuencia de lo anterior, el poder ni el país vuelvan a caer manos de la derecha golpista y eternamente negociante de nuestras riquezas naturales, de esa misma que se enriqueció del guano, el salitre, la anchoveta, los minerales y la venta de la empresas públicas a precio de ganga.
De ello dependerá la dinámica del país en los próximos veinte años, tal vez. No olvidemos que oleadas como las que se avecinan, hicieron caer a la dictadura militar de los 70, con la convocatoria respectiva a la Asamblea Constituyente, que alumbró la valiosa Constitución de 1979. Pero también el descontento propiciado por la hiperinflación, corrupción generalizada y recesión aprista de los 80 crearon las condiciones para el surgimiento del fujimontesinismo mafioso y la Constitución de 1993.
De modo que se juega en los próximos meses el destino inmediato del Perú, y el impulso determinante será el que le dé el resurgimiento de la protesta social acertadamente conducida. Creemos, por nuestra parte, y dado el contexto latinoamericano y de lo que sucede en Chile, Colombia y otros países, es difícil para la derecha capitalizar o detener los tiempos de cambios que se avecinan en el país; pese a la magra experiencia que venimos atravesando por las deficiencias y graves limitaciones de Castillo.
La historia no depende de un individuo, sino al revés. Pero los individuos también deberán ponerse a la altura de la historia: los dirigentes sociales, cívicos y regionales tienen entonces la palabra, y que nadie guarde silencio.