Tal vez la doble celebración no sea solo coincidencia de fechas, ya que, si bien Jesucristo entró a Jerusalén llevando un mensaje de paz; también es considerado el primer abogado defensor de las causas justas y de los hombres humildes de la tierrra, porque se manifestó abiertamente contra toda desigualdad, en tiempos de la más cruel esclavitud romana, sosteniendo públicamente que era más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja a que un rico ingrese al reino de los cielos.
Luchó con firmeza, también, echando con azote en mano a los mercaderes del Templo (ojo con aquellos que todo lo convierten en un vil mercado) y decía que había venido a darle un nuevo significado a las leyes; advirtiendo del peligro que encierran los propios “maestros de la ley”, por la hipocresía de ser como sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos. Dos mil años después, ésta última enseñanza parece a la medida de nuestras latitudes, donde las más altas autoridades exudan el miasma del crimen, el latrocinio o el engaño cínico hasta por los poros. ¿A estas alturas, alguien podría decir algo distinto de quien funge de “defensora de la legalidad” en nuestro país?
Un abrazo fraterno de paz a ustedes, con un ramo simbólico de olivo, por el inicio de la Semana Santa; y, otro especial para mis distinguidos colegas por el Día del Abogado, permitiéndome recordarles que debemos seguir la enseñanza de darle un nuevo contenido al Derecho.