El Perú está en un punto de quiebre. Una vez más, nos encontramos frente a un escenario político desalentador, donde la mediocridad, la corrupción y la falta de visión parecen ser los únicos protagonistas. ¿Es esto lo que queremos para nuestro país? ¿Vamos a permitir que los mismos de siempre, los sinvergüenzas de siempre, sienten las bases de nuestro futuro? La respuesta debería ser un rotundo NO, pero ese “no” debe venir acompañado de acción, de unidad y de una alternativa viable que nos permita salir de este círculo vicioso.
El letargo que nos condena
Es fácil culpar a los políticos, a los partidos, a los líderes fallidos. Pero la verdad incómoda es que gran parte de la responsabilidad recae en nosotros, la ciudadanía. Nos hemos acostumbrado a la resignación, a la indiferencia, a la cobardía de no alzar la voz, de no exigir más, de no actuar. Nos quejamos en las redes sociales, en las sobremesas familiares, en las calles, pero ¿qué hacemos realmente para cambiar las cosas? Nuestro silencio y pasividad son cómplices del desastre que vivimos.
La unidad: un desafío urgente
Uno de los mayores obstáculos para construir una alternativa política viable es el egoísmo y la fragmentación. Hay muchos grupos, muchos líderes, muchas voces que claman por ser escuchadas. Los progresistas, los liberales, la centro-derecha, la centro-izquierda, la derecha democrática, la izquierda democrática, los líderes sociales, los jóvenes, los empresarios… Todos tienen algo que aportar, pero nadie parece dispuesto a ceder un ápice de su espacio para construir algo más grande que ellos mismos. ¿Cómo esperamos ganar si no somos capaces de unirnos?
La unidad no significa renunciar a nuestras ideas, sino encontrar un terreno común, un propósito compartido: sacar al Perú del hoyo en el que está sumido. Necesitamos mecanismos concretos para lograrlo: consultas públicas, encuestas que reflejen el sentir de la ciudadanía, espacios de diálogo inclusivos. Pero también debemos estar preparados para un Plan B: si los líderes actuales no son capaces de superar sus diferencias, entonces es hora de mirar hacia otro lado.
La alternativa tecnocrática: ¿una solución viable?
Si los líderes políticos no dan la talla, ¿por qué no volteamos la mirada hacia los técnicos? Hombres y mujeres con trayectoria impecable, con experiencia y capacidad probada, que puedan formar un gobierno tecnocrático con compromiso social. Un equipo que no esté motivado por el poder, sino por el desarrollo del país. Una agenda clara, con metas concretas, inclusión social y una visión a largo plazo.
La tecnocracia no es una palabra sucia. No se trata de alejar la política de la gente, sino de poner al servicio del país a quienes saben cómo hacer las cosas. Un gobierno técnico no tiene por qué ser frío o distante; al contrario, puede ser la oportunidad de demostrar que es posible gobernar con transparencia, eficiencia y empatía.
Despertemos las conciencias, encendamos el entusiasmo
Este es un llamado a todos los peruanos que aún tienen conciencia, que aún creen en este país, que aún tienen esperanza. No podemos permitir que el pesimismo nos gane. No podemos seguir esperando que alguien más venga a salvarnos. La responsabilidad es nuestra, de cada uno de nosotros.
Es hora de levantarnos, de organizarnos, de exigir más. Es hora de dejar de lado los egos y trabajar juntos por un Perú mejor. Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo? Si no lo hacemos nosotros, ¿quién?
El futuro del Perú no está escrito. Depende de lo que hagamos hoy. ¿Vamos a seguir dormidos, o vamos a despertar y tomar las riendas de nuestro destino? La decisión es nuestra.