Entre sectores políticos opositores que se entusiasmaron con el efecto mediático de la senadora panista/no-panista Xóchitl Gálvez Ruiz se ha asentado ya el pesimismo ante la incapacidad de la feliz agraciada para repuntar expectativas e inclusive algunos comienzan a pensar –nada más pensar– que el presidente López Obrador le puso una trampa a la oposición fabricándole en la mañanera la precandidatura de Xóchitl.
Pero el desencanto pudiera estar ocultando el principal problema que enfrenta la coalición opositora de partidos, activistas, organizaciones civiles y ciudadanos: la ausencia de un verdadero proyecto alternativo de la oposición y a la carencia de liderazgos cohesionadores que garanticen la seriedad de la propuesta. Personalidades del INE, la Corte, la UNAM, la crítica en medios y sobre todo una corriente progresista dentro del PRI se entusiasmaron con Xóchitl, pero ya se dieron cuenta de que no hay cantera real para disputarle la presidencia a Morena.
El pivote que dinamizó la precandidatura de la senadora Gálvez fue el activista empresarial Claudio X. González, quien resultó muy eficaz para el manejo de imágenes políticas, pero resultó un soberano fracaso en la construcción de un verdadero proyecto opositor. Los partidos opositores –PRI, PAN y PRD– también resultaron ineficaces para entender la lógica de una coalición opositora, no supieron siquiera consolidar un proyecto de gobierno de coalición que ellos mismos incorporaron a la Constitución y ahora están más preocupados por las candidaturas al Congreso que por apuntalar a Xóchitl.
La precandidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz se mueve en el escenario electoral sin ningún rumbo preciso ni ninguna idea concreta, no ha construido un equipo político o ideológico de seriedad y no ha sabido establecer relaciones funcionales con las plumas críticas en los medios que la impulsaron a aceptar el desafío de la candidatura, pero que no han participado o no los han llamado siquiera para dar puntos de vista. Ahí, justamente en el sector crítico en medios que la apoyaron, han comenzado ya las manifestaciones de decepción sobre las precarias –muy precarias– posibilidades electorales de la candidatura opositora.
A diferencia de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, la senadora Gálvez no sólo carece de una trayectoria personal de coherencia con alguna ideología –es más panista que demócrata—que funcione como liderazgo, sino que tampoco ha elaborado un discurso ideológico de la oposición en alianza, ni menos aún ha podido siquiera dar una idea personal que logre concentrar las razones de su candidatura virtual. Y lo más grave es que es que a Xóchitl se le acabó la gracia, perdió la frescura de sus juegos verbales y no ha entendido la seriedad de su nominación como candidata opositora a la presidencia.
Si alguna utilidad pudiera tener la larga cauda de encuestas que reflejan –con todas sus limitaciones y contradicciones– las tendencias electorales para junio de 2024, sin duda sería el mensaje de que la figura de Xóchitl Gálvez opera con funcionalidad en el territorio mediático de las redes sociales y sobre todo en el segmento muy localizado, muy menor y sólo estridente de quienes se alimentan de las confusiones políticas.
Los resultados oficiales electorales de 1988 revelaron la existencia quizá sólo de un tercio de la sociedad opositora, y eso que en aquel tiempo había partidos con estructuras y bases militantes con capacidad de movilización social y la figura de Cuauhtémoc Cárdenas tenía alto valor en el imaginario colectivo. Pero a Xóchitl Gálvez le vendieron la idea de la existencia de una sociedad mayoritaria silenciosa a la espera de su liderazgo que la sacara de su modorra para salir a la calle en modo masivo a votar por el cambio político.
Y como punto central del debate, la senadora Gálvez Ruiz ha sido incapaz de fijar el discurso del cambio político en su figura de coalición opositora y se la ha pasado más bien señalando la continuidad de buena parte del proyecto de López Obrador, tratando de rebasar por la izquierda a la candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo, aunque decepcionando y desorientando a la masa mayoritaria conservadora de su candidatura. A Xóchitl se le recuerda más por sus chistes y sus leperadas que por alguna idea-fuerza que motive a la sociedad a cambiar su voto.
Xóchitl Gálvez encabeza una candidatura mostrenca: no sabe de dónde viene ni entiende a dónde va.