La segunda vez está ocurriendo ahora. Sorpresivamente, cuando ya casi nadie creía que fuera posible ese adelanto de elecciones, el tema ha vuelto a estar en la agenda política. Y no por las protestas, que seguían de perfil bajo, sino porque su principal aliada política lo colocó allí de nuevo. Después de criticar su gestión en dos oportunidades, Keiko Fujimori aludió al recorte de mandato de Boluarte con esta frase “Ese es todavía un tema pendiente de resolverse”. O sea, está abierto. Y lo hizo justo a pocos días de que, muy ufana, la presidenta sostuvo que ese “ya es un caso cerrado”.
Se distancia su principal aliada política
Doña Dina añadió su propio grano de arena para reinstalar el adelanto de elecciones y profundizar su repentina mala onda con Keiko. Le retrucó: “Si la señora Fujimori ha salido con esto, yo le sugiero que su bancada lo vuelva a plantear en el Congreso, y si se aprueba nosotros muy alegremente convocaremos a elecciones generales”.
El balance de este sorpresivo pleito es muy negativo para una presidenta precaria como Boluarte: ha actualizado el adelanto de elecciones y, si no ha roto la principal de sus alianzas políticas, por lo menos la ha deteriorado. Eso es peligroso para ella, por la influencia del fujimorismo en un Congreso que puede adelantar elecciones, hacerle un juicio político o vacarla.
Por qué Keiko golpea a Dina
Se sabe que Boluarte tiene un nivel de rechazo ciudadano muy alto y no se puede descartar que las protestas vuelvan a crecer; su gobierno tiene un nivel alto de inestabilidad y es muy incierto cuándo y cómo acabará. Una política astuta como Keiko puede haber decidido no exponerse al desgaste de defenderla al cien por ciento sino comenzar a hacerle un cierto nivel de cuestionamiento. Incluso a no descartar el adelanto de elecciones o alguna otra forma de destitución.
Otra cosa que puede inducir a Keiko a promover un adelanto de elecciones es que la fase del juicio oral del proceso judicial que la tiene como acusada está a punto de comenzar. Esa es la fase final del proceso. Y puede durar año y medio, hasta fines de 2024 o más, un tiempo largo en que el país volvería a escuchar de sus andanzas menos santas, lo cual tendría un impacto en las elecciones del 2026.
El enfriamiento entre Dina y los militares
El distanciamiento, más o menos visible, es el que se ha producido entre la presidenta y los militares. Boluarte sigue insistiendo ante los fiscales, que investigan las masacres en el Sur, que ella no tenía ni tiene mando efectivo sobre ellos y por lo tanto no tiene ninguna responsabilidad. Su versión es que esas acciones estaban por completo en manos de los militares o, de la policía. En su momento, este deterioro de su relación motivó una reunión entre la presidenta y el pleno de los altos mandos de las fuerzas armadas, al final de la cual no hubo la tradicional foto de grupo.
Boluarte ha intentado disimular este mal rato con discursos franeleros, pero sus declaraciones ante los fiscales ya están hechas y es improbable que vayan a cambiar. Militares en retiro la han calificado de desleal pues los activos no pueden hacerlo en público. Y como los fujimoristas son bastante pro milicos, su vocera en el Congreso, Patricia Juarez, llegó a decir que si va a seguir en ese plan, mejor renuncie.
Los interrogatorios fiscales van a continuar, los militares investigados van a decir su propia versión sobre las responsabilidades de Boluarte, así que este tema puede seguir afectando la relación de la presidenta con quienes son su principal escudo. La pregunta que surge es: si se produce una nueva crecida de la protesta popular ¿ese escudo va a funcionar igual?
El impacto del factor Boluarte sobre la economía y el ánimo empresarial
Acaban de volver a caer las expectativas del crecimiento de la economía y la inversión privada en Perú. Solo esto ya debe haber motivado que, a una parte del sector empresarial, repiense el impacto de un gobierno como el de Boluarte sobre la economía.
Si eso fuera poco, probablemente algo debería moverles esta anécdota: Hace muy poco estuvieron en Lima los presidentes del Banco Mundial y del BID. Se reunieron con la presidenta y el ministro de Economía y Finanzas. A la salida, el ministro contó a la prensa muy feliz que ambos visitantes expresaron su apoyo a la política de reactivación peruana. El presidente del Banco Mundial Ajay Banga prácticamente le tapó la boca. Prefirió no opinar sobre esa política y más bien precisó que “el riesgo político aún es un desafío porque la gente todavía lo está viviendo”.
A qué “riesgo político” se refirió Banga si no es al que han aludido todos los grandes medios de comunicación del mundo, o han reportado a sus gobiernos las embajadas acreditadas en Lima, o las informado las delegaciones locales del BM y el BID a sus sedes en Washington. O sea, al factor de inestabilidad y polarización que es un gobierno responsable de masacres cometidas a la luz del día.
De hecho, hay una parte mayoritaria de los empresarios y economistas peruanos que no ven la totalidad del daño que está causando un gobierno como el de Boluarte. Pero un indicio de que podrian haber otros que sí lo comienzan a ver son los cambios en la información del grupo El Comercio.
El Comercio también toma distancia
El llamado “decano”, cuyo lema es “el periodismo puede ser el más vil de los oficios o el más noble de las profesiones”, calló demasiado sobre las masacres sanguinarias ocurridas en el Sur andino. Medios prestigiosos en el mundo informaron con nobleza y profesionalismo infinitamente mayor que el grupo con mayores recursos que hay en el Perú. De hecho este prefirió ser el principal escudo periodístico de los responsables de esos hechos, incluida Boluarte.
Por los motivos que fuesen, por ejemplo la caída de la lectoría que ese tipo de desinformación produce a un medio, el grupo ha comenzado a publicar reportajes sobre comportamientos eventualmente delictivos de altos funcionarios del gobierno, incluido el premier Otárola. Este es otro aliado o escudo que deja de serlo o se resquebraja para Boluarte.
¿Quién capitaliza el segundo peor momento de esta presidenta?
Todas estas fisuras de lealtad, deterioro de confianza, y distanciamiento ocurrido entre Boluarte y una serie de actores que eran sus últimas líneas de defensa, han hecho que este sea uno de sus momentos de mayor vulnerabilidad junto con aquél ocurrido cuando las protestas estaban en su mayor intensidad. El agravante para la presidenta es que esta vulnerabilidad se ha generado en el que es o era su propio campo.
Qué efecto tenga esto respecto a la continuidad de su gobierno, y respecto de qué vendría después, depende del actor que suele ser el decisivo en las situaciones como estas. La ciudadanía, su carácter, resiliencia y capacidad de movilización. Si nada de eso aparece, lo que venga puede ser aún peor.