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Opinión

Cecilia Sueiro: Crisis sobre crisis: ¿la crisis de alimentos se avecina?

El cambio climático, una realidad cada vez más cotidiana

El año pasado cerró con una sequía intensa, especialmente en el sur del país. La sequía podría haber sido un elemento más de molestia e indignación en una región con una dedicación productiva muy vinculada al campo, a la agricultura familiar, a la crianza de animales y a una producción agrícola de secano (dependiente de agua de lluvia, sin sistemas de riego), sintiendo nuevamente la indiferencia de un Estado que no reconoce su rol e importancia en la sociedad mayor. Luego vino la movilización, inicialmente desde espacios campesinos principalmente, coincidiendo con una situación de pérdida constante de cultivos por la intermitencia de las lluvias, y en algunos casos la bajada repentina de temperatura.

Luego, en el norte del país, llegaron las inundaciones, la pérdida de cultivos y caminos, y de grandes extensiones, no solo de agricultura familiar, sino de la agroindustria costera. A esto se suman las lluvias fuera de tiempo en el sur, las nevadas en las partes altas (el lunes 8 de mayo Chinchero, San Jerónimo y otros lugares de Cusco amanecieron cubiertos de nieve), en un momento en que algunas comunidades empezaban a cosechar lo poco que había prosperado. Esto nos confirma, nuevamente, que el cambio climático no es una posibilidad futura, si no una situación presente. Adaptarnos, es decir tener estrategias para que estas situaciones nos impacten menos, y mitigar, es decir, disminuir las emisiones que generamos que alimentan el calentamiento global, es indispensable.

Durante algunos años se posicionó una narrativa que planteaba que en el sur global solo debíamos adaptarnos, porque los grandes emisores son los países del norte global, y que aquí lo que podemos hacer es tener formas de que los impactos irremediables sean menos perjudiciales. Sin embargo, cada vez es más evidente que somos parte de una dinámica global. El uso de agrotóxicos que debilita y “mata” los suelos, disminuyendo su capacidad de captación de CO2 y retención de agua; la eutrofización de los océanos que disminuye su capacidad de fotosíntesis, más aún en un océano tan rico como el Pacífico; la tala de bosques naturales y biodiversos para, en el mejor de los casos plantar monocultivos de palma y en el peor llenar la tierra con mercurio; la extracción de camiones y camiones de minerales diarios, destruyendo cabeceras de cuenca y malgastando inmensas cantidades de agua que tanta falta hacen; el monocultivo de plantas que absorben grandes cantidades de agua, como la palta o los eucaliptos, son algunos ejemplos de situaciones que podemos cambiar para mitigar, haciéndole frente a una dinámica global depredadora y destructiva desde una forma distinta de ver el mundo, que ponga la vida y toda forma de vida en el centro. Hay algo más, y es algo que en la mayoría de los países del norte global no tienen, o han perdido: un gran acervo de conocimiento, que puede ser clave para afrontar este tipo de situaciones.

Previsión, manejo del riesgo y autoconsumo

La cultura andina se configuró a lo largo de los siglos en base a unas condiciones particulares muy diversas, por lo que la diversidad ha signado su ética y espíritu. Los Andes tienen ecosistemas muy diferentes, en los que distintos elementos configuran características muy particulares y distintas entre sí. Basta pensar en la diferencia que hay entre Puno y Cajamarca, o en el mismo Cusco, entre las provincias altas como Espinar, las de valle interandino como Urubamba y la de valle tropical amazónico, como La Convención. Incluso en algunos lugares, se encuentran diferencias entre una ladera de la montaña, donde da el sol desde el noreste en las mañanas, y su otra cara, la suroeste, por las tardes, en las que sus propias características pueden variar. Las diferencias por lo tanto se determinan por altura, radiación solar, precipitación, humedad, y la capacidad de las plantas de evaporación de agua (evapotranspiración)(1).

Un estudioso de los climas del mundo, Leslie Holdrige, determinó que había 104 zonas de vida en el mundo. Tosi, quien trabajó con él durante años y que hizo una investigación en Perú con el ONERN en los años 70, definió que el 80% de esas zonas se podían encontrar en el Perú(2). Además, un estudio hecho por Organización Meteorológica Mundial determinó que la variabilidad climática aumentaba en sus probabilidades de ocurrencia (es decir que variara más de un año a otro) 0.5% con cada 100 metros de altitud(3). Ante esto, las culturas andinas desarrollaron estrategias y tecnologías para hacerle frente al riesgo que trae consigo la variabilidad climática. Variedades de un mismo cultivo que tienen mayor capacidad de resistencia a la helada, a la inundación, a la sequía; paredes de piedra en andenes, qochas y camellones que retienen el agua y el calor solar durante el día y lo sueltan de noche; sistemas de drenaje en terrazas agrícolas que permiten expandir la superficie cultivable; formas de arado que mantienen la humedad del suelo y su estructura, levantando únicamente la superficie; parcelas de cultivo comunales que sirvieran de reserva en caso de escasez; sistemas de agua subterránea que permitieran irrigar zonas áridas, y tanto más. Todo esto, que es conocimiento acumulado, sistematizado y transmitido, fue acompañado de formas de toma de decisión y organización de la sociedad que permitieron el florecer estas tecnologías. Es cierto que la situación en contexto de cambio climático es imprevisible, y no se conocen los alcances reales de esta nueva variabilidad, aunque se prevé que los fenómenos climáticos serán más extremos y tendrán mayor periodicidad, debido al incremento de las temperaturas(4).

Un elemento más, que es importante en un contexto de probable crisis alimentaria como la que estamos viviendo es el autoconsumo campesino. Durante décadas hemos ninguneado el autoconsumo, cegados por una lógica mercantilista, en la que, al no ser parte de los bienes y servicios, es decir, mercancía monetarizada, no le reconocemos el inmenso aporte económico que significa para nuestra sociedad. La posibilidad de comunidades y familias campesinas de proveerse de lo más fundamental: un alimento además saludable, diverso, adecuado a las necesidades y que no requiere de grandes cantidades de energía para producirse ni para transportarse. Una diversidad de tubérculos, como papa, mashwa, maca, oca, camote; de granos, como maíz, quinua, kañihua, kiwicha; de leguminosas, como frejoles, pallares, tarwi; de formas de conservar estos alimentos, fermentados, deshidratados, cocidos; de frutas, de hojas, de plantas silvestres comestibles.

Tenemos grandes retos, como humanidad, como región y como país, y, felizmente, grandes conocimientos y elementos que podrían ayudarnos a hacerle frente, pero para eso necesitamos empezar a darles el lugar de respeto, prestigio, valor y reconocimiento que merecen, pues solo así, tendremos quizá alguna chance de salir de esta crisis sobre crisis que se nos viene. Y para las hermanas y hermanos agricultores del país, ojalá puedan recuperar algo de sus cultivos, y mejor aún si pueden prever este año para guardar, para cambiar, para hacer ayni, para tener en previsión, porque parece que se viene un año difícil para la alimentación, un año que, ojalá, nos invite a pensar en la necesidad de nuestra soberanía alimentaria.


(1) Para profundizar sobre las características de la agricultura andina en contexto de cmabio climático, se puede ver Earls, John: “La agricultura andina ante una globalización en desplome”, disponible en: https://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/131462

(2) En SENAMHI ha publicado una rectificación respecto a este dato, proponiendo que el período temporal del estudio se basaba en 7 años y no en 30 como propone la Organización Meteorológica Mundial, sin embargo, pese a mencionar el estudio no se encuentra en su bibliografía. Asimismo, vale la pena mencionar que en el documento original de análisis Tosi propone que son 35 y no 84 zonas de vida. Es una discusión interesante e importante, que seguramente se disputará en términos de ordenamiento territorial, algo pendiente y urgente en nuestro país. El informe de SENAMHI se puede encontrar aquí: https://www.senamhi.gob.pe/load/file/01402SENA-9.pdf y el de ONERN se encuentra aquí: https://repositorio.ana.gob.pe/handle/20.500.12543/1052.

Fuente: Noticias SER.PE

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