¿Cómo una Potencia Permite que los Narcos Operen con Impunidad en su Propio Territorio?
El argumento de que los responsables del narcotráfico están únicamente en otros países, mientras se ignora o minimiza la presencia y operación de estas redes criminales dentro del propio territorio, es no solo insostenible, sino también una muestra de la falta de voluntad política para enfrentar un problema que tiene raíces tanto internas como externas. Resulta inaceptable que una potencia global, con los recursos tecnológicos, militares y de inteligencia más avanzados del mundo, permita que los narcotraficantes operen con impunidad en su propio suelo, mientras culpa a otros países de ser los únicos responsables.
La Falacia de Externalizar el Problema
Uno de los principales problemas con este argumento es que externaliza la responsabilidad del narcotráfico, como si este fuera un fenómeno exclusivamente importado. Si bien es cierto que países como México y Colombia han sido históricamente señalados como productores y distribuidores de drogas, esto no exime a una potencia como Estados Unidos de su responsabilidad en el control y la persecución de las redes criminales que operan dentro de sus fronteras.
Es inconcebible que, con agencias como la DEA, el FBI, la CIA y un presupuesto militar billonario, Estados Unidos no pueda detectar y desmantelar a los financiadores, distribuidores y lavadores de dinero que operan en su territorio. La idea de que el narcotráfico es un problema “externo” es una simplificación peligrosa que ignora la complicidad interna y la falta de acción efectiva en el ámbito doméstico.
La Doble Moral de una Potencia Global
Estados Unidos, como potencia global, ha sido históricamente crítico de otros países por su incapacidad para controlar el narcotráfico. Sin embargo, esta postura resulta hipócrita cuando, dentro de sus propias fronteras, los cárteles operan con relativa impunidad. La producción, distribución y consumo de drogas sintéticas como el fentanilo, que ha causado una crisis de salud pública en Estados Unidos, no sería posible sin una red interna que facilita su comercio.
¿Cómo es posible que una nación con la capacidad de espiar comunicaciones en cualquier parte del mundo, interceptar operaciones criminales en tiempo real y desplegar fuerzas militares en múltiples frentes, no pueda controlar el flujo de drogas dentro de sus propias ciudades? Esta aparente incapacidad no puede ser atribuida únicamente a la complejidad del problema, sino que sugiere una falta de voluntad política o, peor aún, la existencia de intereses ocultos que benefician a ciertos sectores.
La Corrupción Interna: Un Elefante en la Habitación
El argumento de que los responsables del narcotráfico están en otros países ignora por completo la corrupción interna que facilita la operación de estas redes criminales. Históricamente, ha habido numerosos casos de funcionarios estadounidenses, agentes de la DEA e incluso militares involucrados en el tráfico de drogas. El escándalo Irán-Contra en la década de 1980, por ejemplo, reveló cómo fondos provenientes del narcotráfico fueron utilizados para financiar operaciones encubiertas.
Además, la falta de transparencia en las operaciones de inteligencia y seguridad dificulta la rendición de cuentas, lo que permite que funcionarios corruptos operen sin ser detectados. Si Estados Unidos no puede garantizar la integridad de sus propias instituciones, ¿cómo puede esperar que otros países lo hagan?
La Inacción como Complicidad
Permitir que los narcotraficantes operen con impunidad dentro de las fronteras de una potencia no es solo un fracaso de las políticas de seguridad, sino también una forma de complicidad. La inacción frente a un problema que causa miles de muertes anuales por sobredosis y alimenta la violencia en las comunidades más vulnerables es, en sí misma, una forma de colaboración con el crimen organizado.
Es inaceptable que los responsables de la persecución del narcotráfico culpen a otros países mientras ignoran las redes criminales que operan en su propio territorio. Esta postura no solo es irresponsable, sino también una muestra de la falta de liderazgo y compromiso con la solución de un problema que afecta a millones de personas.
El narcotráfico es un problema global que requiere soluciones globales, pero estas soluciones deben comenzar por casa. Estados Unidos, como potencia global, tiene la responsabilidad de liderar con el ejemplo, combatiendo no solo las redes criminales en otros países, sino también las que operan dentro de sus propias fronteras.
Externalizar el problema y culpar a otros países es una estrategia que no solo es ineficaz, sino también hipócrita. Es hora de que los responsables de la persecución del narcotráfico en Estados Unidos reconozcan su propia responsabilidad y tomen medidas concretas para desmantelar las redes criminales que operan en su territorio. De lo contrario, seguirán siendo cómplices de un problema que destruye vidas y comunidades en ambos lados de la frontera.