A donde nos puede conducir que nuevamente en el país se instaure el lenguaje del odio, del desprecio y la intolerancia, ese lenguaje que en la década del 80, 90, estuvo representado por el lenguaje de la intolerancia y la muerte, de la búsqueda de la eliminación del contrincante, a quien consideraban enemigo, hoy desde la orilla supuestamente antípoda, resurge para pena y preocupación de la mayoría de los peruanos.
Se puede tener discrepancias, no se puede estar de acuerdo con una postura ideológica, religión, su forma de hablar, su procedencia, aunque eso signifique discriminación, podría ser entendible, pero de allí, que se califique al Presidente de la República, autoridades y dirigentes políticos de todos los epítetos posibles, sencillamente tiene por objetivo, de instaurar en el país el lenguaje de la discriminación, la violencia y la intolerancia.
Hemos llegado en esta forma de hacer política que lamentablemente está calando en algunas personas, el desprecio a las reglas de convivencia, donde los procesos electorales, cuando pierdo o pierden mis candidatos, es fraudulento y cuando ganas, es sinónimo de limpieza, o pulcritud y donde esta el respeto a la voluntad popular, ese doble lenguaje que linda con el oportunismo, es pésimo y muy negativo. Esta conducta no es nueva, lo vemos en muchos países donde la única manera que la extrema derecha pueda acceder al gobierno es mediante la violencia o recurriendo a caminos no democráticos como el golpe institucional, de los congresos, guste o no guste a los extremos de todos los colores, la democracia es el respeto a la voluntad de las mayorías, nadie puede irrogarse establecer si esa votación está bien o mal, nadie puede irrogarse esa condición de calificar esa votación es racional, conveniente o no, podrá criticarla, opinar sobre ella, pero no desconocer ese resultado, desconocer el veredicto en las urnas, sino aceptarla y trabajar, educar, para que la siguiente votación sea mejor de acuerdo a nuestras perspectivas.
Hace poco un jugador de la selección nacional, con un agudeza que sirve para este comentario, decía: que “ a parir de ahora ya no eran necesarias las elecciones, si los que van a decidir quién debe gobernar son ese grupito” de supuestos iluminados que saben lo que le conviene al Perú. Tiene razón, se presentan como el sumun de las virtudes y su propia trayectoria es la síntesis del empresario mercantilista que ha crecido a costa de sacarle ventajas al estado, que ha logrado resultados económicos, gracias a sus conexiones, a sus vínculos y favores desde el estado. Ni que decir de las personas que los rodean que no tienen solamente denuncias, sino prontuarios, que denotan la calidad de personas que son y que buscan del estado.
Lamentablemente la derecha democrática, culta, preparada , esa derecha respetuosa de las formas y principista, de la defensa de la propiedad, del sistema capitalista con rostro social de Luis Bedoya, de Alayza, Polar ya no existe, han surgido sobre sus restos, nuevas expresiones, unas más al extremo, conocidas como extrema derecha, de actitudes irrespetuosas, achorada, de barras bravas, poco intelectual, donde no se discuten ideas, sino insultos, agravios y amenazas y la otra la derecha democrática, un tanto informal, sin ideas estructuradas, convertidas en un fuerza electoral en base a personajes con cierto éxito empresarial y reproducido en regiones con las mismas características, adolecen aun de institucionalidad partidaria, funcionan más como membresías y empresas, la debilidad que tienen es no tener claridad del norte político, son débiles y poco firmes al defender al régimen democrático, pueden ser presa fácil del discurso polarizante de la extrema derecha. Esta derecha puede devenir a estructuras organizadas, con pensamiento más o menos estructurado si, pueden cumplir un rol, muy importante en la vigencia y vigorosidad del sistema democrático sí, forma parte del abanico democrático sí. Entonces es un sector político muy importante para asegurar el respeto a las instituciones del estado.
Lo peligroso es que ese centro político que lo llamo abanico democrático, que va desde la izquierda democrática, pasando por el centro izquierda, por el centro derecha , hasta la derecha democrática, denota debilidad, no tienen ideas, ni convicciones firmes que entusiasmen a la gente y terminaran sino media un fortalecimiento inmediato, en furgones de cola de los posiciones extremistas, que hoy lamentablemente son los que más bulla hacen y problemas generan en la política nacional.
Los grande medios que otrora, defendían ideas, sus posiciones con argumentos, hoy se han convertido en casi panfletarios, propagandistas de las posturas más antidemocráticas, cuánto daño están haciendo a la cultura democrática del país, cuando daño se hace a las nuevas generaciones, inculcándoles como normal, el lenguaje del odio y lo más preocupante lo permisivos que son con los uso de las artimañas, ataques, mentiras, la desinformación, que deberían estar vedados de la política.
Cuanta sana envidia da la clase política en Chile, no es que no se den debates, confrontaciones políticas en ella, pero no han descendido en el lenguaje, ni en la forma de desarrollar los debate, un nivel mayor de cultura cívica, un mayor nivel de sus políticos, que a pesar de sus propuestas e historias y vínculos, siguen actuando dentro de un clima civilizado y de patriotismo a su manera.
En el Perú el gran reto hoy en día, es lograr avanzar construyendo una cultura de respeto, de tolerancia, debate de ideas y de propuestas, abandonamos el enfrentamiento estéril y destructivo, empezamos a debatir los problemas de fondo del país, o nuevamente nos encaminamos a otra década perdida, cuando los motores que la economía y el país, tiene para transitar a una velocidad mayor.
La clase política, los medios de comunicación, tenemos una gran tarea de construir un clima de convivencia civilizada, donde el lenguaje de la violencia y la muerte estén fuera, introduciendo por el contrario en lenguaje de la tolerancia, del encuentro, de la unidad en la diversidad, del respeto a todos y entre todos.
Por: Marco Contreras